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MALDITA CIENCIA

Por qué la incidencia acumulada por sí sola no es suficiente para decir que estemos viviendo un junio peor que el de 2020

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Desde el comienzo de la pandemia hemos utilizado distintos indicadores para poder evaluar, más allá de las percepciones personales subjetivas, cómo evolucionaba la situación, si mejoraba o empeoraba, o en qué momentos era oportuno endurecer o flexibilizar las distintas medidas tomadas para controlar la pandemia.

Uno de ellos, y el principal durante muchos meses, ha sido la incidencia acumulada (IA), generalmente a 14 días; esto es, el número de casos diagnósticados por cada 100.000 habitantes en las dos semanas anteriores. Ante el crecimiento de esa cifra se podía asegurar que la situación iba a peor y las medidas debían ser más restrictivas, y al descender la cifra podíamos interpretar que la situación iba a mejor y algunas medidas podían hacerse menos estrictas.

¿Estamos mucho peor que hace un año?

En base a la IA, podría decirse que en un momento determinado estamos en una situación peor en este mes de junio de 2021 de lo que lo estuvimos en 2020. De hecho, si comparamos los informes del Ministerio de Sanidad del 1 de junio de 2020 y del 1 de junio de 2021, podríamos llegar a esa conclusión.

1 Junio 20201 Junio 2021
Casos diagnosticados del día previo712.151
IA de los últimos 14 días2,350,54
Informes diarios publicados por el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad

Según esas cifras, ahora mismo la situación en España sería varias veces peor que hace un año. Sin embargo, la IA no es la única métrica que mide el impacto de la pandemia, y con la vacunación masiva (al cierre de este lunes 7 de junio había más de 11 millones de personas en España con la pauta de vacunación completa, un 23,2% de la población) tener esto en cuenta es imprescindible si queremos calibrar bien cómo avanza la situación.

Más IA y más ingresos pero menos de la mitad de fallecidos

Durante el año 2020, la incidencia acumulada era un indicativo que llevaba directamente relacionadas otras cifras, como el número de ingresos hospitalarios y el número de fallecidos por COVID-19: a mayor número de casos diagnosticados había también un mayor número de casos graves y un mayor número de muertes. Las vacunas han cambiado esta relación.

Las vacunas aprobadas por el momento por la Agencia Europea del Medicamento (Pffizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen) lo hicieron con unas cifras que avalaban su eficacia especialmente ante el riesgo de desarrollo de una COVID-19 grave y especialmente ante el riesgo de muerte por COVID-19, aunque sin poder asegurar todavía que son capaces de detener la transmisión (cada vez más indicios apuntan a que al menos pueden reducirla, aunque no está confirmado por ahora). Esto quiere decir que la IA puede ser más alta o más baja, pero ya no va en relación directa con el número de personas fallecidas por la enfermedad.

1 de junio de 20201 de junio de 2021
Número de hospitalizados (14 días)9083.302
Casos en la UCI74380
Fallecidos749343
Fuente: Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III https://cnecovid.isciii.es/covid19/#documentaci%C3%B3n-y-datos

A medida que los sectores más vulnerables de la población van quedando protegidos, hemos visto un descenso en las hospitalizaciones y el número de muertes, como recuerda a Maldita Ciencia la viróloga Sonia Zúñiga, investigadora de coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología. “También se debería notar (como ya está pasando) que, cuando aparezcan brotes entre población vulnerable (por ejemplo, en residencias) los infectados tengan síntomas leves o incluso sean asintomáticos”, añade.

¿Tendrá sentido hablar de incidencia acumulada a medida que avance la vacunación en los sectores más vulnerables?

“Es esperable que, a medida que la vacunación en los grupos de riesgo avance, las cifras de incidencia se desvinculen de su correlato con la saturación de los hospitales”, explica a Maldita Ciencia Mario Fontán, MIR de Medicina Preventiva y Salud Pública. “Ya no esperaremos que se den tantos ingresos a nivel hospitalario, aunque los seguirá habiendo porque no solo ingresan las personas mayores o con comorbilidades”, recuerda. 

El epidemiólogo Pedro Gullón coincide con este planteamiento: “Efectivamente, llegará un momento en que los aumentos de transmisión tendrán menos impacto en la ocupación hospitalaria y en los fallecidos”. 

En palabras del epidemiólogo, eso sería muy positivo. “Las medidas que se toman son precisamente para impedir esto: por un lado, las consecuencias de la COVID-19 (fallecidos) y, por otro, las consecuencias de la saturación hospitalaria en otras enfermedades y patologías. Si la población más vulnerable no desarrolla COVID-19, la enfermedad pasaría a ser algo mucho menos grave socialmente”, opina. 

Fontán incide en que existen dos elementos que no debemos olvidar. Por una parte, que un menor riesgo de colapso sanitario “no quiere decir que la ocupación hospitalaria y de UCI sea de una magnitud que, aunque baja comparándola con los peores momentos de la pandemia, pueda restar recursos a la atención de otras patologías que en una situación de no-pandemia serían atendidas”. 

Por otro lado, no cree que sea adecuado desplazar el foco de lo hospitalario, sino ampliarlo para incluir a la Atención Primaria en nuestra mirada a la situación epidemiológica. Esto se debe a que también desempeña un papel fundamental en el seguimiento y manejo de otras patologías que no tienen que ser desatendidas.

¿Qué indicadores o qué uso de ellos podrán señalarnos cómo evoluciona la pandemia una vez aumente el porcentaje de población vacunada? 

Llegado este momento, la incidencia acumulada, por sí sola, puede no ser suficiente para proporcionar toda la información necesaria a la hora de elaborar medidas. Es por eso por lo que se complementa con otros datos, como la ocupación hospitalaria o la cifra de fallecidos. Estos, según los expertos consultados por Maldita Ciencia, irán adquiriendo importancia a medida que avance la vacunación de las personas más vulnerables.

A medida que la correlación entre la incidencia acumulada y el colapso hospitalario disminuyese y en opinión de Fontán, se podría tratar de afinar en qué grupos determinados se están produciendo los casos. De esta manera, enfocar los recursos hacia colectivos que, por sus características sociodemográficas, laborales u otras, pudiesen estar sufriendo más la pandemia cuando el resto de la población esté vacunada. 

“No hay que olvidar que las personas de menor renta, con trabajos más precarios, son las que más riesgo tienen de contagio y de sufrir las consecuencias sociales y económicas de la pandemia y de la infección. Creo que a estos grupos más vulnerables es donde habría que destinar recursos para que la desigualdad que sufren sea un vector de transmisión que genere ‘bolsas de contagio’”, opina Fontán. “En resumen, creo que a medida que la vacunación aumente, los indicadores importantes serán menos poblacionales y más de afinar dónde se está produciendo esa transmisión para afinar las medidas y los esfuerzos”, concluye.

En opinión de Juan Bosco Trigueros, enfermero experto en epidemiología e investigación clínica por la Escuela Andaluza de Salud Pública y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, la incidencia acumulada a 14 días seguirá siendo válida. Ahora bien, intuye que, cuando al menos un 80% de la población esté vacunada, este dato se dejará de utilizar, ya que “no es ‘políticamente rentable’ trasladar a la población unas cifras iguales o peores que las actuales por su difícil comprensión”. 

“Te pongo un ejemplo, una vecina decía que ella no se creía las cifras que daban las autoridades porque salían más casos en la incidencia acumulada que habitantes tenía el pueblo. Explicarle que esa cifra sería el número de casos que el pueblo tendría si su población fuera de cien mil habitantes no es tarea fácil”, cuenta Bosco. 

Por ello coincide en que quizás lo más objetivo sea el número de ingresados en los hospitales y el número de camas de UCI ocupadas por enfermos de COVID-19, así como la mortalidad y letalidad.

Para Gullón, será necesaria una mezcla de todos los indicadores base. “Por un lado, los indicadores de transmisión (incidencia acumulada, también por grupos de edad, positividad...) nos hablan del control de la transmisión, y eso es muy importante. Pero, para saber el impacto que esa transmisión tiene, se complementa con fallecidos, ocupación, ocupación de UCIS… Pero esto es así y en todos los momentos de la pandemia. No debemos fijarnos nunca en un solo indicador, porque aporta información parcial”, advierte.

El número más importante será el porcentaje de personas vacunadas, según Víctor Jiménez Cid, catedrático del departamento de Microbiología y Parasitología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro de la Sociedad Española de Microbiología (SEM). Bajo su punto de vista, solo cuando lleguemos a una cobertura máxima de vacunación podremos dejar de estar pendientes de la incidencia, porque solo veremos casos importados y tendremos la posibilidad de aislarlos y controlarlos. 

“La incidencia acumulada ya no serviría como un parámetro predictivo de cómo van a evolucionar los ingresos y el porcentaje de enfermos COVID en camas UCI, o al menos con la referencia de los primeros picos, pero seguirá siendo la referencia de en qué medida está circulando el virus y deberemos seguir atentos a ella”, recuerda el experto. 

En general, Pepe Alcamí, virólogo e investigador del Instituto de Salud Carlos III, es optimista con respecto al impacto de las vacunas. “Ya lo estamos viendo”, apunta. Sin embargo, recuerda la importancia de la precaución en periodos críticos, como el verano. 

“Sería un error pensar que, como los vulnerables están protegidos, hemos vencido al coronavirus y podemos viajar, consumir y tomar cañitas sin límite alguno”, advierte Alcamí. “Todavía habrá que mantener medidas para que la incidencia del virus no se dispare y aguantar hasta otoño, cuando el 80% de la población esté vacunada para poder relajarnos”, concluye.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes el maldito Juan Bosco Trigueros, enfermero experto en epidemiología e investigación clínica.

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