Domingo por la mañana, horas de sueño de menos y alguna que otra copa de más. En Maldita Ciencia ya hablamos sobre los mitos y verdades sobre la resaca, pero esta semana nos habéis planteado un nuevo dilema: ¿está justificada esa gula de alimentos grasientos tras haber bebido alcohol? Eso, al menos, es lo que dicen algunos de los artículos por los que nos habéis preguntado.
El estudio al que hacen referencia es real (de hecho, puedes encontrarlo aquí). Sin embargo, además de que las conclusiones se han extraído de experimentos llevados a cabo en ratones, la investigación sigue una progresión diferente: sostiene que el incremento en el consumo de alcohol podría ser consecuencia del tipo de dieta y no al revés, como dan a entender los titulares.
De hecho, según se explica en el propio estudio, los resultados en ratones sugieren que el acceso limitado a dietas sabrosas o altas en grasa se corresponde con una mayor probabilidad de atracón en el momento en el que se tiene la opción de consumir este tipo de alimentos y, a su vez, con una mayor preferencia por las bebidas alcohólicas. A su vez, aquellos animales que mantienen constantemente una dieta alta en grasa, disminuyen voluntariamente el consumo de alcohol.
La investigación, publicada en 2019 en la revista de bioquímica The Faseb Journal, sugiere que la razón del abuso de alcohol y el "mono" de comida grasienta podría ser que ambos utilizan el mismo circuito cerebral.
"La obesidad y el alcoholismo, dos de los trastornos crónicos más comunes en Estados Unidos, podrían estar relacionados con que determinados comportamientos, como la ingesta de comida grasa y beber alcohol compulsivamente, utilicen el mismo neurocircuito", explican los autores de la investigación. La conclusión, según resume esta nota de prensa publicada en la plataforma EurekAlert!, es que beber alcohol afecta a las mismas áreas cerebrales que las que controlan la necesidad de comer en exceso (darse atracones).
Ahora bien, repetimos que las evidencias no están basadas en estudios en humanos, sino que los investigadores utilizaron tres grupos de 10 ratones. El primero de ellos tuvo acceso continuo a una dieta alta en grasas y acceso limitado a una mezcla de agua y alcohol. El segundo, mantuvo las condiciones con respecto al acceso alcohol, pero una dieta normal, propia de roedores. Por último, el tercero tuvo acceso limitado tanto a la dieta alta en grasa (con una dieta normal durante el resto del tiempo) como al alcohol. Fue este último grupo el que incrementó el consumo de alcohol y la preferencia por este frente al agua potable, mientras que el de los dos primeros se redujo.
Aunque no se han estudiado los efectos en humanos, las conclusiones tras este experimento sugieren que, en ratones, limitar el acceso a una dieta alta en grasa favorece los patrones de ingesta compulsiva, que a su vez activaría al cerebro para consumir alcohol.