Rafael Nájera, pionero de la vacunación contra la polio, reflexiona en primera persona sobre la campaña española que permitió erradicar la enfermedad en nuestro país. Aquella experiencia, con menos recursos que ahora, guarda similitudes con la inmunización actual contra la covid-19. Republicamos esta crónica publicada originalmente por la Agencia SINC el 23 de junio de 2021.
La poliomielitis pasó de provocar más de 2.000 casos anuales en 1960 a 62 casos en 1965 en España, gracias a la Campaña Nacional de vacunación antipoliomielítica por vía oral. Ideada por el doctor Florencio Pérez Gallardo, que realizó las investigaciones epidemiológicas y virológicas previas, iniciamos la vacunación en León el 14 de mayo de 1963, llegando, en itinerarios con los que recorrimos toda la provincia, a todos los niños de tres meses a siete años.
En esos tiempos, la polio creaba pánico en la población de los países más adelantados y eso propició un gran esfuerzo en investigación básica (Premio Nobel en 1954 a Enders, Weller y Robbins) y aplicada, con el desarrollo de las vacunas de Salk (inactivada, muerta) y de Sabin (atenuada, viva).
La vacuna de Sabin, de gran eficacia y administrada de forma muy sencilla, por vía oral, condujo con rapidez a la eliminación de la enfermedad y sus terribles secuelas en muchos países del mundo.
En España, los trabajos del doctor Florencio Pérez Gallardo y su núcleo de jóvenes colaboradores aportaron el conocimiento necesario para plantear, hace ahora 58 años, una campaña de vacunación de cobertura universal a los grupos de edad susceptibles: la Campaña Piloto. Esta sirvió para hacer descender los niveles de parálisis y muertes de forma dramática y abrió el camino para su eliminación en España.
Recursos mínimos
Los recursos de que disponíamos parecerían hoy ridículos, pero con ellos se consiguió eliminar uno de los problemas sanitarios más terribles del momento. Desafortunadamente la falta del apoyo necesario hizo que lo que podría haberse completado en pocos años se demorara en el tiempo más de lo deseable.
Desde el principio, al convivir fundamentalmente con muchas madres y sus hijos, percibí un acercamiento entre personas de la misma familia que llevaban años distanciadas y para las que el contacto con sus hijos estableció un anhelo solidario, que hizo que se acercaran. Fue una sensación nueva y entrañable.
Llegamos a sitios que entonces parecían increíbles como la comarca de La Cabrera, en León, que había sido postulada para entrar en el Real Patronato de Las Hurdes pero, que al ser rechazada, quedó abandonada totalmente.
Las muertes eran ‘testificales’: se registraban cuando con la primavera el deshielo permitía sortear los puertos de montaña y acercarse a los pueblos con Registro Civil, como en el caso de Truchas.
Viví experiencias que pudiéramos considerar ‘medievales’, como percibir que el tiempo se contaba con el parámetro ‘abuelo-nieto’. Un anciano en Las Médulas me llegó a afirmar con toda seriedad que sus abuelos habían trabajado con los romanos y que eran “muy malos”.
En Caín viví el drama de la migración más terrible, atravesando la montaña por sendas increíbles hasta llegar a un mundo brutalmente desconocido, pero que alumbraba una llama de esperanza.
Las lecciones aprendidas
Las campañas antipolio introdujeron en España, entre otras cosas, el concepto de cobertura total a todos los niños, lo que dio paso a la implantación de los calendarios de vacunación que, adoptados por las autoridades sanitarias y aceptados por la población, han conducido al control de muchas enfermedades infecciosas.
Otra consecuencia del éxito de la Campaña Piloto de Vacunación fue la creación en España del primer instituto de investigación de enfermedades producidas por virus, el Centro Nacional de Virología y Ecología Sanitarias, con sede en Majadahonda y donde, además de continuar los estudios sobre polio y otros enterovirus, se desarrollaron estudios sobre virus respiratorios y exantemáticos, tales como el de la gripe, el sarampión, la rubéola y la parotiditis, que dieron lugar a la implantación de las vacunas correspondientes.
En el caso de la gripe, como Centro Nacional de Gripe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), comenzó la vigilancia de esta enfermedad y de las nuevas variantes que se seleccionaban naturalmente por mutación o por mezclas genéticas originando las pandemias.
En fin, las enseñanzas de aquella época permiten reflexionar sobre la mejor utilización de los recursos, en general escasos, y el valor del factor humano que debe esforzarse en generar confianza en la población para conseguir la respuesta más eficiente ante cualquier situación.
Muchas veces los recursos limitados bien utilizados pueden proporcionar resultados asombrosos. Hoy, muchas situaciones frente a la covid-19 me hacen reflexionar sobre la dedicación y el heroísmo de tantos luchadores anónimos de trabajos esenciales, tanto sanitarios como de apoyo social, tan necesarios como los primeros.
A ellos quiero dedicar este pequeño pero sincero recuerdo.
Rafael Nájera vacunó a la primera niña en España con la vacuna de Sabin y años después firmó el certificado de la Organización Mundial de la Salud de eliminación de la poliomielitis en Europa. Fue el primer director del Instituto de Salud Carlos III.
Primera fecha de publicación de este artículo: 23/06/2021