El Día Mundial del Corazón se celebra cada 29 de septiembre, una fecha elegida por la Organización Mundial de la Salud y la Federación Mundial del Corazón para divulgar buenas prácticas de salud y de prevención frente a las enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en el global de la población del planeta.
Las cardiovasculares incluyen un grupo de enfermedades que afectan tanto al corazón como a los vasos sanguíneos. Algunas de las más comunes son la cardiopatía coronaria (acumulación de colesterol y placa en los vasos sanguíneos del corazón), las enfermedades cerebrovasculares (ictus, trombosis, embolia), las arteriopatías periféricas (enfermedades de los vasos que irrigan los brazos y piernas), las cardiopatías isquémicas (como el infarto de miocardio o anginas de pecho), los accidentes vasculares cerebrales o las trombosis venosas profundas y embolias pulmonares.
Según la OMS, se estima que 17,9 millones de personas murieron por enfermedades cardiovasculares en 2019, lo que representa un 32 % de todas las muertes del planeta. En casi todas las regiones del mundo en que se divide la actividad este organismo sanitario internacional las enfermedades coronarias y los accidentes cerebrales son la primera o segunda causa de muerte en 2019 (último informe consolidado, antes de la pandemia de COVID-19). La única excepción es África, donde las afecciones neonatales (asfixia, traumatismo en el nacimiento, complicaciones del parto prematuro) y enfermedades transmisibles como infecciones respiratorias y trastornos diarreicos fueron más mortales.
En España, las enfermedades del sistema circulatorio (el grupo en el que recaen las cardiovasculares) han sido la primera causa de mortalidad en toda la serie histórica del INE, desde 1980 hasta 2019, seguidas cada vez más cerca por los tumores y las enfermedades del sistema respiratorio. Incluso en los primeros cinco meses de 2020, con la llegada de la pandemia, las enfermedades circulatorias causaron el 23 % de los fallecimientos del país, por delante de las infecciosas y parasitarias (donde se incluye la COVID-19, con el 20,9 %). Aún están por publicar los resultados definitivos de mortalidad en España de 2020, aunque hay análisis como el del epidemiólogo Joan B. Soriano en El País que estiman que la enfermedad del coronavirus será la primera causa de muerte de todo 2020.
¿Por qué los humanos de casi todo el planeta morimos más en la actualidad por enfermedades cardiovasculares? ¿Tiene algo que ver con las sociedades del siglo XXI, una esperanza de vida más longeva o nuestra relación con la comida y el tabaquismo? ¿O es un éxito de la salud pública al desplazar las enfermedades transmisibles gracias a las vacunas, la mejora de recursos sanitarios y el progreso científico? Intentamos responder a estas preguntas.
La tríada de las sociedades ‘ricas’: sedentarismo, mala alimentación y tabaquismo
En opinión de María Elisa Calle, experta en epidemiología y salud pública y profesora jubilada de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, las enfermedades cardiovasculares son propias de las sociedades más desarrolladas: “Son producto de la patología de la abundancia”, apunta a Maldita.es.
Fruto de esta abundancia cita a las tres principales conductas de riesgo que están relacionadas con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares: el sedentarismo; la inadecuada alimentación de exceso calórico, graso y de carbohidratos; y el tabaquismo. Todo esto “propicia la aparición de hipertensión arterial y arterioesclerosis (acumulación de grasa y colesterol en las arterias) que terminan provocando tanto los infartos de miocardio como los accidentes cerebrovasculares y sus secuelas”.
En este mismo sentido se expresa el doctor Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón (FEC). Según valora a Maldita.es, las sociedades en las que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad tienen un desequilibrio en las conductas de prevención y unas cifras de sobrepeso y obesidad alarmantes. Esto es, en su opinión, resultado de un “aumento de la renta per cápita, el acceso a una alimentación barata pero no adecuada” y a dispositivos cotidianos que favorecen el sedentarismo como el móvil o el ordenador.
Joan Carles March, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública, apunta a Maldita.es que este grupo de enfermedades muestra patrones similares en los países desarrollados. Cita a Estados Unidos, donde las cardiovasculares “son la causa de una de cada 3 muertes” y con un promedio de un fallecimiento cada 39 segundos; y a Europa, “donde se observa una tendencia similar a la de los norteamericanos”. Desde su punto de vista, esta elevada mortalidad se explica no solo por los factores de riesgo comentados por sus compañeros, sino también por las deficiencias de sistemas de salud “en cuanto a su incapacidad de preparar acciones de promoción y prevención, así como por deficiencias las intervenciones y tratamientos basados en la evidencia”.
Pero las enfermedades cardiovasculares no se comportan de la misma manera entre todas las clases de la sociedad. Según recordaba la Fundación Española del Corazón y citando a esta investigación del British Medical Journal (que a su vez toma datos de 15 países europeos y 110.928 personas), las clases sociales más desfavorecidas tienen más riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular a lo largo de su vida. A esto se le agrega que las clases más desfavorecidas muestran una menor adherencia a la dieta mediterránea (según muestra esta reciente investigación). Esto es importante: este patrón alimenticio demuestra que previene las patologías cardiovasculares y disminuye el riesgo de que se repitan en aquellos que han sufrido alguna.
Controlar las infecciones nos hace vivir más tiempo, pero nos expone a otros riesgos
Los humanos cada vez vivimos más tiempo, es decir, nuestra esperanza de vida al nacer va aumentando. Esto es importante porque a mayor edad, somos más vulnerables ante las enfermedades cardiacas. Para lograr vivir más, la ciencia y la salud pública han logrado ir venciendo a otras causas de mortalidad, principalmente las enfermedades infecciosas, gracias a la mejora de los sistemas de salud, las condiciones de salubridad e higiene y el desarrollo de vacunas y tratamientos. ¿Esto quiere decir que es una buena noticia el que sean las cardiovasculares (enfermedades no transmisibles) las que lideren el ranking de mortalidad que otras enfermedades transmisibles?
“Es cierto que hemos desbancado a enfermedades infecciosas, pero en nuestra sociedad no podemos considerar esto un logro o éxito, esto sería una alegría muy banal”, opina el presidente de la FEC. Mantiene esta postura porque las cardiovasculares también tiene una elevada incidencia en edades que se consideran ‘prematuras’ porque aún hay población laboral en ellas: “Se pueden prevenir las enfermedades cardiovasculares en pacientes con 60, 70 e incluso 80 años”.
Calle también apunta a que es lógico que, si tenemos una población que cada vez tiene mayor esperanza de vida, haya más incidencia de estas enfermedades: “Al tener menos mortalidad temprana por enfermedades infecciosas, aumenta la edad media de las poblaciones y también el riesgo e incidencia de las cardiovasculares en su conjunto”.
Esto es relevante porque el aumento paulatino de la esperanza de vida aboca a que cada vez exista mundialmente una población más envejecida. Según precisa March y estima la OMS, “del 10 % de personas con 60 años o más que se estima en la actualidad, pasaremos al 16,6 % para 2030 y el 21,4 % para 2050”.
En paralelo a los factores de riesgo y a una mayor esperanza de vida, el profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública comenta también que cada vez hay más especialistas en cardiopatía que se gradúan y se incorporan a los sistemas de salud “por el incremento de la incidencia de los factores de riesgo cardiovascular, como la diabetes, la hipertensión, el tabaquismo, el colesterol elevado, el sedentarismo o la sociedad”.
Las enfermedades cardiovasculares no solo causan más muertes, sino también más pobreza
Un aspecto que se suele destacar poco de la incidencia de una enfermedad es la repercusión que esta tiene en el desarrollo económico. En este sentido, March insiste en que las cardiovasculares son “una de las causas de pobreza que dificultan el desarrollo económico en todo el mundo”.
Según estima la OMS, estas enfermedades “suponen una pesada carga para las economías de los países de ingresos bajos y medios”, estimando que con las muertes prematuras que provocan las cardiovasculares —junto con la diabetes— se puede reducir el producto interior bruto de estas naciones hasta un 6,77 %. Esta carga se atribuye al coste de tratamientos de esta enfermedad, a las visitas médicas, los procedimientos en laboratorio, la hospitalización, uso de dispositivos como marcapasos, el tratamiento de las secuelas y a un mayor coste de todo esto por paciente gracias al avance tecnológico, que precisa de más recursos. Este artículo científico lo explica en profundidad.
“Enfrentar la epidemia de las cardiovasculares debe ser una prioridad nacional e internacional porque estas enfermedades y otras crónicas relacionadas, como la diabetes y la obesidad, tienen una alta carga para las personas, las familias y las comunidades y obstaculizan el crecimiento socioeconómico, especialmente de las personas y de los países de menores ingresos”, concluye March.
Primera fecha de publicación de este artículo: 29/09/2021