Como quien vuelve a casa por Navidad. Cada año, representantes de unos 200 países se reúnen en un lugar del mundo para ponerse de acuerdo sobre cómo frenarán uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad: el cambio climático. La Conferencias de las Partes (COP) son eventos diplomáticos de alto nivel donde se deciden muchas cosas que nos afectan con respecto al cambio climático. Así, dedicamos este consultorio de Maldito Clima a resolver las principales dudas sobre estas cumbres en general y la que comienza el 30 de noviembre en Emiratos Árabes Unidos en concreto.
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¿Sirven para algo las cumbres del clima de la ONU? ¿En qué se ha avanzado?
¿Para qué sirve realmente una Conferencia de las Partes? Es una pregunta muy común —y comprensible, teniendo en cuenta la cantidad de recursos que se destinan a celebrar estas cumbres—. Un buen resumen es saber qué se ha conseguido y qué no en algunas de ellas. Algunas han sido especialmente relevantes, de otras se esperaban grandes acuerdos que finalmente no sucedieron.
En cualquier caso, las COP son una muestra de lo difícil y complejo que es negociar sobre un tema global como es el cambio climático cuando hay que poner de acuerdo a Estados con intereses a menudo opuestos, economías diversas y niveles de desarrollo muy distintos.
- COP3 de Kioto (1997). Se adoptó el Protocolo de Kioto, que establecía compromisos jurídicamente vinculantes para que 36 países desarrollados (incluido España) redujeran sus emisiones de efecto invernadero un 5% en 2012 respecto a los niveles de 1990. No firmaron el protocolo China ni Estados Unidos, los dos principales emisores. Este objetivo se cumplió parcialmente.
- COP15 de Copenhague (2009). En 2009 se intentó alcanzar un nuevo acuerdo que limitase las emisiones con mayor ambición que Kioto. El texto final, llamado Acuerdo de Copenhague, reconoció la evidencia científica de que el aumento de la temperatura debería quedar por debajo de los 2 ºC y que los firmantes debían establecer objetivos de reducción antes de 2020, pero no era vinculante. Muchos países calificaron esta cumbre de “fracaso”.
- COP16 de Cancún (2010). Se formalizó un objetivo de financiación climática: los países desarrollados –que han emitido gases invernadero durante más tiempo– deben movilizar cada vez más dinero, hasta 100.000 millones de dólares al año en 2020, para que los países en desarrollo –con menor responsabilidad y más afectados– puedan adaptarse a los impactos del cambio climático y reducir sus propias emisiones.
- COP21 de París (2015). Se aprueba el Acuerdo de París, donde los países se comprometen a “mantener el aumento de la temperatura mundial muy por debajo de los 2º C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C”. Este acuerdo sí es vinculante e incluye a los grandes emisores. Para alcanzar esa meta común, se acuerda que cada país establezca compromisos oficiales para reducir emisiones, lo que se conoce como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, en inglés). París también ratifica y extiende el compromiso de financiación sellado en Cancún hasta el año 2025. Aún no se ha cumplido, aunque queda poco (89.600 millones en 2021).
- COP22 de Marrakech (2016), COP23 de Fiji en Bonn (2017) y COP24 de Katowice (2018). Los años posteriores al Acuerdo de París fueron menos productivos en cuanto a acuerdos. En la Conferencia de 2016 se empezó a trabajar en un reglamento más específico para el Acuerdo, cuyos detalles finalmente se aprobaron en la de 2018
- COP25 de Chile en Madrid (2019). España se ofreció a acoger la cumbre a última hora después de que Chile tuviera que cancelarla por protestas sociales. Fue una de las más extensas y no logró uno de sus principales objetivos: acordar la regulación de los mercados de emisiones de CO2.
- COP27 de Sharm El-Sheikh (2022). Se alcanzó un acuerdo de financiación para cubrir pérdidas y daños —un concepto introducido en París que se refiere a los impactos del cambio climático que ya son inevitables y causarán pérdidas económicas y no económicas— para los países vulnerables más afectados por desastres climáticos. Por otra parte, la declaración final de la COP27 no logró reforzar el lenguaje contra los combustibles fósiles ni ampliarlo más allá de la mención a reducir progresivamente el carbón, fijada en la COP26 de Glasgow (2021).
Con todo esto, ¿se ha conseguido frenar la emisiones de gases de efecto invernadero? El medio británico Carbon Brief ha analizado la evolución de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía (el sector que más peso tiene en el cómputo global) desde que se firmó el Acuerdo de París. La reducción de emisiones es aún muy insuficiente para llegar a los objetivos acordados en 2015, pero mejora año a año. Según el análisis de este medio, el pico de emisiones globales podría alcanzarse pronto en este aspecto.
¿Es importante la cumbre climática de Dubái? ¿Qué podemos esperar?
Una de las claves de esta Conferencia de las Partes será el balance mundial (conocido como global stocktake en inglés), que terminará en la COP28. Este balance es uno de los puntos del Acuerdo de París (específicamente, su artículo 14) y obliga a hacer un repaso periódico de cómo se están aplicando los compromisos climáticos alcanzados entonces.
El balance mundial es “como un inventario”, explica ONU Cambio Climático en su web: “Significa examinar todo lo relacionado con la situación mundial en materia de acción climática, examinar las lagunas y trazar un mejor camino”. También se puede ver como un ‘punto de control’ los progresos del Acuerdo de París a nivel global, no de manera individualizada por países, como explica el especial de la revista científica Nature Climate Change dedicado a esta cuestión.
Tal y como obliga el Acuerdo de París —que es un documento jurídico vinculante para todas las partes firmantes, 194 países y la Unión Europea—, el balance mundial debe hacerse cada cinco años empezando en 2023. Por ello, se exige que se termine durante la COP28.
¿Qué incluye este balance, en concreto? El estado de las emisiones de efecto invernadero, los esfuerzos de mitigación, qué efectos tienen las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), los esfuerzos de adaptación, los flujos de financiación y apoyo (especialmente, la financiación de países desarrollados hacia países en desarrollo y vulnerables por el cambio climático), información sobre pérdidas y daños, desafíos y barreras, buenas prácticas y consideraciones sobre justicia y equidad climática.
El balance mundial tiene tres fases: una para recopilar y preparar la información, una valoración técnica sobre cómo se está implementando colectivamente el Acuerdo de París y un examen de resultados para debatir las conclusiones de este balance en diferentes reuniones informar a las Partes de qué se está haciendo bien y qué hace falta mejorar.
Durante la primera semana de la COP28, parte del equipo que coordina el balance mundial organizará eventos para llevar a cabo esta última fase del stocktake: discutir las conclusiones, identificar oportunidades, ver qué buenas prácticas se han puesto en marcha y ayudar a que los Gobiernos preparen contribuciones determinadas a nivel nacional más ambiciosas. Después, habrá que esperar al siguiente balance mundial, que debería estar terminado en 2028.
¿De qué se va a hablar en concreto en la COP28?
Además del tema general que son los esfuerzos de los países para combatir el cambio climático, en cada edición, una serie de cuestiones concretas centra las conversaciones.. Para la COP28 de Dubái (Emiratos Árabes Unidos, EAU), estas son:
- Mitigación: reducir emisiones de efecto invernadero.
- Adaptación: preparación para el clima que viene con el calentamiento global.
- Pérdidas y daños: costear aquellos impactos que ya son inevitables.
- Financiación climática: transferencia de dinero de países desarrollados hacia los que están en desarrollo y son más vulnerables frente a la crisis climática.
- Desarrollo y transferencia de tecnologías: compartir soluciones tecnológicas adecuadas a los objetivos climáticos.
- Asuntos sobre países menos adelantados.
- Género: integrar esta perspectiva para tomar mejores decisiones climáticas.
- Transición hacia energías renovables: limitar las emisiones con sistemas energéticos sin combustibles fósiles.
- Acción centrada en la naturaleza: alimentación, salud y protección de flora.
Algunas de estas cuestiones están reflejadas en la agenda oficial de la conferencia—que deberán aprobar los participantes el primer día—. como en la carta de intenciones del presidente designado de la COP28: Sultan Ahmed Al Jaber, que es el enviado especial de EAU para el Cambio Climático y director general de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi (ADNOC).
La adaptación hace referencia a los ajustes que deben hacer las sociedades al clima que vendrá. El objetivo es evitar los daños o moderar los ya inevitables que hace el cambio climático. Un ejemplo de adaptación es habilitar refugios climáticos. Según la agenda provisional se presentará un informe del Comité de Adaptación, un órgano específico de evaluar qué hacen los firmantes del Acuerdo de París al respecto.
La mitigación, por su parte, habla de aquellos esfuerzos que se pueden hacer para reducir el efecto del cambio climático, básicamente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo de política de mitigación es buscar el cero neto de emisiones. En la agenda provisional aparecen varios informes a presentar que hablarán de recomendaciones de mitigación para Estados miembros.
Pérdidas y daños (loss and damages) habla de aquellos impactos del cambio climático que ya son inevitables y de cómo se costean las pérdidas económicas y no económicas que estos impactos producen. Un ejemplo son los daños que causó la tormenta Daniel en Libia. En la agenda hay un punto dedicado al Mecanismo Internacional de Varsovia sobre Pérdidas y Daños, un órgano internacional que se encarga de buscar financiación y medidas ante estas pérdidas y daños.
Financiación climática es un término paraguas para hablar de todo lo relacionado con los costes económicos de la crisis climática. Los países desarrollados han tenido más responsabilidad en el calentamiento global que los que están en vías de desarrollo, pero son las naciones con menos recursos quienes sufren más las consecuencias negativas del cambio climático. En cada COP se intenta que los países más desarrollados y la iniciativa privada dirijan recursos (financiación, tecnología, materiales, etc.) hacia las naciones más perjudicadas.
Desarrollo y transferencia de tecnologías habla de políticas para que los países compartan soluciones tecnológicas orientadas a reducir los gases de efecto invernadero, adaptarse a la crisis climática o que estas sean más respetuosas con el clima. Engloba al Mecanismo Tecnológico, un cuerpo que apoya que los países implementen sus objetivos climáticos y reciban financiación, que es uno de los temas en agenda de esta COP.
En cuanto a género, la evidencia apunta a que las mujeres en situación vulnerable es uno de los grupos —junto a comunidades indígenas, personas mayores y niños— tienen más riesgos y problemas por los impactos del cambio climático, suelen tener una participación desigual en los procesos de decisión de políticas climáticas y tienen un rol fundamental en aquellas comunidades locales que se ven afectadas por la crisis climática. La COP28 lleva un punto en agenda sobre cómo integrar la perspectiva de género en las decisiones de la Conferencia de Partes.
La transición hacia energías renovables viene citada en la carta de la presidencia designada a EAU. En ella, se refiere a que la sociedad necesita recortar una cantidad importante de emisiones de efecto invernadero si se quiere limitar el aumento de temperatura a 1,5 ºC. Para ello, la presidencia quiere que los sistemas de energía “libres de combustibles fósiles” sean una prioridad en esta Conferencia.
Por último, la acción centrada en la naturaleza, también mencionada en la carta presidencial, está dirigida a incluir los sistemas de alimentación y de agricultura en los objetivos climáticos nacionales (las NDC), a firmar una declaración sobre clima y salud lanzada por la Organización Mundial de la Salud y a que los países con una masa vegetal notoria lideren los esfuerzos contra la deforestación.
¿Qué gases de efecto invernadero son los más importantes?
Los gases de efecto invernadero retienen calor en la atmósfera y son necesarios para que exista vida en la Tierra. Sin embargo, el aumento de emisiones desde la época industrial intensifica ese efecto que favorece el calentamiento global: el aumento de las temperaturas medias en la Tierra hasta el punto de alterar el equilibrio del planeta y poner en riesgo la vida como la conocemos.
El gas de efecto invernadero del que más se habla públicamente es el dióxido de carbono (CO2). Realmente no retiene tanto calor como otros gases que describimos ahora, pero es el más abundante, de ahí su importancia. La actividad humana que emite más CO2 es la quema de combustibles fósiles para generar energía, transporte, procesos industriales y cambios en el uso de la tierra, detalla la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, siglas en inglés). En España, este gas representa el 79,7% de las emisiones de efecto invernadero, según el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (2023).
Otro importante es el metano (CH4). Su relevancia radica en que tiene una gran capacidad de retener el calor, hasta 25 veces más que el CO2. Hay actividades humanas que emiten este gas, como la producción y uso de combustibles fósiles o la agricultura, ganadería y gestión de residuos, y estas representan el 60% de las emisiones totales de CH4, según Global Methane Budget. También existen emisores naturales, como pantanos, cuerpos de agua y fuentes geológicas, que representan el otro 40%. A diferencia del CO2, que puede permanecer cientos o miles de años en la atmósfera desde que se emite, este gas persiste en la atmósfera unos 12 años. En España, este gas representa el 14,4% de las emisiones de efecto invernadero, según el Inventario.
Después está el óxido nitroso (N2O), el tercero en orden de responsabilidad sobre el calentamiento global. Aunque este gas está presente en el ciclo natural del nitrógeno de la Tierra, también se emite como resultado de actividades humanas como la gestión del suelo agrícola, la quema de combustibles fósiles, el manejo de aguas residuales o procesos industriales. Sus moléculas permanecen en la atmósfera más de 100 años y tiene una aún mayor capacidad de retener el calor, casi 300 veces superior en comparación con el CO2. Este gas representa el 4,1% de las emisiones de efecto invernadero en España.
Por último, tenemos a los gases fluorados. Es un grupo de moléculas que únicamente se emiten por actividades humanas, como sustitución de sustancias que destruyen la capa de ozono (por ejemplo, los hidrofluorocarbonos), procesos industriales como la fabricación de aluminio (perfluorocarbonos) o transmisión de la electricidad (hexafluoruro). Se consideran los gases con mayor capacidad de retención de temperatura, con potenciales de calentamiento hasta 22.000 veces superiores al CO2. Estos gases representan el 1,8% de las emisiones de efecto invernadero en España.
¿Qué hay del vapor de agua? Tiene gran capacidad para retener calor, pero cuando baja la temperatura, se condensa transformándose en agua, algo que no ocurre con el resto de gases de efecto invernadero. Además, el vapor de agua no se genera directamente por la actividad humana, sino que deriva del aumento de los otros gases de efecto invernadero en la atmósfera (por ejemplo, unos océanos más calientes emiten más vapor de agua). Si los gases de efecto invernadero no condensables (CO2, CH4, N2O y fluorados) no estuvieran aumentando, los niveles de vapor de agua en la atmósfera serían los mismos.