Lo que circula: “El profesor Ian Brighthope rompe a llorar cuando se da cuenta de que se han administrado 60 millones de vacunas mortales a australianos inocentes, lo que ahora causa muerte y cáncer”. Con mensajes como este circula un vídeo en inglés en el que Ian Brighthope afirma que a causa de la “contaminación masiva con ADN residual” de las vacunas contra la COVID-19 administradas en Australia “debemos esperar un aumento en casos de cáncer y otros desórdenes genéticos”.
Lo que sabemos: Las vacunas no alteran el ADN (tampoco las de la COVID-19) y no hay evidencias de que puedan provocar cáncer o desórdenes genéticos.
Las vacunas de ARN mensajero no pueden alterar el ADN
Las vacunas no son capaces de alterar el ADN. Además, aquellas que utilizan la tecnología de ARN mensajero (ARNm), como las utilizadas contra la COVID-19, no entran en contacto con el material genético ni lo modifican. Lo que hace este tipo de vacunas es, en vez de introducir en el organismo un patógeno atenuado o una parte de este, introducir las “instrucciones” para que sea nuestro organismo el que produzca el antígeno (en este caso una proteína) que desencadene la reacción del sistema inmune.
Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología, descartó, en respuesta a Maldita.es, que estas moléculas fuesen "a insertarse en nuestro ADN”, que sería “la única manera de que nuestras células acabaran modificadas genéticamente”. “El ARN se administra, se usa y desaparece, se destruye y degrada por la propia célula, y ahí acaba su viaje", explicó a Maldita.es.
La vacuna de Pfizer tiene fragmentos genéticos de un virus, pero no quiere decir que el virus esté en ella
En la vacuna de Pfizer sí se utilizan pequeños fragmentos del código genético del virus símico 40 (SV40), que permiten su eficacia. Ahora bien, esto no quiere decir que el virus esté “dentro” del fármaco. Además, no hay evidencias de que las vacunas COVID-19 aumenten el riesgo de cáncer. La referencia de la relación entre ADN y cáncer en las vacunas COVID-19 forma parte de una narrativa antivacunas ya desmentida por la supuesta presencia del virus SV40 en la vacuna Pfizer.
La vacuna de Pfizer utiliza una especie de “plantilla de ADN” que “contiene únicamente 150 nucleótidos del SV40 [la estructura básica de los ácidos nucleicos que forman el código genético], un 2,8% del genoma del virus”, según explicaba a Factchequeado Scott Kenney, profesor de Virología en la Universidad Estatal de Ohio. Este 2,8%, insiste, “no tiene la capacidad de reproducir el virus o las proteínas del virus”, por lo que “no debe considerarse un virus SV40”.
El virus SV40 puede infectar a algunos tipos de monos y a los seres humanos, según el Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos. Ahora bien, las consecuencias en la salud tras la infección difieren dependiendo de la persona: “Si bien se demostró que el virus causa cáncer en animales de laboratorio, no hay pruebas de que cause cáncer en las personas”.
Brett Lindenbach, profesor asociado de Patogénesis Microbiana y de Medicina Comparada de la Escuela de Medicina de Yale (Estados Unidos), indicaba a Factchequeado que la vacuna de Pfizer “no contiene ningún fragmento capaz de causar cáncer del SV40”. Por su parte, Barry Milavetz, biólogo molecular que estudia el SV40 en la Universidad de North Dakota (Estados Unidos), señalaba a FactCheck.org que es “muy poco probable que el ADN residual se integre al genoma de una persona, y si lo hace, es aún menos probable que cause cancer”.
No hay evidencias de que la vacuna contra la COVID-19 aumente el riesgo de cáncer
No hay indicios de que las vacunas contra la COVID-19 aumenten el riesgo de cáncer, ni la de Pfizer ni ninguna de las aprobadas, según explica el Instituto del Cáncer de Estados Unidos. Además, un estudio científico publicado en 2022 en la revista Nature Reviews Clinical Oncology concluye que la incidencia de ciertos tipos de cáncer de aparición temprana (diagnosticados antes de los 50 años) ha aumentado en varios países durante las últimas décadas, en parte por el mayor uso de programas de detección, pero no se cita a las vacunas COVID-19 entre las posibles razones. También parecen haber influido “los cambios en la dieta, el estilo de vida, la obesidad, el medio ambiente y el microbioma”.
Por lo tanto, no es cierto que las vacunas contra la COVID-19 puedan alterar el ADN ni hay evidencias de que puedan provocar cáncer o desórdenes genéticos.