Llega la noche más terrorífica del año y, con ello, la que ya es una de nuestras tradiciones favoritas: ¡el horripilante consultorio halloweenero! El miedo y muchas de las cuestiones relacionadas con él tienen también su explicación, y hoy estamos aquí para hablarte sobre cuatro de ellas.
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¿Por qué nos dan miedo las muñecas de porcelana y el resto de muñecos con forma humana, en general?
Si hay algo inocente a simple vista pero que, aun así, nos pone los pelos de punta, son las muñecas de porcelana y otros artilugios con forma humanoide: ojos de mirada perdida, tez perfecta, superficie fría… Dejando a un lado apariencias horripilantes como las de Chucky o Anabelle, ¿por qué está tan generalizado el miedo a estos juguetes, sin siquiera tener un aspecto diabólico?
En general, se utiliza el término pediofobia para referirnos al miedo irracional a muñecos, muñecas y objetos similares. Aunque este concepto, al igual que la fobia a los payasos (coulrofobia), no aparece como tal en el CIE-11, la recopilación de las enfermedades que edita y publica la Organización Mundial de la Salud (OMS), sí puede señalarse como una fobia específica. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), existe una fobia específica relacionada con el miedo o la ansiedad "a un objeto o situación específicos", en este caso, un muñeco. Estas, según la Clínica Mayo, suponen un miedo abrumador e irracional a determinados objetos o situaciones que presentan poco peligro real pero que provocan ansiedad y evitación.
Al final, cada persona puede tener miedo a muchísimas cosas, pero no es lo mismo tener miedo que fobia: “El miedo o la aversión son sensaciones controlables. La fobia supone perder el control”, explica a Maldita.es Jose de Sola, psicólogo en De Salud Psicólogos. El miedo, además, no se da en una única ocasión, sino que es persistente en el tiempo cada vez que se presenta la situación, como indica a Maldita.es el psicólogo Carlos Serrano.
Una fobia puede ser o no incapacitante, dependiendo de la frecuencia con la que una persona deba enfrentarse al motivo del pánico: no es lo mismo tener fobia a las arañas, con las que nos topamos solo de vez en cuando, que a los espacios abiertos o cerrados, donde interactuamos constantemente.
“Si tú no estás expuesto en tu día a día a esa situación, no va a haber problema”, señala De Sola. En caso de una persona con pediofobia que no estuviese continuamente expuesta a muñecos y similares (si trabaja en una tienda de juguetes, por ejemplo), esta no se consideraría incapacitante. "Es el profesional de la salud mental el que diagnostica si se trata de una fobia o no lo que presenta una persona", añade Serrano.
Como explica el psicólogo, existen varios posibles orígenes de este tipo de miedo irracional: desde una película de terror en la que aparecen figuras similares hasta el desarrollo durante la infancia de determinadas sensibilidades al proyectar las emociones negativas y miedos en los juguetes. También tiene que ver con su gran realismo, que parece situarlos en el límite de algo que puede estar vivo o no (entre la vida y la muerte).
De hecho, otra de las posibles explicaciones de esta repulsión hacia los muñecos es la misma que a la pregunta de por qué nos dan pavor el resto de criaturas con forma humana: la hipótesis del valle inquietante (uncanny valley). Puedes leer este artículo de Maldita Tecnología para saber más sobre este concepto.
Según esta teoría, propuesta por el profesor de robótica japonés Masahiro Mori para hablar de la reacción que nos pueden suscitar los robots humanoides; físicamente, cuanto más similar a nosotros es la apariencia de algo que realmente no es humano, más susceptible de causar un sentimiento de rechazo. ¿Por qué? Porque activa nuestro instinto de supervivencia: frío, pálido y sin movimiento, puede recordarnos a un cadáver, un concepto directamente relacionado con la muerte.
Como decimos, no solo nos pasa con muñecos o robots. ¿No te da repelús la cara sin nariz de Voldemort (Harry Potter) o el cuerpo alargado de la niña Medeiros de la saga REC? "Otro tema clave es que, en la mayoría de los monstruos, no sabemos si estos están vivos o muertos y si tienen alma y conciencia, lo que nos plantea grandes dilemas éticos a la hora de actuar", explicaba la psicóloga Aurora Gómez a Maldita.es.
En cada cultura existen diferentes temores que se transmite de generación a generación. Piensa sino en el chupacabras, el hombre del saco… Entonces, ¿son miedos o fobias innatas o construcciones sociales? "Por lo que entendemos, la mayoría los 'aprendemos' a lo largo de la vida, pero es cierto que los organismos presentan una dotación filogenética que hace que sea más fácil adquirir un miedo a un estímulo que a otro". Es lo que sucede con serpientes, arañas, insectos de color negro…
¿Nos siguen creciendo el pelo y las uñas después de morir?
En estas fechas vuelve a resurgir una frase que seguramente hayas oído: una vez muertas, a las personas les sigue creciendo el pelo y las uñas. Si esto fuese cierto, le daría a la muerte un cariz aún más siniestro. Pero es un mito.
Al morir, tanto la fisiología como la bioquímica de nuestro cuerpo cesan en su actividad, así que ninguna de estas estructuras continúa su crecimiento, señala a Maldita.es Isabel Fernández Corcobado, bióloga, doctora en Antropología Forense y Técnicas criminalística y miembro de la Asociación Internacional de Forenses. La sensación de crecimiento que ocurre en ocasiones en realidad se debe al retraimiento de la piel y de los tejidos blandos del cuerpo por la deshidratación durante la descomposición.
Por lo tanto, los tejidos que sostienen al pelo y las uñas ofrecen la falsa apariencia de que el pelo y/o uñas parecen haberse alargado, "cuando en realidad lo que se ha acortado en grosor es el tejido que los soporta", aclara Fernández Corcobado.
¿Qué le pasa a nuestro cuerpo desde que morimos hasta que nos convertimos en un esqueleto?
(Antes de seguir leyendo, nos gustaría avisarte de que esta respuesta puede resultar un poco desagradable para algunas personas especialmente sensibles. Si puede ser tu caso, quizá quieras pasar directamente a la siguiente pregunta)
Vale, los pelos y las uñas no crecen una vez morimos. ¿Pero qué es lo que le pasa realmente a nuestro cuerpo desde que dejamos de respirar y nuestro corazón de latir hasta que se convierte en un esqueleto? La respuesta corta es que el cuerpo pasa por varias fases de descomposición y putrefacción.
Como explica a Maldita.es Isabel Fernández Corcobado, un cadáver pasa por varios fases en su descomposición, que pueden variar en duración o manifestación, según las circunstancias de la muerte relativas a cada cadáver. Corcobado las resume en cinco.
La fase cromática ocurre normalmente durante los dos primeros días tras la muerte. En ella se autodestruyen las células y ocurre la putrefacción de los tejidos y el agarrotamiento del cuerpo o rigor mortis. También aparecen coloraciones debidas a depósitos de sangre formados por la interrupción de la circulación de la sangre y disminuye la temperatura corporal. Esta fase se superpone a otras y puede extenderse hasta una semana.
La fase enfisematosa pasa de los dos a catorce días desde la muerte. La putrefacción y la autodestrucción celular produce gases y olores característicos de los cadáveres y aumenta la temperatura del cadáver, incluso hasta los 50 grados centígrados en algunos casos. Otro factor que eleva la temperatura son los insectos que colonizan el cuerpo.
La fase monstruosa o negroide ocurre entre los 14 a 30 días tras la muerte. Se caracteriza por el escape de los gases generados en la fase previa, la pérdida de biomasa y la emisión de olor. Los tejidos comienzan a pasar a un estado líquido. A partir de esta fase la temperatura de los restos cadavéricos disminuye progresivamente, hasta igualarse con la del medio ambiente que los rodea.
En la fase licuativa los tejidos entran en total licuefacción (pasan de gas a líquido) y comienzan a desecarse durante meses, para alcanzar la siguiente fase de descomposición.
La fase de esqueletización tiene una etapa preesquelética y otra esquelética que normalmente suele empezar a partir de los dos primeros años tras la muerte y durar unos cinco. Tras desecarse del todo los tejidos, en la fase preesquelética sólo se percibe hueso, pelo, ligamentos y cartílagos y en la fase esquelética ya únicamente se conservan los huesos, es decir, el esqueleto.
¿Por qué algunas personas disfrutan pasando miedo?
La canción Películas de miedo, del grupo malagueño Airbag, retrata una discusión de pareja en el que una persona disfruta de las pelis de terror y la otra lo detesta. Y ahora que Halloween es la época idónea para disfrutar de las series, libros, podcast y pelis de miedo, nos habéis preguntado por qué a algunas personas les encanta pasar miedo y otras detestan estas experiencias.
Para empezar, existe literatura científica que confirma que no todas las personas perciben el miedo de la misma forma, algo que es útil no solo para entender por qué algunos les encantó El Resplandor y a otros no: también plantea investigaciones sobre si existe algún rasgo biológico que predispone a ciertas personas a exponerse voluntariamente a situaciones de riesgo, como puede ser la conducción temeraria o el consumo de drogas.
David Zald, director del Laboratorio de Neurociencias Afectivas de la Universidad Vanderbilt (EEUU), es autor de múltiples artículos científicos (como este o este) en los que evidencia que las personas con menos receptores de dopamina (un neurotransmisor que se libera ante diversas situaciones de placer, miedo, creatividad) son más propensas a realizar actividades emocionantes o peligrosas. Esta reacción también está muy relacionada con la respuesta fisiológica de lucha o huida. Puedes leer más sobre las investigaciones de Zald en este artículo de The Atlantic.
Pero la sensación de disfrutar del miedo no es solo química, también tiene un fuerte componente psicológico y social. Jeffrey Gardere, doctor en Psicología Clínica, explica en el medio especializado en salud Health que superar situaciones que dan miedo (como pasar un pasaje del terror o una montaña rusa de un parque de atracciones) deja a la persona con una sensación de haber completado una hazaña. “He logrado afrontar algo que estaba fuera de mi zona de confort y lo he conquistado. Esto me da confianza”, explica Gardere.
Por último, la construcción de la personalidad y los recuerdos son parte de la receta para disfrutar (o no) del miedo. La socióloga Margee Kerr, autora del libro Scream: Chilling Adventures in the Science of Fear y que dedicó una charla TED a este tema, apunta en este artículo para NYTimes que las experiencias que vivimos en el pasado al superar situaciones de miedo favorecen que recordemos (para bien o para mal) estas mismas situaciones. Por ejemplo, superar por primera vez con éxito el recorrido de una casa encantada con un amigo o celebrar una fiesta de Halloween llena de sustos y miedo generará sentimientos positivos cuando repitas esta experiencia.
Antes de que os vayáis...
Como todas las semanas, llegados a este punto nos gusta recordaros que estamos aquí para resolver todas las dudas y preguntas que tengáis respecto a información científica pero, eso sí, si lo que te inquieta tiene que ver con un diagnóstico, tratamiento o afección personal, lo único que podemos aconsejarte es que acudas a un profesional sanitario que estudie tu caso y pueda tratarte adecuadamente.