Es una conversación que siempre da pie a bromas e insinuaciones, la de que de progenitores con unos rasgos físicos marcados, por ejemplo, un color de piel o de pelo, nazca un bebé con otros rasgos igualmente visibles pero opuestos. De dos personas blancas nace un hijo negro, o de una pareja con ojos marrones nace una persona de ojos azules. Más allá de la broma, ¿es esto científicamente posible?
Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología especializado en el estudio de variaciones genéticas que producen enfermedades raras como el albinismo, nos ayuda a responder a esa pregunta: "La respuesta breve es sí. Matización: es muy improbable pero no imposible."
Montoliu nos explica que a día de hoy sabemos que nuestro aspecto fijo está determinado por unos 650 genes diferentes, y que distintos cruces y combinaciones es lo que hacen que una persona tenga aspecto negro o blanco, con todas las variaciones intermedias. "En población negra el conjunto necesario de genes se ha “fijado” mediante cruces y evolución,
pero no es imposible que la combinación necesaria se obtenga de una pareja blanca portadora de todas esas variaciones (que son mayoritariamente recesivas y pueden pasan desapercibidas en personas que solo sean portadoras) dando lugar a un hijo negro de dos personas blancas".
Existe un caso famoso de este fenómeno, ocurrido en los años 50 en Sudáfrica, en los años del Apartheid. Sandra Laing, de padres blancos, nació con la piel oscura y los rasgos característicos de una persona negra.
Algo similar ocurre con el color de ojos: centenares de genes juegan un papel en este rasgo, y es posible que una persona herede una de las combinaciones que da pie a un color de ojos concreto que ni sus padres ni sus abuelos ni otros antecesores hubiesen mostrado.
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