Día a día nos hemos ido acostumbrando a los filtros en redes sociales, esas herramientas de edición fotográfica que son capaces de cambiar nuestra apariencia con sólo pulsar un botón. Pero el auge y perfeccionamiento de esta tecnología, cada vez más difícil de detectar, puede tener un impacto en nuestra salud mental. El fenómeno tiene nombre propio, dismorfia del selfie: un tipo de trastorno dismórfico corporal (preocupaciones por nuestro aspecto físico que causan gran malestar) que tiene su raíz en este tipo de filtros y que alteran la imagen que tiene una persona de sí misma. Os contamos en qué consiste este trastorno y cuál es el papel de las redes sociales en la salud mental de los usuarios.
Los filtros pueden alterar la percepción sobre nuestro cuerpo, un fenómeno conocido como dismorfia del selfie
Si eres usuario de Instagram o TikTok, es posible que hayas usado alguna vez los filtros fotográficos que ofrecen estas aplicaciones. Estas herramientas nos permiten hacer diversos cambios en nuestra apariencia, desde pequeños retoques cosméticos (maquillaje, pecas, cambio de color en el pelo) a transformar completamente nuestros rasgos corporales, como la forma de los labios o el tamaño de los pómulos. Es el caso de Bold Glamour, uno de los últimos filtros desarrollados por TikTok con inteligencia artificial que cambia el aspecto de los usuarios en apenas segundos para que parezca que están perfectamente maquillados. Pero esta aplicación también modifica otros rasgos faciales como los ojos, el contorno de la cara o la mandíbula.
Diferentes usuarios denunciaron que el uso de este filtro, casi indistinguible de la realidad, provocaba una distorsión de su imagen real y algunos llegaron a asegurar que debería ser “ilegal”. Este caso no es el único y la comunidad científica ha comenzado a acuñar un término propio para este fenómeno: dismorfia del selfie (selfie dysmorphia, en inglés).
Una dismorfia corporal es un tipo de trastorno mental en el que no se puede dejar de pensar en defectos en la apariencia propia que no son son observables para otras personas, según el Manual Estadístico de Diagnóstico de Trastornos Mentales (el DSM-5), que edita la Asociación Americana de Psiquiatría, que lo engloba en el grupo de trastornos relacionados con el TOC o trastorno obsesivo-compulsivo. Sin embargo, la dismorfia del selfie es aquella dismorfia que está directamente relacionada con el uso de las redes sociales y con cómo el empleo de estos filtros altera la percepción de nuestro propio cuerpo.
Según Aurora Gómez, psicóloga especializada en comportamientos digitales, la dismorfia del selfie se diferencia de otro tipo de trastornos principalmente en cómo las imágenes editadas condicionan cómo nos vemos. “En la dismorfia del selfie nuestra autoestima se altera en base a la cantidad de veces que nos vemos en una fotografía con un filtro de por medio, una imagen distorsionada. Estamos viendo constantemente una imagen de nosotros que no es real”, detalla la experta.
Otros artículos también han hablado del impacto que tiene esta tecnología en nuestra autoestima y nuestro físico. Según algunos estudios, si nuestra imagen corporal se construye en base a tres miradas (cómo sentimos nuestro cuerpo, cómo lo observamos cuando nos encontramos frente a nuestro reflejo y la idea que tenemos sobre cómo los demás perciben nuestro físico), los filtros en redes sociales vendrían a alterar toda esta percepción. Algo que se vería reflejado en el aumento de peticiones de cirugía estética en España, un 215% en ocho años, y que en cómo algunos casos los pacientes pedían modificaciones para parecerse precisamente a estas imágenes editadas. Algunas voces dentro de los sectores de la psicología y la cirugía piden que se tenga en cuenta la salud mental de los pacientes antes de llevar a cabo estas operaciones para detectar estos casos de dismorfia, según El País.
“Hay una presión cultural que puede empujar una persona hacía la dismorfia, como lo que tiene que ver con delgadez y otros trastornos como la anorexia”, señala Gómez, que incide en que en el caso de la dismorfia del selfie esa presión se refleja en las imágenes que observamos de nosotros mismos. La psicóloga resalta la importancia de atender a la variedad de cuerpos que existen, no sólo como objetos de consumo a través de redes sociales, y de llevar a cabo otro tipo de procesos con los que “reconciliar a uno con la imagen de belleza y su diversidad”. “Hay que sacar la idea de que nuestro cuerpo sólo responde ante la mirada externa. Nuestro cuerpo también es funcional, un cuerpo sirve para vivir y a veces esas cosas que consideramos bellas son insanas”, argumenta.
Compañías como Meta han sido denunciadas por su uso de los filtros y dañar la salud mental de los menores
El impacto de estos filtros y las redes sociales en la salud mental de los usuarios no sólo se ha quedado en el ámbito científico, sino que también ha llegado a la política y a los tribunales. El 24 de octubre de 2023 33 estados de Estados Unidos realizaron una demanda colectiva contra Meta (dueña de Instagram y WhatsApp) por el papel de esta empresa en lo que consideran una “crisis” en la salud mental de los jóvenes. La denuncia incluye un apartado dedicado a los filtros faciales y su relación con el aumento de casos de dismorfia y otros trastornos de la conducta alimentaria entre los menores. El estado de Utah también llevó a cabo una denuncia contra TikTok por sus contenidos sobre trastornos alimentarios, entre otros ámbitos.
En septiembre de 2021 The Wall Street Journal publicó una serie de documentos filtrados de Facebook (que cambió su nombre a Meta un mes después) que muestran cómo la compañía tenía conocimiento del impacto que Instagram podía causar en la salud mental de parte de sus usuarios. Entre los documentos internos los propios investigadores de Meta destacaron que compartir o ver selfies editados con estos filtros “hizo que los usuarios se sintieran peor” respecto a su imagen corporal.
En Europa, la Ley de Servicios Digitales (la DSA, conjunto de normas de la Unión Europea para regular el espacio digital) incluye en su preámbulo una sección dedicada a los derechos de los menores y la responsabilidad de las plataformas de gran tamaño por velar por su salud mental. En concreto, la ley señala que redes sociales como TikTok o Instagram tienen que evaluar la manera en la que los menores se pueden ver expuestos a contenidos que puedan perjudicar su “desarrollo físico, mental y moral”. El artículo 34 de la ley también incide en que las plataformas deberán evaluar el impacto que sus contenidos tienen en el bienestar físico y mental de los usuarios.
Gómez también apunta al papel de las redes sociales y en el impacto que tienen en los menores, ya que la autoestima corporal se empieza a gestar durante la primera adolescencia. “Cada vez los menores están más expuestos a las redes sociales y por eso parece que estamos viendo como niños que se aceleran en la adolescencia por el tipo de modelos que imitan, referentes que no son niños de su edad y que en ocasiones están muy sexualizados”, asegura la psicóloga, que concluye que “los padres tienen que tener formación y que aprendan qué están viendo sus hijos”.
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