Como ya es costumbre en nuestro Consultorio Científico, volvemos a tratar el tema de los alimentos milagrosos que curan hasta lo que aún no nos duele. Esta vez, el protagonista es el repollo. Nos habéis preguntado por este texto, que recoge una enorme variedad de supuestos beneficios del repollo, entre ellos que es un “antibiótico natural”. En otros sitios de la red se puede leer incluso que puede servir para sustituir con un producto natural a los medicamentos antibióticos. ¿Es esto verdad?
No, no lo es. Es cierto que algunos componentes del repollo, en concreto un compuesto llamado sulfóxido de S-metil-L-cisteína, han mostrado en experimentos en el laboratorio que son capaces de frenar el crecimiento de algunas bacterias. Pero eso está muy lejos de ser lo mismo que servir como sustituto de los antibióticos que tomamos cuando tenemos una infección (siempre bajo prescripción médica) por varios motivos.
El primero es que lo que se observa en experimentos en el laboratorio no siempre ocurre igual en el entorno real del cuerpo humano. El segundo es que las cantidades de principio activo que se encuentran en un medicamento están cuidadosamente calculados para asegurar el efecto deseado minimizando los posibles efectos secundarios, mientras que comiendo repollo, o cualquier otro alimento, no es tan fácil asegurar la eficacia debido a las pocas e irregulares cantidades de sustancia activa que se encuentra en el alimento.
El repollo es un alimento muy saludable que puede formar parte de una dieta equilibrada apropiada para personas que padezcan una infección a no ser que el médico indique lo contrario. Sin embargo, considerarlo como una alternativa natural a los antibióticos es un error.
Con respecto a sus supuestas propiedades contra el cáncer de mama, Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos y dietista-nutricionista, cuenta a Maldita Ciencia que, si tiramos del hilo de las referencias que proporciona el texto, es cierto que existe un estudio que relaciona el consumo de crucíferas (vegetales como la col, el repollo, el brócoli o la coliflor) después del diagnóstico de cáncer con una reducción en el riesgo de mortalidad por todas las causas y mortalidad asociada al cáncer de mama. Pero, aun en la misma, los investigadores concluyen que “no hay evidencia probada de asociación entre la ingesta de crucíferas tras el diagnóstico, y el pronóstico de cáncer de mama”.
“Es cierto que se están estudiando los potenciales efectos de estos compuestos sobre diversos tipos de cáncer, pero debe tenerse en cuenta que hablamos de fases muy preliminares y con limitaciones (estudios observacionales o en líneas celulares y ratones)”, explica Robles y añade que debe separarse el efecto de los compuestos activos aislados del que tienen si se consumen como parte de los vegetales completos. Aunque puede ser el punto de partida para abrir líneas de investigación posteriores.
“En definitiva, sabemos que una dieta rica en vegetales tiene un efecto preventivo en el desarrollo de numerosas enfermedades crónicas, entre las que están algunos tipos de cáncer (como recoge el World Cancer Research Fund). Pero no se puede hacer afirmaciones absolutas sobre un vegetal concreto y su efecto ‘beneficioso’ sobre una patología tan compleja como el cáncer”, concluye Robles.