Septiembre y la vuelta al cole, año sí y año también, son la pareja más comentada del final del verano. Pero este, en plena pandemia, son además la comidilla de fin de vacaciones y reincorporación a la rutina. Mantener la distancia de seguridad entre los más pequeños, organizar las clases en base a grupos reducidos y asegurarse de que mantienen una higiene personal adecuada y usan la mascarilla son algunas de las medidas recomendadas para reducir el riesgo de contagio en las clases. También la correcta ventilación de las mismas, para minimizar la posible carga vírica que pudiese circular en el ambiente.
"Sobre cualquier espacio de trabajo deben regir una serie de condiciones ambientales mínimas que aseguren que el aire no se vicie", explica a Maldita Ciencia Borja Gómez, técnico superior en prevención de riesgos laborales y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. "Estas son bastante técnicas y dependen de la velocidad de renovación del aire de las estancias", continua Gómez y añade que, por ese motivo, es complicado afirmar cuánto tiempo es necesario mantener las ventanas abiertas en una clase para garantizar una buena ventilación. En Maldita Ciencia te contamos cómo intentar hacerlo lo mejor posible.
Pautas básicas para la ventilación en la vuelta al cole
A pesar de que parece una premisa evidente, lo más importante para minimizar el riesgo de contagio en el aula es asegurarse de que ningún niño acuda al centro escolar si está enfermo y que, si no lo está, cumpla con las normas de higiene.
"Para que pueda haber una infección tiene que haber virus circulando y los virus los llevan las personas, no 'el aire'", recuerda a Maldita Ciencia Maria Teresa Bernal, especialista en medicina comunitaria y del trabajo y en prevención de riesgos y epidemiología laboral, además de maldita que nos ha prestado sus superpoderes. "También hay que perder el miedo a abrir las ventanas y a las corrientes de aire: los niños se resfrían cuando hay virus circulando, no por el mero hecho de respirar aire frío", añade.
Perfecto: puertas y ventanas abiertas. Ahora bien, ¿cómo?, ¿durante cuánto tiempo?, ¿cuántas veces? Según Bernal, entre clase y clase siempre se debe ventilar, todo el tiempo que dure el cambio de clase. "Y, si la densidad de ocupación del aula, es alta se debería dejar alguna puerta o ventana abiertas. Así garantizamos una renovación periódica o continua con aire exterior que arrastre, no solo los coronavirus sino otros gérmenes y olores y reduzca la concentración del CO2 que emitimos al respirar", señala la experta.
Bernal añade que, por ejemplo, en el caso de las aulas alemanas, existen detectores de CO2 que pitan cuando la concentración del gas llega a determinados niveles. "Suena a despropósito energético, sobre todo en invierno: cuando por fin ha entrado en calor la habitación vamos y abrimos la ventana", asume. "Pero de nada sirve tener un aula calentita si se ponen enfermos la mitad de los niños", incide.
Para que el reencuentro con las aulas suponga el menor riesgo posible, la Escuela TH Chan de Harvard de Salud Pública propone a través de esta guía cinco pasos para ventilar las clases y espacios cerrados de manera adecuada y efectiva (esta vez, además, cuantitativa).
1. Medir las dimensiones del aula
Para saber el volumen de la sala que se quiere ventilar, basta con multiplicar lo que mide esta de ancho por lo que mide de largo y por sus medidas de alto, hasta el techo de la habitación. También hay que tener presente el número de ventanas, su dimensión y cuánto ocuparán al abrirse.
La guía también contempla el caso de que la clase no sea regular, de que tenga techos abovedados o inclinados, recovecos o varios elementos empotrados, para que no haya problemas al obtener las medidas necesarias para los cálculos, sea como sea el aula.
2. Comprobar que el sistema de ventilación funciona y en qué dirección mueve el aire
Una vez se conoce el volumen de la clase, hay que asegurarse de que el sistema de ventilación esté encendido y fijarse en la dirección del flujo del aire. Según la guía, hay dos formas de hacerlo: comprobándolo a través del sonido que emite o de forma visual.
Para la comprobación de audio, basta con escuchar el sonido que sale del sistema y los ventiladores. Para la visual, usar un trozo de tela ligero, o un indicador de nube de polvo. Como es de suponer, en caso de que se esté suministrando aire, la nube de polvo o el trozo de tela se moverán lejos del ventilador; si se está extrayendo, al contrario: la rejilla del ventilador los succionará.
Por otro lado, la guía proponer poner un pañuelo de papel debajo de la puerta. En función de la dirección hacia la que la corriente lo empuje, podremos saber si el aire tiende a entrar o a salir de la clase. "Obviamente, la dirección del flujo del aire determinará cómo se difunden los aerosoles, por lo que habrá que tener presente que exista una salida de este hacia el exterior del edificio y no hacia sus pasillos interiores", señala Gómez.
Además, hay que asegurarse de que el aire proviene del exterior o de una zona donde se renueve constantemente. "Si abro la puerta que da a un pasillo estrecho al que dan todas las puertas de todas las aulas, el aire se moverá por diferencia de temperatura y presión, pero no se va a renovar por otro libre de gérmenes", recuerda Bernal, quien explica que tampoco hay que tener miedo de las corrientes de aire, mientras no sean molestas: sentir cierto grado de corriente es la garantía de que el aire se está renovando.
3. Medir o estimar la tasa de ventilación de aire exterior
El tercer paso propuesto por la guía de Harvard consiste en seleccionar la opción para medir o estimar la ventilación del aula según la situación y tipo de sistema de ventilación concretos. A continuación y para llevarlo a cabo, la guía proporciona esta tabla y una explicación detallada para cada una de las situaciones.
Las mediciones y cálculos necesarios con los datos obtenidos los puedes consultar a partir de la página 10 de la guía.
4. Comparar resultados con objetivos
Una vez se haya obtenido el resultado en ACH (del inglés air changes per hour, cambios de aire por hora), es hora de compararlo con la siguiente gráfica. El resultado ideal en función de la ocupación que la guía considera como estándar (25 estudiantes por cada 100 metros cuadrados) es que se den, al menos, 5 renovaciones por hora.
5. Si es necesario, se deben considerar estrategias complementarias de limpieza del aire
En el caso de que el aula no alcance el objetivo de ACH, la guía de Harvard propone algunas estrategias complementarias.
La primera sugerencia es incrementar el aire exterior, ya sea a través de ventilación natural, abriendo puertas o ventanas; o mecánica, configurando el sistema de ventilación a la velocidad máxima de utilización de aire exterior que el sistema puede asumir según las condiciones de temperatura exterior.
La segunda, utilizar filtros especiales para el aire recirculado, que pueden ayudar a eliminar algunas partículas del aire que recircula a través del sistema y se redistribuye en las aulas. Por último, en caso de que el sistema mecánico no pueda acomodar un filtro de mayor eficiencia, propone usar limpiadores de aire portátiles con filtros HEPA (del inglés High Efficiency Particulate Air, filtro de aire de alta eficiencia).
"Mi consejo es siempre el mismo: eliminar la fuente de riesgo", apunta Gómez. "Como es evidente que no la podemos eliminar, a la hora de minimizarlo hay que dar importancia a las medidas colectivas, estructurales, que protejan en esta situación", continúa, y recuerda que el uso de mascarilla es complementario y nunca debe considerarse como única medida, ya que sólo protege de las consecuencias de la exposición, pero no evita que esta suceda. Según el experto, esta debe sumarse a otras precauciones como el aumento de las distancias y áreas de ocupación y la reducción del número de personas en las aulas para contribuir a minimizar el riesgo.
Para la redacción de este artículo, nos han prestado sus superpoderes los malditos Borja Gómez y Maria Teresa Bernal.
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Primera fecha de publicación: 11/09/2020.