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MALDITA CIENCIA

Ni cambian el ADN ni se fabrican con células de fetos abortados: bulos y desinformaciones de las vacunas contra la COVID-19

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Claves
  • Las vacunas no tienen forma de alterar el ADN: el ARN mensajero no entra en contacto con el material genético ni lo modifica
  • En la investigación de algunas vacunas se usan líneas celulares obtenidas hace décadas a partir tejidos de fetos abortados, pero las células que se usan actualmente nunca han formado parte de un feto
  • No hay evidencias de que Bill Gates sea propietario de una patente de coronavirus ni que financie vacunas que porten microchips
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Desde el inicio de la pandemia de coronavirus circulan desinformaciones sobre las vacunas contra la COVID-19. Por ejemplo, se han viralizado vídeos y publicaciones que afirman que estas vacunas alterarán nuestro ADN y están fabricadas a base de células de fetos abortados. También mensajes que afirman que Bill Gates ha financiado vacunas que portan microchips para "controlar la población mundial". Ninguna de estas afirmaciones es cierta. Os lo explicamos. 

No, las vacunas de ARN mensajero no alteran nuestro ADN

En las últimas semanas se han compartido en redes sociales mensajes que afirman que las vacunas de ARN mensajero alteran nuestro ADN. Es un bulo. Las vacunas de ARN mensajero no podrían de ninguna forma interferir en la secuencia de ADN de nuestras células, tal y como os hemos explicado en Maldita Ciencia. 

Las vacunas de Moderna y de Pfizer frente a la COVID-19 son de ARN mensajero. Este tipo de vacunas introducen una secuencia de ARN con las instrucciones para producir el antígeno (sustancia que provoca que el sistema inmunitario produzca anticuerpos contra sí mismo) en nuestras células. De esta forma se entrena al sistema inmune para que reconozca los patógenos que causan enfermedades y así pueda defenderse de ellas.

Lo que hacen las vacunas de ARN mensajero es, en vez de introducir en el organismo un patógeno atenuado o una parte de este, introducir las instrucciones para que sea nuestro propio organismo el que produzca el antígeno (en este caso una proteína) que desencadene la reacción del sistema inmune.

Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología y presidente del Comité de Ética del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), descarta que estas moléculas vayan "a insertarse en nuestro ADN, que sería la única manera de que nuestras células acabaran modificadas genéticamente, es decir, que se convirtieran en transgénicas”. “El ARN se administra, se usa y desaparece, se destruye y degrada por la propia célula, y ahí acaba su viaje", explicaba a Maldita Ciencia.

Por lo tanto, no es cierto que las vacunas de ARN mensajero puedan hacer que seamos "un ser transgénico", tal y como indica en este vídeo una persona llamada Fernando López-Mirones que se presenta como biólogo y divulgador. También está llena de falsedades la cadena de WhatsApp atribuida a Robert F. Kennedy Jr. que dice que las vacunas de ARN "representan la manipulación genética" y causan "daño genético irreparable".

Y tampoco son ciertas las afirmaciones del vídeo en el que 160 supuestos médicos "desaprueban la vacuna anticovid" porque "cambiará nuestro ADN". Además, dichas personas aparecen por videollamada en un programa y no son identificadas adecuadamente así que no es posible saber si realmente son médicos.

No, la vacuna del coronavirus no "se fabrica a base de células de fetos abortados" 

Algunos contenidos que se han compartido en las últimas semanas en redes señalan que las vacunas contienen células de animales y de "niños abortados". Por ejemplo, ha circulado una imagen que indica que la posible vacuna contra la COVID-19 que está desarrollando AstraZeneca lleva entre sus ingredientes "tejido pulmonar de varón caucásico abortado de 14 semanas".

Sin embargo, no es cierto que las vacunas contengan células de fetos abortados. Para generar la versión debilitada de los virus utilizados en las vacunas (los que harán que nuestro sistema inmune "aprenda a pelear" contra esa amenaza externa) hay que cultivarlos. Eso no puede hacerse en cualquier superficie, ya que estos necesitan células a las que infectar para sobrevivir.

Teniendo en cuenta que utilizar animales vivos en investigación científica tiene algunos inconvenientes (coste, logística, homogeneización de los resultados y riesgo de contaminación del resultado con otros microbios), la opción más eficiente para la producción de las vacunas es el uso de cultivos celulares, es decir, células (de procedencia animal o humana) que se cultivan en un medio artificial de forma controlada.

Para ello se extrae una muestra de tejido de un órgano que contiene distintos tipos de células con distintas características. A partir de ahí se depuran y seleccionan aquellas células concretas que interesen para la investigación. Las células resultantes (que son descendientes de las que estuvieron en el órgano del que se extrajo la muestra directa pero nunca formaron parte de él) se pueden reproducir un determinado número de veces creando así una línea celular que permite investigar con ellas incluso cuando las células originales ya han muerto.

Existen algunas líneas celulares ampliamente conocidas, como la HeLa, cuyo origen es parte de un tumor de una mujer llamada Henrietta Lacks en la década de 1950, y la WI-38 y MRC-5, que proceden de tejidos extraídos de dos fetos resultado de dos abortos (realizados por motivos médicos) en 1961 y 1966 respectivamente. 

Es cierto que el uso de líneas celulares humanas es un debate ético, pero  las células que se han empleado para el desarrollo de vacunas y las que se estén empleando para la investigación de la posible vacuna para la COVID-19 nunca han formado parte de los tejidos del feto original. Puedes consultar más información en este artículo.

De los microchips en las vacunas a la patente del coronavirus: los bulos que utilizan a Bill Gates para desinformar sobre la COVID-19

Algunas desinformaciones intentan relacionar a Bill Gates y a su fundación con el origen del virus y con supuestas vacunas contra la COVID-19 creadas para controlarnos. Como ya os hemos contado en Maldita Ciencia, no es cierto que Bill Gates haya dicho que más de 700.000 personas morirán por la vacuna del coronavirus ni que haya financiado vacunas que portasen microchips o nanobots para "controlar la población mundial".

Para sostener este tipo de teorías, se sacan de contexto las respuestas que Gates dio en una sesión de preguntas que ofreció en la red social Reddit. En ella, uno de los usuarios  preguntó por los cambios que se tendrían que hacer en la forma en que operan las empresas para mantener la economía y proporcionar distanciamiento social. Gates respondió: “La cuestión de qué empresas deberían continuar es complicada. Ciertamente, el suministro de alimentos y el sistema de salud (...) Eventualmente tendremos algunos certificados digitales para mostrar quién se recuperó o se hizo la prueba recientemente o, cuando tengamos una vacuna, quién la recibió”. Esta fue la respuesta completa, sin ninguna mención a microchips ni nanobots, pero que se sacó de contexto para servir de soporte a diferentes teorías de la conspiración.

Además, no hay pruebas de que Gates sea el propietario de la patente del actual brote del coronavirus ni de que haya escrito una carta en la que diga que el coronavirus es "el gran corrector" y que "está aquí para enseñarnos unas lecciones que parece hemos olvidado". 

“Menos bulos, más rigor científico” es un proyecto de DKV Salud con contenido editorial de Maldita.es.

Primera fecha de publicación del artículo: 17/12/2020.

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