CLAVES
- Es falso que las mediciones que se ven en los vídeos demuestren que la mascarilla sea dañina para la salud.
- En los vídeos se mide solamente el aire que queda entre la boca y la mascarilla. Esto no da información real del aire que respiramos.
- Las mascarillas no son estancas y no frenan los gases: al respirar hacemos entrar oxígeno y salir dióxido de carbono.
- El aire que exhalamos siempre tiene más CO2 y menos oxígeno, por eso el nivel de oxígeno se mide en la sangre, no en el aire.
- Hay normas estrictas que las mascarillas tienen que cumplir, entre las cuales que permitan la respiración correcta.
- Las mascarillas no causan hipoxia, si las causaran todo el personal médico estaría enfermo.
Se ha viralizado un vídeo en el que una persona mide el nivel de dióxido de carbono debajo de la mascarilla de otra persona y se ve cómo aumenta respecto al aire de la habitación. Aunque en teoría esa medición que realiza podría usarse como una prueba de que las mascarillas no son saludables ya que impiden que respiremos bien, no es así. Además, es imposible asegurar que el experimento se realice realmente. Os lo explicamos.
El aire que exhalamos siempre tiene menos oxígeno y más CO2, por eso el oxígeno siempre se mide en la sangre
Según la médico y técnico superior en prevención riesgos laborales Arancha Santos Bertrán de Lis, maldita que nos ha prestado sus superpoderes, “este experimento no es válido”.
Según ella, “con la mascarilla puesta puede estar midiendo el aire exhalado el cual, lógicamente, tiene menos O2 (oxígeno) y más CO2 (dióxido de carbono), tanto con mascarilla como sin ella. Ni siquiera –añade– sabemos dónde está colocando realmente el tubo. Además, para que un experimento sea válido, habría que hacer varias tomas, en varios puntos distintos, en diferentes momentos del día, en varias personas. La prueba de respirabilidad de las mascarillas se hace precisamente así. Una medida puntual puede ser debida a cualquier cosa. Lo que tendría que medirse es la saturación de oxígeno en sangre”, dice. Eso es lo que muestra el doctor Eric Ball en la fotografía que acompaña este tuit.
Esta medición se hace utilizando un pulsioxímetro, el instrumento con forma de pinza que permite la medición no invasiva del oxígeno transportado por la hemoglobina en el interior de los vasos sanguíneos. Este se coloca en una parte del cuerpo que sea relativamente translúcida y tenga un buen flujo sanguíneo, como es el caso de los dedos de la mano. Os explicamos más sobre estos aparatos y su función aquí.
Como explica Santos Bertrán, “el CO2 que se expulsa no tiene nada que ver con el oxígeno que haya en el aire. Durante la exhalación, lógicamente, al lado de la boca habrá más CO2, pero la cuestión es que la mascarilla no dificulta el paso de ese CO2 hacia el exterior, ni del O2 hacia el interior, dado que las moléculas de ambos gases son muy pequeñas, muchísimo más que las del virus, y las mascarillas están diseñadas para que los gases pasen. Además, si hablamos de mascarillas quirúrgicas, estas no cierran herméticamente”.
Según Gonzalo Guerra, técnico e ingeniero de la empresa Casella España, que importa y comercializa estos aparatos en nuestro país, se está haciendo una medición en un espacio muy reducido (únicamente el que está contenido entre la piel y la mascarilla) y que eso condiciona el resultado: "Cuando se exhala el aire de la respiración, se expulsa CO2, desplazando el O2 que se encuentra en el interior de la mascarilla. Hay que tener en cuenta que este espacio es muy pequeño y, por lo tanto, al exhalar se llena de CO2. En cambio, al inspirar, cogemos parte del CO2 que se ha quedado en el interior de la mascarilla pero también O2 del exterior de la misma”, aclara.
Todas las mascarillas tienen que superar un test de respirabilidad y ajustarse a normas de seguridad
La investigadora ambiental Maria Cruz Minguillón del Instituto Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) recuerda que “a las mascarillas quirúrgicas se someten a pruebas de resistencia a la respirabilidad, una medida que garantiza que se puede respirar adecuadamente con ellas puestas y que por tanto la resistencia al paso de los gases es adecuada. El oxígeno obviamente es un gas y por tanto con una mascarilla de este tipo se puede respirar perfectamente”.
Además, añade esta científica, “a las mascarillas FFP2 y FFP3 se las somete a un test de concentración de CO2 en el aire inhalado según la norma EN149. Esto está directamente relacionado con la cantidad de O2 que puede haber. Dichas mascarillas cumplen con los requisitos de la norma y por tanto aseguran que se pueda respirar adecuadamente al llevarlas”.
“Si fuese cierto los cirujanos que operan durante horas estarían muertos” NOx
Como ya hemos explicado aquí, de hecho las mascarillas filtran partículas, no gases. Es decir que, aunque puedan retener el vapor de agua, dejan pasar el O2 y el CO2 para permitirnos respirar.
“Si fuera cierto [que las mascarillas causan hipoxia], los cirujanos que intervienen durante varias horas, estarían muertos y no solo cansados”, contaba a Maldita Ciencia María Elisa Calle, experta en Epidemiología y Salud Pública y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.
Lo mismo señala Fernando Usera, investigador del Servicio de Bioseguridad del Centro Nacional de Bioseguridad (CNB-CSIC), “las mascarillas las utilizan durante muchas horas al día muchos profesionales sanitarios, y no se ha registrado nunca ningún problema de falta de oxígeno, y menos aún las quirúrgicas. Si causaran hipoxia, todo el personal sanitario estaría enfermo”, y explica que sí hay algunas personas que no pueden llevar las mascarillas porque tienen problemas respiratorios graves, nos dice Usera, pero eso no tiene nada que ver con el oxígeno. Y añade que las mascarillas son “barreras físicas contra aerosoles y gotas de saliva, no para el oxígeno o cualquier otro gas, cuyas moléculas tienen un tamaño mucho menor”.
Ante el agobio: mascarillas quirúrgicas mejor que FFP2 y, si es necesario, un breve descanso (siempre en un lugar ventilado y donde haya suficiente distancia interpersonal)
En cuanto a la sensación de agobio que pueden provocar las mascarillas, que Usera admite sentir a veces también, apunta a que pueda ser sobre todo “psicológico” y aconseja de vez en cuando quitarse la mascarilla en una situación donde haya suficiente distancia y en un sitio ventilado y “tomar un breve descanso” antes de volvérsela a poner.
Es cierto que según el Boletín Oficial del Estado (BOE), las personas que tienen una insuficiencia respiratoria crónica, están exentas de llevar las mascarilla. Como explicamos aquí, esto es para que puedan ventilar bien, que no se produzca fatiga y para evitar cualquier caída de oxígeno o retención de carbónico.
Como indicaba la neumóloga Olga Mediano a Maldita Ciencia en ese artículo, “en una persona sana esto no ocurre porque la mascarilla no es absolutamente cerrada, sino que tiene cierto grado de ventilación. Que el carbónico se retenga o vuelva a entrar al cuerpo y se eleve en la sangre en una persona con unos pulmones sanos y con una mascarilla normal, que no es cerrada, sería muy raro”.
La maldita Santos Bertrán añade que por ejemplo, “en el asma bronquial se produce una limitación al flujo aéreo por estrechamiento de las vías aéreas, por lo que los pacientes pueden requerir un mayor esfuerzo para respirar. Si además se pone mascarilla, podría incrementarse aún más el esfuerzo requerido, aunque esto sería solo en algunos casos. De hecho, está indicado que los asmáticos también se protejan con mascarilla cuando puedan. En las personas sin dicha dificultad respiratoria la mascarilla puede resultar incómoda pero no requiere un gran esfuerzo respiratorio que pueda llevar al agotamiento. La sensación de ahogo que de vez en cuando podamos sentir puede ser debida a la propia incomodidad, a la ansiedad, al calor, o a la sensación de claustrofobia”.
Además, Marián García, farmacéutica y divulgadora, recuerda que las mascarillas tipo FFP2 o KN95, al tener un mayor ajuste facial y ser más oclusivas pueden resultar más incómodas para algunas personas. “Una mascarilla quirúrgica o higiénica suele ser más agradecida en este sentido”, indica.
La OMS en un documento con consejos sobre el uso de las mascarillas sí que entre las potenciales desventajas menciona que “según la mascarilla utilizada, se podrían causar dolores de cabeza y dificultad en respirar”, además de una “potencial incomodidad”, pero no existe ninguna evidencia de que cause hipoxia.
Para redactar este artículo nos han prestado sus superpoderes la médico Arancha Santos Bertrán de Lis.
Fecha de primera publicación: 15 de septiembre de 2020.
Primera fecha de publicación de este artículo: 25/09/2020