Nos habéis preguntado si sirven de algo las cremas protectoras de luz azul, que se venden para supuestamente proteger nuestra piel de la luz de las pantallas, y si este tipo de radiación realmente puede repercutir en la salud cutánea. Aunque la procedente de las pantallas no se considera un problema y no sería necesario protegerse especialmente frente a ella, sí debería tenerse en cuenta la luz azul que nos llega del sol puesto que, según las evidencias científicas, ésta sí podría “tener un efecto no deseado a nivel celular”.
La luz azul, también denominada High Energy Visible (HEV) es la parte más energética del fragmento del espectro electromagnético que podemos percibir mediante la vista, la luz visible. Esta franja es la más cercana al inicio de la luz ultravioleta A (UVA), que es sí capaz de penetrar hasta capas más profundas de la piel y “generar procesos biológicos que pueden ser perjudiciales, sobre todo en cuestión de envejecimiento cutáneo e hiperpigmentación”, explica a Maldita.es José Aguilera, doctor en biología y miembro académico de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Existe luz azul de dos tipos: de baja energía, utilizada en dermatología para tratar algunas dermatosis inflamatorias; y de alta energía como la que proviene del sol.
“La respuesta a si deberíamos protegernos frente a la luz azul, en general, es ‘sí’: a no ser que trabajemos en un sótano o a oscuras, siempre vamos a estar expuestos a la luz visible (y, por tanto, a la azul)”, explica a Maldita.es la dermatóloga Andrea Allende. Ahora bien, “respecto a la procedente de las pantallas y por el momento, no hay una evidencia científica que señale que debamos protegernos especialmente de ella”.
Es decir, los posibles efectos de la luz azul a través de las pantallas a los niveles a los que estamos expuestos, aunque ahora sean mayores que hace unos años, no parecen ser preocupantes por sí solos, pero sí en suma con la que recibimos del sol, como señala Aguilera en este vídeo sobre los puntos principales de la reunión del Grupo Español de Fotobiología de la AEDV de 2020.
En este sentido, un estudio publicado en 2019 en la revista científica Journal of the American Academy of Dermatology irradió con la luz azul de la pantalla de un ordenador (a 20 cm) o de un móvil (a 10 cm) durante 8 horas al día, 5 días a la semana a personas con melasma, una afección de la piel que provoca manchas oscuras en zonas de la cara expuestas al sol. Los resultados no mostraron un empeoramiento de la hiperpigmentación. “Esto no quiere decir que no sea perjudicial sino que, de momento, lo que se ha logrado demostrar es que la luz azul emitida por el sol es más significativa”, señala Allende.
En la misma línea, la AEDV señala que la luz azul más enérgica podría tener un efecto no deseado a nivel celular, como hiperpigmentación, especialmente en los fototipos más altos (pieles más oscuras), en mujeres embarazadas y en aquellas personas con enfermedades fotosensibles, que toman medicación fotosensibilizante o que se someten a peelings o procedimientos de rejuvenecimiento facial.
“Aunque no se conoce exactamente el mecanismo, se sabe que la luz azul genera radicales libres similares a los que genera la luz UV. De ahí que provoque daño celular o la rotura de las fibras de colágeno y de la elastina (una proteína) de la dermis”, indica Allende. Como explica Aguilera, también se ha visto que afecta al estado hídrico de la piel y a la barrera cutánea, al alterar la síntesis de algunas proteínas. El resultado sería un mayor envejecimiento cutáneo y una mayor pigmentación.
En relación a los productos que presumen de proteger frente a la luz azul, Allende indica que se trata de un tema controvertido y que, en vez de guiarnos por un reclamo ‘marquetiniano’ de ‘protección frente a las pantallas’ debemos priorizar la protección frente a la luz azul del sol pero, sobre todo, frente a su radiación UV. De hecho, algunos fotoprotectores de UV, al utilizar en su composición óxidos de hierro, minimizan también el impacto de la luz azul.
“Los cosméticos para proteger de la radiación UV cuentan con un método estandarizado que todos tienen que ‘pasar’ si quieren poner ese ‘FPS 30’ o ‘FPS 50’ en su envase. Sin embargo, para la luz azul no existe un procedimiento similar, no hay una forma objetiva de medir la protección que los productos con ese reclamo deban haber ‘pasado’”. Esto no quiere decir que sus componentes no hayan probado su eficacia sino que, al no utilizar todos los productos la misma metodología para analizar esa fotoprotección, no se puede medir cuánto o de qué manera lo hacen.
Lo que hacen la mayor parte de estos productos es incluir gran cantidad de antioxidantes que hacen que reducen los potenciales efectos de la luz azul a nivel de estrés oxidativo, pero no llevan filtros asociados. “Este reclamo de protección frente a la luz azul engaña, camufla: no la va a frenar, sino que disminuirá los posibles efectos a través de esos antioxidantes”, incide Aguilera y añade que, de hecho, hay muy pocas empresas que han conseguido este filtro, tras casi 10 años de investigación, de la luz violeta-azul.
“Para personas con mucha hipersensibilidad a la luz azul y UVA que se exponen a fuentes externas e internas de luz azul durante un tiempo considerable los filtros que sí funcionan son los fotoprotectores con color, hechos a partir de óxidos de hierro capaces de reflejar prácticamente todo el espectro visible”, concluye el experto.
Rubén del Río, dermatólogo miembro de la AEDV, recopila en el documento de la academia toda esta información en el siguiente mensaje: comparado con el efecto de la radiación UV, el de la luz azul es “muy bajo”.