Republicamos este artículo de Jesús García-Liñeira y Raquel Leirós Rodríguez publicado originalmente por The Conversation el 13 de septiembre de 2021.
La vuelta al colegio implica observar por las calles a niños y niñas caminando con mochilas cargadas de material escolar. Se utiliza especialmente en los países desarrollados, donde el 90 % de escolares usa mochila cuando se dirige a su escuela.
Al observarlos, nos preguntamos si ese exceso de peso cargado a sus hombros tendrá un efecto nocivo sobre su salud. La respuesta es clara: el uso indebido de este accesorio puede ser nocivo y perjudicial para nuestros hijos e hijas. Por ello, un escolar no debería cargar nunca más del 10 o 15 % de su peso corporal en la mochila.
Se ha asociado la aparición de dolores en la parte baja de la espalda o lumbalgias en niños con el exceso de peso transportado. Especialmente, entre los 10 y 12 años. Esto sucede porque en estas edades, sus mochilas tienden a cargar con más peso del recomendado en proporción al desarrollo de su peso corporal.
Claves para elegir la mochila más adecuada
La clave en la elección de la mochila está en que pueda ajustarse perfectamente a la fisonomía corporal de cada niño. Las dimensiones importan y la mochila no debe ser desproporcionada, ya que es frecuente que las mochilas usadas por escolares sobrepasen el tamaño del ancho de la espalda o de los hombros.
Esto limitará sus movimientos corporales, aumentará la posibilidad de sobrecarga y perderá ergonomía al caminar, aumentando las exigencias físicas para desplazarse. Además, la parte inferior de la mochila debería ser cómoda y que su forma se adapte a la parte baja de la espalda. Será un plus que cuente con compartimentos de distintos tamaños para almacenar material.
Otro elemento importante son las correas o asas ya que es la pieza que mayor tensión aporta sobre los hombros de los niños. Por eso, debemos fijarnos en que sean ajustables, de gran anchura y de doble capa. De esta forma, reducirán la tensión en la carga soportada por los hombros, la piel e incluso la presión sobre algunas arterias como la subclavia. Unas correas adecuadas aumentan la comodidad al caminar y reducen la energía gastada en los desplazamientos.
Ajustar la mochila, un paso fundamental
El peso de la mochila debe estar correctamente distribuido en ambos lados corporales. Por tanto, utilizar una mochila de una sola correa o llevarla colgada en un solo hombro es contraproducente.
De hecho, contribuye a la adopción de una mala postura y aumenta considerablemente la actividad de determinados músculos como el trapecio o erector de la columna (lo cual predispone a la aparición de contracturas y dolor).
Sin embargo, los alumnos suelen llevar las mochilas colocadas de forma asimétrica. Para evitarlo, una solución posible sería buscar una mochila con marcas métricas de colores en las correas para facilitar un ajuste óptimo entre ambas asas.
De esta forma, se distribuye la carga adecuadamente y se evita que la mochila oscile o golpee la espalda del escolar mientras anda. Además, una distribución desigual del peso o en posiciones muy altas puede provocar la inclinación excesiva del tronco y una presión plantar inadecuada, causando riesgos como la pérdida de estabilidad postural, caídas, fatiga muscular o dolor en espalda, piernas o pies.
Si la mochila incluye correas de pecho o cintura, estas contribuirán a un mejor ajuste, mejor distribución del peso y menor oscilación de la mochila durante la marcha. Estas deberían ser ajustables en altura y anchura para adaptarse a la fisonomía corporal.
Paralelamente, se recomienda que los materiales de mayor peso se coloquen en la parte trasera de la mochila, es decir, la que está pegada a la espalda, y los de menor peso en la parte delantera.
Mochila con asas o con ruedas
Tanto las mochilas con asas como aquellas con ruedas incorporadas tienen una aceptación similar entre los escolares de 6 a 12 años y son igualmente válidas para el día a día escolar. En los últimos estudios en nuestro país, las mochilas tipo carrito o trolley fue la opción más escogida, con un 53,8 %, frente a la mochila con asas.
La mochila con ruedas requiere menor número de adaptaciones posturales que la mochila con asas, por lo que aporta percepción de seguridad y mayor cuidado de la espalda.
Sin embargo, conlleva un esfuerzo asimétrico al ser arrastrada por un solo brazo, lo que provoca entre un 6 y 30 % de carga adicional con respecto a la otra mochila. Esta diferencia se produce debido en parte al propio peso del carro y a la dificultad de salvar obstáculos como escaleras.
Finalmente, es importante saber que las diferencias entre estos dos tipos de mochila no son relevantes si la carga no supera el 10 % del peso del niño. Por tanto, el carrito es recomendable para transportar cargas altas, entre el 10 % y el 20 % del peso del niño, mientras que la mochila es más adecuada para cargas bajas, inferiores al 10 %.
En resumen, tanto las mochilas con ruedas como las que tienen asas son válidas, pero no deben sobrepasar cargas del 10 % del peso corporal en mochilas ni del 20 % en mochilas con ruedas. Para mitigar los riesgos asociados a un mal uso de las mismas en la etapa escolar, estas deben permitir un correcto ajuste a la fisonomía corporal y deben distribuir de forma simétrica su carga entre ambos hombros.