“Cualquier vacuna que necesita ser transportada y almacenada a -80 grados centígrados no es una vacuna. Es un agente que transmite material genético, mantenido vivo para que pueda entrar en tus células. No dejes que te engañen. Esto es manipulación genética del ser humano en una escala masiva”. Esto afirma una captura de un tuit que circula por redes sociales. Pero es un bulo.
La vacuna de Pfizer, la primera en ser aprobada contra el coronavirus SARS-CoV-2, necesita ser almacenada y transportada a -80 grados centígrados. Esta vacuna es de ARN mensajero, como la de Moderna, aunque esta se mantiene estable hasta seis meses a -20 grados centígrados. Pero, como ya explicamos, las vacunas contra el coronavirus no pueden cambiar nuestro ADN. Tampoco las de ARN mensajero.
Además, no es la primera vacuna que necesita almacenarse a esa temperatura. La vacuna del ébola también necesita ser mantenida a -80 grados centígrados, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
No hay ninguna evidencia de que las vacunas de ARN mensajero no sean seguras y no alteran nuestro ADN: sólo hacen que produzcamos una proteína del virus
Las vacunas de ARN mensajero introducen una secuencia de ARN con las instrucciones para producir el antígeno en nuestras células. De esta forma se entrena al sistema inmune para que reconozca los patógenos que causan enfermedades y así pueda defenderse de ellas. Lo que hacen las vacunas de ARN mensajero es, en vez de introducir en el organismo un patógeno atenuado o una parte de este, insertar las instrucciones para que sea nuestro propio organismo el que produzca el antígeno (en este caso una proteína) que desencadene la reacción del sistema inmune.
Como explicaba a Maldita Ciencia Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología y presidente del Comité de Ética del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), "al utilizar ARN mensajero estas vacunas le están proporcionando a las células las instrucciones para que estas fabriquen proteína S del coronavirus. Nada más. Estas moléculas de ARN mensajero son extraordinariamente lábiles [frágiles], y desaparecen muy rápidamente tras ser usadas para producir proteína S. Por eso hay que mantenerlas congeladas a tan baja temperatura".
Montoliu descarta que estas moléculas vayan "a insertarse en nuestro ADN, que sería la única manera de que nuestras células acabaran modificadas genéticamente, es decir, que se convirtieran en transgénicas. El ARN se administra, se usa y desaparece, se destruye y degrada por la propia célula, y ahí acaba su viaje".
No hay evidencias de que estas vacunas no sean seguras y no se hacen con patógenos inactivados ni con partes de esos patógenos, así que no contienen componentes infecciosos, y además tampoco modifican nuestro ADN causando daños aún desconocidos: las vacunas de ARN mensajero no podrían de ninguna forma interferir en la secuencia de ADN de nuestras células.
El motivo es que, a diferencia del ADN que se encuentra en el núcleo de la célula, el ARN se encarga de llevar las instrucciones a la maquinaria celular que se encuentra fuera del núcleo. Por eso, tal y como explican los autores de un artículo publicado en la revista Journal of Immunology Research, "el ARN no necesita entrar en el núcleo durante el proceso y por eso no hay riesgo de que se integre en el genoma".
"Modificar el ADN sería como añadir un ingrediente extraño en una receta que ya existe, lo cual podría suponer que el plato resultante sea distinto. PeroSusp inyectar ARN sería como añadir de forma temporal una nueva receta en el libro de cocina sin tocar las que ya tiene el libro, y por tanto no habría cambios inesperados en las recetas previas", explican los autores de un artículo publicado en la web de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).
También han desmentido este mensaje los compañeros verificadores de Estados Unidos Check Your Fact, miembros de la International Fact-Checking Network (IFCN).
Primera fecha de publicación de este artículo: 24/12/2020