¡Un viernes más, malditas y malditos! Con el quinto día de la semana llega una nueva entrega del consultorio científico, la herramienta definitiva para ser el más interesante en todas tus conversaciones.
¿Tienes más preguntas que podemos resolver desde la ciencia? Estamos para servir. Pregúntanos utilizando nuestro WhatsApp (+34 644 229 319), e-mail ([email protected]) o redes sociales (tanto Twitter como Facebook). ¡Vamos a por ello!
¿A qué se debe la dificultad para pronunciar la R y cómo se puede superar?
La r es la decimonovena letra del alfabeto español y su fonema, según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, es "consonántico vibrante simple", como en brazo y cara, y "consonántico vibrante múltiple" como en rojo. El fonema es la articulación mínima de un sonido, ya sea vocálico, o consonántico, como la r. ¿Por qué algunas personas tienen dificultad para pronunciar este sonido vibrante? Como explica a Maldita.es el logopeda David Sánchez, "la r es el último fonema que se aprende en nuestro idioma".
Este sonido es uno de los más complicados porque necesita una adecuada posición de la lengua, que vibre correctamente (algo que muchas veces cuesta adquirir), una lengua competente que se mueva de manera correcta y permita articular los sonidos y una buena resonancia que permita la salida de aire adecuada.
Se considera que hay un retraso en su adquisición si no se puede pronunciar tras cumplir entre los 5 años y medio y 7 años. Si eso ocurre, ¿qué podemos hacer? Sánchez aconseja hacer un trabajo de discriminación auditiva y así lograr que nuestro cerebro distinga ese fonema. La discriminación auditiva es la habilidad para reconocer y distinguir diferencias de frecuencias, intensidad y timbre entre sonidos, fonemas, frases o palabras idénticas.
La r tiene fonemas distintos, la no vibrante como la de pera, que es la primera que se debe adquirir y con la que se trabaja inicialmente, aclara Sánchez. En el trabajo con niños, "comienza ayudando a percibir cómo funciona ese fonema y se empieza a integrar, primero en sonidos, luego en palabras, después en frases", añade. Algunos casos son más difíciles y se integra a través de la escritura para trabajar el fonema r.
Sánchez opina que su origen ni es social ni innato: "No creo que el entorno sea clave para decir bien o no el fonema. Tampoco creo que sea innato como un problema de lenguaje o aprendizaje. Creo que la alteración o aprendizaje de un fonema viene determinado por las experiencias del niño o niña".
También señala que "toda persona puede lograr una gran rehabilitación" y que puede haber más dificultades por problemas tempranos de privación auditiva y casos de frenillo lingual corto, que el logopeda no aconseja operar.
En su blog, David Sánchez da cinco ejercicios para mejorar el sonido de la r: trabajar los sonidos en orden piramidal (primero la r simple, luego la r doble...), crear un clima de confianza en la persona con el problema, trabajar en el reconocimiento auditivo del sonido, mejorar la velocidad de la lengua y la vibración de la lengua y el cuerpo.
¿Por qué se nos montan los músculos? ¿Hay personas más propensas a este problema que otras? ¿Qué se puede hacer para evitarlo?
Estás en el gimnasio, toca día de piernas, vas a por la cuarta serie de ejercicio en prensa y casi cuando ya lo acabas, aparece un dolor muy desagradable en el gemelo, que se ‘monta’ y que obliga a detener la repetición. ¿Te ha pasado? A las malditas y malditos que nos habéis consultado por esto seguro que se han visto alguna vez en esta situación. ¿Por qué sucede exactamente? ¿Hay personas más propensas a que se ‘monten’ los músculos que otras? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? ¿Y qué diferencia hay con un tirón o un calambre (dos nombres que se refieren a un mismo problema)? Os contamos.
La directora de PERFORMA Entrenadores Personales y doctora en Ciencias de la Salud, Sara Tabares, aclara a Maldita.es en primer lugar que los músculos “no se montan ni se desmontan” y que decimos que un músculo se ha ‘montado’ de manera coloquial —aunque poco científica— cuando tiene un exceso de tensión. A su vez, este exceso de tensión se puede manifestar en forma de rigidez muscular.
A pesar de lo desagradable que puede ser esto, Tabares aclara que la tensión muscular “no tiene por qué ser dañina” por si sola, incluso puede ser una manera que el organismo tiene para protegerse. “Un ejemplo de ello es cuando recibimos un golpe en el cuello: en muchas ocasiones, nuestros músculos producen un exceso de tensión para evitar que los huesos cervicales se vean afectados por el traumatismo”. Aunque la tensión muscular no es perjudicial de por sí, Tabares apunta a que si esta es continuada y excesiva, “podría provocar dolor en determinadas zonas del cuerpo como cuello, espalda u hombros”.
Tabares explica que existen personas más propensas a generar más tensión muscular, y son quienes tienen patrones motores (series de movimientos básicos de anatomía humana, como correr, saltar o nadar) ineficientes que generan descomposiciones y sobrecargas musculares. Estos patrones ineficientes pueden ser adquiridos (por ejemplo, una persona que no ha aprendido una técnica correcta para nadar a braza) o propios de su morfología (una persona que tenga una pierna más corta que otra). Del mismo modo, es posible que la tensión muscular excesiva esté derivada por el estrés, y las zonas más propensas para que suceda esto son la espalda, el cuello y los hombros.
¿Cómo se puede evitar esta tensión muscular? La experta lanza una serie de recomendaciones: “Tener una buena higiene postural; acudir al fisioterapeuta para que nos valore, trate y guíe; apostar por un ejercicio adaptado e individualizado y, por supuesto, descansar”.
Ahora bien, ¿es lo mismo una tensión muscular excesiva que un calambre (también llamado tirón)? No, son problemas distintos, aunque sí es cierto que un exceso de tensión puede desencadenar un calambre.
Tabares define que los calambres son “contracciones involuntarias y súbitas de un músculo (o varios) que causan dolor y que pueden durar minutos y segundos”. Hay muchas causas que pueden explicar un calambre: un problema nervioso (por ejemplo, una comprensión de los nervios por una hernia); un exceso de tensión muscular; deshidratación; niveles bajos de electrolitos, potasio o magnesio; o problemas vasculares como dificultades en el riego sanguíneo.
Por último, para evitar los calambres, lo mejor que podemos hacer según la experta es dedicar más tiempo al calentamiento y a la activación, mejorar nuestra movilidad antes de hacer ejercicio y tener una buena hidratación “sobre todo si el ejercicio es intenso”.
¿De qué depende el olor del sudor?
Otra de las preguntas que nos habéis planteado esta semana es de qué depende el olor del sudor y si su origen, ya sea el ejercicio físico o una situación embarazosa, influye en él. Lo cierto es que la clave no está exactamente en lo que nos hace sudar, sino en la cantidad y composición de la microbiota de nuestra piel que, combinada con el fluido, causa el posible mal olor.
La función del sudor es refrescarnos a medida que se evapora cuando la temperatura corporal aumenta. Este, en principio, es inodoro. Como explica a Maldita.es Sara Gómez, dermatóloga miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), cuando el sudor tiene mal olor se debe al contacto con bacterias de la piel, sobre todo en pies, axilas y genitales. De ahí que tanto la falta de higiene como el exceso de sudoración (hiperhidrosis) empeoren esta condición.
Según el Sistema Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés), estas bacterias descomponen los ácidos presentes en el sudor, dando lugar a la bromhidrosis o mal olor corporal, especialmente a partir de la pubertad.
Son las glándulas sudoríparas, tanto las ecrinas (en la mayor parte del cuerpo) como las apocrinas (situadas en las zonas donde hay vello, como axilas, región perineal, genital y alrededor de los pezones), las que expulsan este fluido a través de la piel. “Las glándulas ecrinas producen el sudor acuoso que cubre el cuerpo y que lo enfría mediante la evaporación”, explica a Maldita.es el dermatólogo Sebastian Podlipnik.
Las apocrinas presentan una composición del sudor algo distinta. “Si lo sumamos a que en estas zonas existe una microbiota algo diferente, el resultado es que el sudor en estas áreas corporales tienda a oler más o peor”, explica a Maldita.es Andrea Allende, dermatóloga miembro de la AEDV. A veces incluso “fuerte y sulfuroso”, añade Podlipnik.
Como decíamos, el olor corporal depende del conjunto de microorganismos que ‘viven con nosotros’, sobre nuestra piel, como señala a Maldita.es Paloma Borregón, dermatóloga y miembro de la AEDV. “Por eso cada persona huele diferente: porque tenemos distintas cantidades de ellos y, en función de eso, producimos un sudor con un olor u otro”.
Además, no solo el ejercicio físico puede causar sudoración, independientemente de su olor, también pueden hacerlo las situaciones estresantes. En palabras de Borregón, la causa puede ser “todo lo que suponga una descarga de las glándulas hace que el sistema nervioso se active (y olamos si el sudor entra en contacto con estas bacterias)”.
Ahora bien, según señala Allende, aunque el origen del sudor no parece tener una implicación directa su olor, “es cierto que pueden activarse glándulas de regiones corporales distintas y eso sí puede influir”. “Por ejemplo, cuando se produce una sudoración excesiva o hiperhidrosis por estrés, suele afectar a las manos. Si están limpias, no tiene por qué ser un sudor maloliente. De hecho, casi nunca lo es. Si también sudamos por las axilas, el olor dependerá de la cantidad, composición cualitativa y microbiota cutánea existente”, concluye la experta.
¿Por qué tenemos cosquillas? ¿Las perciben los bebés igual que los adultos?
Tronchantes para unos, desagradables y estresantes para otros, seguro que casi todos hemos sufrido un ataque de cosquillas alguna vez. No importa quién o qué fuese el adversario: el roce con determinadas texturas, un insecto sobre nuestra piel o una persona cercana queriéndonos hacer reír. Esta semana nos habéis preguntado por qué tenemos cosquillas, si hay diferentes clases y si es cierto que los bebés no experimentan esta sensación.
Percibimos las cosquillas gracias a numerosos receptores bajo nuestra piel que informan al cerebro de todo tipo de estímulos: tacto, frío, calor, dolor leve o intenso... "Cuando nos hacen cosquillas, estas terminaciones nerviosas envían las señales a una región cerebral (córtex somatosensorial) que las capta y analiza. Otra región (córtex cingulado) comprueba si son placenteras. Ambas estructuras colaboran entre ellas compartiendo sus respectivos análisis, decidiendo si ese estímulo es agradable o no y creando esa sensación de cosquilleo", explica a Maldita.es José Ángel Morales, doctor en neurobiología en la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y maldito que nos ha prestado sus superpoderes.*
De hecho, no es lo mismo el tipo de cosquillas que hace que nos frotemos o rasquemos la zona en la que hemos notado el estímulo (imagina una araña corriendo por tu brazo, por ejemplo) que el que nos causa una carcajada y una sensación más o menos agradable (un padre o una madre haciendo cosquillas a su hijo).
El primer tipo se conoce como ‘knismesis’, una ligera sensación de hormigueo que evoca un escalofrío o una contracción nerviosa. Al segundo, nos referimos como gargalesis, la sensación intensa, a menudo placentera, en respuesta a una presión más dura y rítmica. Así lo explica este artículo de la revista científica Current Biology. Es por ello por lo que la función evolutiva de la knismesis es eliminar una posible amenaza (como una picadura) mientras que el segundo tipo de cosquillas tenga un objetivo más social, como crear vínculos o sensaciones entre personas.
Hay estudios que incluso señalan que el cerebro podría procesar las cosquillas como una experiencia dolorosa. En palabras de Morales, esto podría explicar por qué algunas personas retroceden en respuesta a las cosquillas, y por qué muchos juegos que las incluyen implican perseguir a alguien que está tratando de escapar.*
Si has probado a hacértelas a ti mismo, habrás comprobado que, aunque lo intentemos en zonas en las que decimos ‘tener cosquillas’, no nos hacen reír ni retorcernos. La teoría predominante es que, cuando las sensaciones de cosquilleo son predecibles, no evocan la risa ni las respuestas gargalesas. “El cerebelo, una parte del cerebro encargada de procesar información motora, detecta que eres tú mismo el que se hace cosquillas y ‘te recomienda no perder el tiempo’ porque no hay ningún peligro”, explica el experto.
En otras palabras, es la incapacidad de prever el cosquilleo lo que causa nuestra intensa respuesta a él. Por lo tanto, la predicción de que vamos a hacernos cosquillas (porque, evidentemente, conocemos nuestra intención) “cancela las sensaciones de cosquilleo”, como afirma el artículo.
Esto se relaciona con cómo los bebés perciben las cosquillas. Spoiler: no lo hacen exactamente igual que los adultos. Según una investigación, también publicada en la revista Current Biology, los bebés no relacionan la sensación al recibir un estímulo (cosquillas) con su causa en el mundo externo. Al igual que cuando tú tratas de hacerte cosquillas a ti mismo, desaparece ese ‘factor sorpresa’ (lo desconocen, no se sorprenden porque no conciben ‘algo externo’).
Como cuenta en The Conversation uno de los autores de la investigación, el psicólogo Andrew Bremner, uno de sus hallazgos fue que los bebés menores de cuatro meses no suelen mirar hacia la zona de su cuerpo que recibe el estímulo (las cosquillas, en este caso). “Mientras que los bebés mayores movían los ojos y la cabeza con bastante rapidez y precisión hacia la mano donde habían sentido el roce, los más pequeños hacían muchos menos movimientos. Era como si aún no supieran cómo el mundo visual se correspondía con el mundo táctil del cuerpo”, señalaba. “Creemos que esto significa que los bebés perciben solo el roce en su cuerpo y no su relación con el mundo exterior”, añadía en Science Daily.
Lo que ocurre a medida que crecemos es que aprendemos a entender nuestro cuerpo como parte de un contexto y espacio determinados. Esto nos hace esperar que si recibimos una caricia en nuestra mano derecha, el origen sea un estímulo procedente de nuestro lado derecho y viceversa. Pero, ¿qué ocurre cuando tenemos estas extremidades cruzadas? “La mano izquierda recibe los estímulos de la zona de nuestra derecha y la mano derecha, los de nuestra izquierda. Esto confunde nuestras expectativas y nos conduce a errores”, ejemplifica Bremner.
Otra de las hipótesis es que los niños no comprendan la situación en la que se dan las cosquillas, en este caso de tipo gargalesis, aunque se rían al recibirlas. “La risa procedente de las cosquillas es en sí misma una respuesta condicionada que surge de otros juegos humorísticos. Quizás los niños se rían cuando les hacen cosquillas porque estas siempre han tenido lugar en situaciones lúdicas en las que la risa ya está ocurriendo”, explica Christine Harris del departamento de Psicología de la Universidad de San Diego (Estados Unidos) en este artículo.
“Todavía no comprendemos completamente cómo los bebés relacionan este tipo de estímulos sensoriales y cuánto tiempo les lleva descubrir cómo encaja lo que sienten y lo que ven u oyen”, reconocía Bremner en su artículo de The Conversation.
Un último momento:
Como todas las semanas, llegados a este punto nos gustaría recordaros que estamos aquí para resolver todas las dudas y preguntas que tengáis respecto a información científica, pero que si lo que te inquieta tiene que ver con un diagnóstico, tratamiento o afección personal, lo único que podemos aconsejarte es que acudas a un profesional sanitario que conozca personalmente tu caso y pueda tratarte adecuadamente.
*Hemos actualizado este artículo con las declaraciones de José Ángel Morales.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el neurobiólogo José Ángel Morales.
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