Hoy en día hay redes WiFi por todas partes y muchos nos habéis preguntado si son malas para la salud. ¿Hay algún mecanismo biológico que pudiera implicar que estas redes WiFi son un peligro para nuestra salud? La respuesta corta es no. Tras décadas de estudios no conocemos ningún mecanismo biológico por el que estas redes pudieran afectar a nuestra salud.
El único efecto biológico que tienen estas radiaciones electromagnéticas es un calentamiento de los tejidos. Sin embargo, en el caso de la WiFi, este calentamiento no es significativo a los niveles de exposición habituales. En las últimas décadas se ha explorado si podría existir algún otro mecanismo y no se ha encontrado ninguno que produjera efectos observables. Las WiFis trabajan a entre 10.000 y 100.000 veces por debajo de los niveles en los que esos efectos térmicos serían apreciables.
¿Qué tipo de radiaciones son las WiFi?
Las ondas del móvil o WiFi son el mismo tipo de radiación que emite el mando a distancia de la televisión, la luz que vemos con nuestros ojos o los rayos X. Todo es radiación electromagnética. Como explica a Maldita Ciencia el físico Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), “lo que las diferencia es la energía que transmiten de un lado a otro y eso diferencia los efectos que pueden producir”.
El físico añade que “diferenciamos dos grandes tipos de radiaciones: la no ionizante, que no tiene energía suficiente para interactuar y romper moléculas (como la luz visible, la del móvil, la de las redes WiFi, la de las ondas de TV y la radio) y la ionizante, que sí puede ser peligrosa debido a que porta energía suficiente como para romper nuestro ADN”.
Nájera explica que hay otro factor importante: la intensidad. “Podemos pensar en la radiación como un flujo de pelotitas, dependiendo de su energía serán más o menos gordas. Las pelotitas de menor tamaño nunca podrán romper un muro de hormigón (radiación no ionizante), en cambio las más gordas sí serán capaces de romperlo (radiación ionizante). Por muchas pelotitas pequeñas que lance contra el muro, no seré capaz de tumbarlo. Es el caso de radiaciones WiFi y de móvil. Solo podrá causar un efecto térmico a partir de cierta intensidad”.
Los posibles efectos biológicos de las radiaciones electromagnéticas se llevan estudiando desde hace más de medio siglo. Hay miles de estudios sobre el tema. Como explica el físico, “disponemos de un trabajo de 2013 en el que realizó una revisión sistemática seria de todas estas investigaciones sobre los posibles efectos sobre la salud”. ¿Cuáles fueron las conclusiones? “En condiciones normales no se han demostrado efectos sobre la salud”.
Nájera indica que este estudio se financió con fondos de la WiFi Alliance y el Mobile Manufacturers Forum, pero “ninguna de estas organizaciones participó en la investigación. Se llama declaración de intereses, por lo que uno hace una lectura aún más crítica si cabe”.
La exposición, muy por debajo de los límites de seguridad
En un estudio en el que se analizaron 21 trabajos científicos se concluyó que en nuestras casas la principal fuente de radiaciones electromagnéticas son los teléfonos inalámbricos. Las redes WiFi apenas aportan radiación de este tipo. En cualquier caso, las medidas de estas radiaciones en las casas determinó que la exposición total personal nunca superó el 0,004% del límite recomendado por la Agencia Internacional para la Protección frente a Radiaciones no Ionizantes (ICNIRP por sus siglas en inglés).
Nájera aclara que “la ICNIRP es una agencia independiente que, basándose en criterios y evidencias científicas, fija valores de exposición máxima”.
Todos los estudios y sistemas de vigilancia de los niveles de exposición que se utilizan en nuestro país y en Europa confirman que están decenas o cientos de miles de veces por debajo de los recomendados por la Organización Mundial de la Salud o la ICNIRP.
Algo que puede causar confusión es que en 2011 la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC por sus siglas en inglés), que forma parte de la Organización Mundial de la Salud, declaró las radiaciones electromagnéticas como un posible cancerígeno (grupo 2B). Sin embargo, esto se refiere al uso prolongado de teléfonos móviles, no a las redes WiFi, ante las que tenemos una exposición muy diferente. Nájera recalca que “estamos expuestos a niveles muy por debajo de los niveles de seguridad”.
¿Por qué hay movimientos antiWiFi?
A pesar de la contundente evidencia científica que demuestra lo contrario, son muchas las personas preocupadas por los posibles riesgos de las redes WiFi en la salud. Una encuesta de 2017 a más de 2.000 personas de países europeos reveló que al menos el 40% de los encuestados tenían algún tipo de preocupación al respecto, y más del 10% admitía una preocupación constante. Además, hay campañas privadas que incluso están abogando para que se deje de usar WiFi en los colegios.
¿Cuál es el motivo de estas campañas? Nájera nos da su opinión: “A principios de los 90, comenzaron los primeros movimientos antiantenas que han derivado en los actuales movimientos antiWiFi”. El físico añade que “todos ellos poseen una característica común: tras una alerta aparentemente bienintencionada mediante el uso de información sesgada o, directamente, interesada o falsa, se ocultan o desarrollan complejos negocios basados en el miedo y el desconocimiento”.
Este artículo es una colaboración mensual entre Maldita Ciencia y el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud.
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