Nos habéis preguntado por el origen de una de las tradiciones navideñas más extendidas: el árbol. Lejos de tener un inicio relacionado con la religión, los primeros ejemplares de lo que hoy conocemos como árbol de navidad proceden de tradiciones paganas anteriores al nacimiento de Cristo.
De hecho, según el divulgador Alfred López, una de las hipótesis es que este adorno festivo procede de la cultura celta. Esta civilización dividía los años en función de las horas de luz diarias: distinguían los días con luz y los días sin ella. Estos últimos, comenzaban con la llegada del solsticio de invierno, que coincidía con su año nuevo (y con la Natividad cristiana).
"Para tener suerte durante toda la época de nieves y de frío, consagraban esa suerte a un árbol, llamado Yggdrasil, conocido como el árbol del universo", explica en este vídeo López. "Estaba dedicado a Frey, el dios del sol y de la fertilidad. Por eso lo decoraban".
Como explica López, San Bonifacio, uno de los encargados de propagar la palabra de las sagradas escrituras a través de centro Europa hacia el norte en el siglo VIII, tomó este ejemplo de adorar a un árbol y lo incorporó al cristianismo. "Ya no solo explicaba el motivo (por qué y qué se celebraba en los días de Navidad: el nacimiento del niño Jesús) sino también que habría que poner unos cuantos elementos. Uno de ellos fue la transformación de ese árbol en un árbol decorado, dedicado al niño Jesús", apunta.
Se dice que el misionero taló el árbol y ofreció, en su lugar, un abeto: un árbol de paz que "representa la vida eterna porque sus hojas siempre están verdes" y porque su copa "señala al cielo", según explica este artículo de National Geographic.
Si eres fiel seguidor de esta tradición navideña y te has preguntado alguna vez qué tipo de árbol es el más adecuado, si uno natural o uno artificial. puedes echar un vistazo a este otro artículo de El País. La respuesta parece ser, en ambas opciones, un consumo responsable: si es natural, utilizar uno plantado o, en su defecto, replantarlo tras su uso.
Si es artificial, aprovecharlo hasta el final de su vida útil (ya que la huella de su producción es de 40 kg de dióxido de carbono, lo mismo que utilizar el coche 10 días y medio consecutivos para recorrer 20 km por jornada). ¿La opción más sostenible? Confeccionarlo tú mismo reutilizando materiales como cartón, telas, botellas o latas.
Primera fecha de publicación: 30/12/2019.
Primera fecha de publicación de este artículo: 30/12/2019