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MALDITA CIENCIA

Biorresonancias, semen de ballena en cosméticos y la tumba más peligrosa del mundo: llega el XXXI Consultorio de Maldita Ciencia

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¡Feliz viernes, malditas y malditos! Bienvenidos una semana más a nuestro consultorio científico en el que tratamos de responder a algunas dudas sobre información y desinformación de ciencia y salud que circulan por las redes y también por nuestras ideas de toda la vida. Recordad que podéis hacernos llegar cualquier duda o mensaje que os huelan raros a través de Twitter, Facebook, nuestro WhatsApp (655 198 538) o por correo electrónico ([email protected]).

¿Sirve de algo tomar suplementos de omega-3?

Nos habéis preguntado por ello porque es una idea muy común y circulan muchas recomendaciones de este tipo por las redes sociales. ¿Qué dice la ciencia al respecto?

El omega-3 es un tipo de ácido graso esencial para mantener una buena salud y que extraemos de los alimentos que consumimos, principal pero no exclusivamente de pescados grasos como el salmón y también en frutos secos y semillas.

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Durante mucho tiempo se ha recomendado no solo el consumo de estos alimentos sino también de otros enriquecidos (como leches o margarinas) así como de suplementos alimenticios para aumentar la cantidad de omega3 en nuestro cuerpo y así asegurar sus efectos beneficiosos, especialmente sobre la salud cardiovascular, prometiendo que ayuda a prevenir infartos, ictus y similares.

Pero en los últimos años el consumo de omega-3 en suplementos o productos enriquecidos cada vez está más cuestionado ya que cada vez más estudios sugieren que sus beneficios son escasos o nulos. Aquí, un una revisión sistemática de estudios publicada en 2012 concluía que el consumo de estos suplementos no está relacionado con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, de mortalidad por causas cardíacas, de muerte súbita o de infartos de miocardio, y aquí otro estudio de 2014 que saca conclusiones parecidas.

En 2018, una revisión de la biblioteca Cochrane, que recopila y analiza las evidencias disponibles respecto a un tema, concluía que el consumo de estos suplementos tiene poco o ningún efecto sobre nuestra salud cardiovascular o el riesgo de muerte por cualquier causa.

El motivo por el que el consumo de suplementos tiene un efecto distinto en nuestro cuerpo que el consumo del mismo compuesto a través de la dieta habitual no está del todo claro, pero existen varias hipótesis al respecto, como la necesidad de que los distintos nutrientes se tomen conjuntamente para que la absorción sea correcta, o el hecho de que la toma de suplementos haga que descuidemos la alimentación, empeorando nuestra nutrición en su conjunto.

En cualquier caso, según las evidencias de las que disponemos ahora mismo, parece que comprar y consumir estos productos no es un gasto necesario para nuestra salud, tal y como explica el nutricionista Julio Basulto en este artículo que os recomendamos si queréis profundizar más en el tema.

¿Qué es la biorresonancia y qué evidencias científicas tiene?

Empezamos por la segunda pregunta: ninguna. La biorresonancia es una pseudoterapia que se utiliza para todo tipo de supuestos remedios, desde curar el cáncer hasta dejar de fumar (aunque su principal aplicación tiene que ver con el tratamiento de dolores musculoesqueléticos por lesiones u patologías como la artrosis), pero no hay evidencias de que efectivamente funcione ni fundamento científico detrás de su supuesto funcionamiento.

La biorresonancia se confunde con pseudoterapias con las que a menudo se mezcla o se intercambia el nombre, como terapia magnética o biomagnetismo. No existe una definición precisa de cada una, pero en la base está el uso de imanes para crear campos magnéticos estáticos que, supuestamente, alteran o modifican los campos magnéticos del propio cuerpo para reequilibrarlo y así solucionar los más variados problemas de salud.

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Pero todas estas ideas fallan por la misma base: la intensidad de estos campos magnéticos es demasiado leve como para causar un efecto perceptible sobre nuestro cuerpo, ni bueno ni malo. Los estudios realizados hasta ahora muestran que no que no se perciben efectos de la aplicación de estos campos magnéticos estáticos más allá del efecto placebo y por eso, según recoge el Centro Nacional para la Medicina Complementaria e Integrativa estadounidense "las investigaciones no apoyan el uso de imanes para el tratamiento de ningún tipo de dolor".

Sin embargo, hay varios motivos por los que estas investigaciones no obtienen resultados concluyentes y eso sirve a los que promocionan estas pseudoterapias.

El principal es que la mayoría de los estudios se encuentran con problemas metodológicos para ser totalmente contundentes en sus resultados. Por ejemplo, que las descripciones de los tratamientos y el registro de sus efectos que se hacen en los centros donde se aplican estas terapias no siempre son rigurosos y comparables, lo cual impide establecer claramente de qué se trata cada una de ellas y cuáles son sus efectos concretos.

Por otro lado, existen otras terapias que utilizan imanes, llamadas terapias con campos electromagnéticos pulsados, pero en este caso los imanes sirven para crear corrientes eléctricas que sí tienen un efecto sobre el cuerpo humano. Aunque su funcionamiento no se comprende completamente, sí se estudia como tratamiento válido para algunas lesiones y roturas.

Si quieres leer más sobre esto, te recomendamos este artículo en Xataka y, en inglés, este otro publicado por la web Science Based Medicine.

¿Qué sabemos sobre la tumba de Richard Leroy McKinley, "la más peligrosa del mundo"?

Nos habéis preguntado por la que es supuestamente la tumba más peligrosa del mundo: la del militar estadounidense Richard Leroy McKinley, en el Cementerio Nacional de Arlington (Virginia, Estados Unidos). Se dice que, debido a su muerte como consecuencia de un accidente en una planta nuclear, su cuerpo sigue emitiendo tanta radiación que si alguien abriese su tumba moriría a los pocos segundos.

No hemos encontrado evidencias de que esto sea así ni de que los guardias que vigilan la tumba tengan orden de disparar a cualquier personas que se acerque con una pala, como se puede leer en algunos artículos y posts en internet.

Sin embargo, según la revista Earth, publicada por el American Geosciences Institute, es cierto que de los miles de ataúdes enterrados en el cementerio de Arlington, solo el de McKinley está forrado con plomo, para evitar que el cuerpo emita radiación. Además, la página web del cementerio informa de que sus restos no pueden trasladarse, si no es con la aprobación del Departamento de Energía de los Estados Unidos.

El desastre que acabó con la vida del militar ocurrió una noche de 1961, en el Laboratorio Nacional de Idaho, ubicado una zona desértica unos 65 kilómetros al este de Idaho Falls (Estados Unidos). El 21 de diciembre de 1960, se apagó uno de los reactores, el SL-1, para proceder a su supervisión y mantenimiento.

La tarea de reinicio del reactor, el 3 de enero de 1961, recayó en manos de Mate Richard Legg, jefe electricista de la marina y John Byrnes y Richard Leroy McKinley, dos especialistas del ejército. Sin embargo, durante el proceso, el SL-1 entró en estado crítico, provocando un accidente nuclear. Además de los tres cadáveres, las autoridades detectaron altos niveles de radiación en el edificio.

Las investigaciones sobre los restos del núcleo y del recipiente del SL-1 concluyeron que fue un fallo manual (un movimiento excesivo de la barra de control) lo que aumentó la radiactividad, haciendo que la potencia del reactor aumentara a gran velocidad. El agua, en contacto con el fusible fundido, alcanzó tal temperatura que produjo una explosión, lo que ocasionó que recipiente se elevara rápidamente y terminara en el acto con la vida de Byrnes.

Según la revista Earth, las autoridades encontraron a McKinley tendido en el suelo. Murió pocos minutos después, en la ambulancia, que tuvo que mantenerse alejada del núcleo urbano para evitar la posible radiación que pudiera irradiar el cuerpo. Horas más tarde, el equipo de rescate encontró el cadáver de Legg, que había sido atrapado entre el techo y un pedazo de metal y cuyos restos tardaron varios días en rescatar.

Los cuerpos de Legg y Byrnes fueron enterrados en sus ciudades natales, Kingston (Michingan, Estados Unidos) y Utica (Nueva York, Estados Unidos), respectivamente. Los restos de McKinley, según los registros del cementerio Arlington, donde se encuentran actualmente, no se pueden mover de su ubicación, ya que están contaminados con residuos radiactivos. Es por ello que se considera a la tumba de McKinley la tumba "más peligrosa del mundo".

Pero, ¿por qué solo la suya? ¿Qué sucede con las de Legg y Byrnes? Según recoge la página web del cementerio de Arlington, 15 años después del accidente Thomas O'Toole, periodista científico, escribió en The Washington Post que las tumbas de los tres hombres son similares: los ataúdes están forrados con plomo, dentro de una bóveda de metal, a una profundidad de 10 pies de la superficie y cubiertos de hormigón, para que los familiares pudiesen visitar y cuidar sus lápidas sin que haya peligro de radiación.

¿Es verdad que se utiliza esperma de ballena en cremas y otros cosméticos?

Nos habéis preguntado si es cierto que el esperma de ballena se encuentra entre los componentes de algunas cremas y otros productos cosméticos.

La respuesta es no, y la confusión se debe a un problema de traducción: cachalote, en inglés, es sperm-whale. Esta denominación se debe a una sustancia que se encuentra en la gran cabeza característica de los cachalotes llamada espermaceti, una cera blanquecina, que en principio se creía que era el esperma del animal y que sí se utilizó en su día en los productos por los que nos habéis preguntado.

Como decimos, debido al desconocimiento inicial sobre la anatomía del cachalote y a la aparente similitud entre el spermaceti y el esperma (por su textura y color), al principio se pensó que se trataba de esto último, semen de ballena. Sin embargo, análisis posteriores, así como que esta sustancia también se hallaba en las hembras, obligaron a replantear la teoría.

Esta cera se crea en el órgano del espermaceti, en la mitad superior del cráneo de la ballena. En función de la edad y el sexo del animal, este aumenta entre un 40 a un 90% su tamaño.

Según este estudio, publicado en la revista PeerJ, en el siglo XIX y gracias a su falta de olor o sabor al congelarse, esta sustancia se utilizaba como materia prima para fabricar velas, cosméticos, pomadas y otros materiales, siendo el principal objetivo de la industria ballenera. Para evitar su deterioro y eliminar las impurezas, se hervía y luego se enfriaba hasta congelarse. A día de hoy, ya no se utiliza para la elaboración de estos productos, ya que ha sido sustituido por alternativas sintéticas más baratas.

Finalmente, las investigaciones descubrieron que, en efecto, el espermaceti no tenía nada que ver con el aparato reproductor de este tipo de ballenas.

Su función aún no es clara: quizá amplifique las señales con las que cazan y se comunican, o quizá les ayude a mantenerse a flote al respirar o a hundirse en las profundidades en las que cazan. Podría tener una combinación de varias funciones.

Y para más información...

Como cada viernes, nos encanta agradeceros que contéis con Maldita Ciencia para iros a la cama tranquilos y con la respuesta a esa duda que os llevaba tiempo rondando la cabeza. Pero, de nuevo como cada viernes, también queremos recordaros que no somos especialistas médicos y que, para diagnósticos y casos concretos, lo más efectivo y recomendable es acudir a un profesional. ¡Buen fin de semana a todos, malditas y malditos!

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