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MALDITA TECNOLOGÍA

Filtros y retoques en Instagram: qué propone Errejón contra los trastornos alimentarios y qué dicen la evidencia y especialistas consultados por Maldita.es sobre su eficacia

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Íñigo Errejón, líder de Más País, dice querer atajar el problema de los trastornos alimenticios en redes sociales obligando a las plataformas a avisar a los usuarios cuando una imagen subida haya sido retocada o manipulada. La idea es que las personas jóvenes que frecuentan redes sociales como Instagram y que crean aspiraciones en torno a influencers y celebridades con cuerpos considerados atractivos dentro de ciertos cánones de belleza puedan identificar cuándo la imagen no se ajusta a la realidad. Errejón asegura que esto es algo que Instagram puede poner en marcha sin mayor esfuerzo gracias a su tecnología de reconocimiento de imágenes.

El efecto de Instagram en los jóvenes (y, especialmente, en las mujeres)

La propuesta de Más País llega apoyada, según explicó Errejón, en los resultados de la filtración de informes internos de Meta por parte de la denunciante Frances Haugen (en la Maldita Twitchería hablamos a fondo de lo que desvelaron). Entre las principales revelaciones, que un tercio de las chicas que usan Instagram y tienen algún problema de autoestima respecto a su cuerpo lo veían acrecentado por lo que veían en la plataforma.

Los informes no hablaban del efecto de las fotos por sí solas, sino del funcionamiento de Instagram como aplicación y red social. Reconocían que la “tendencia de compartir solo los mejores momentos”, la “presión para estar perfectos” y un “producto adictivo” era una combinación que podía llevar a adolescentes a desarrollar TCA o depresión. También, que la página de “Explorar” -en la que se muestran imágenes de usuarios aleatorios condicionadas por el perfil digital que hacen de todos ellos- puede derivar a personas con estos problemas a contenido “dañino”.

La clave para que una chica adolescente empiece a interactuar con Instagram y pueda llegar al punto de sentirse mal consigo misma está en esa dinámica: “Una chica, por ejemplo, que con 16 años se abre una cuenta en Instagram, va a tardar muy poco en darse cuenta de que si cuelga una foto en un paisaje precioso con una chaqueta, va a tener menos likes que esa misma foto con la misma luz en bikini; como existe la historia de la validación social a través de los likes, se juntan el hambre y las ganas de comer”, explicaba al respecto en nuestro programa de Twitch Liliana Arroyo, doctora en Sociología e investigadora del Instituto de Innovación Social de ESADE.

En este escenario, la foto en la que se ha fijado esa chica es un elemento secundario; el mecanismo que hace que no se sienta satisfecha con la foto, con su imagen o con los elementos que aparecen en ella es el recibimiento insuficiente (a su juicio) que ha tenido en la plataforma. Ese recibimiento está condicionado por los likes y las interacciones que recibe una publicación y por la relevancia que le dan los algoritmos de Instagram, encargados de priorizar y ordenar el contenido. Hay investigaciones que refuerzan que algunos colectivos, como el de los adolescentes, son más propensos a socializar y construir su autoestima en torno a los likes y que corren el riesgo de vincular esa imagen con un TCA. De ahí que el mismo Instagram haya dado opciones para capar algunas funciones, como la de ocultar los ‘me gusta’ en las publicaciones.

“En el caso de las chicas, es cierto que cuando entras a Instagram parece que el único valor que pueden tener las que participan en la red es el hacer bailes, subir fotos con poca ropa... Tiene que ver con los incentivos de la plataforma; a la vez están explotando mecanismos ancestrales de cómo funciona nuestro cerebro, que tienen que ver con la economía de la atención”, resaltaba Arroyo.

El problema es estructural: un filtro difícilmente arregla estereotipos y dinámicas sociales inculcadas en la sociedad

La economía de la atención es un sistema que explotan las plataformas tecnológicas para obtener beneficios a partir del tiempo que pasa una persona en ella. A más interacciones con todas las funciones que ofrece una red social, más datos puede recabar la empresa sobre los usuarios para construir un perfil digital en torno a ellos y sus intereses. Esos perfiles se usan luego de forma conjunta para segmentar publicidad y otros contenidos y generar ingresos por ello.

Este fenómeno tiene mucho que ver con la manera en la que funcionan las redes sociales y esa tendencia a pasar tiempo en ellas para generar likes. Es algo en lo que profundizamos en un estudio propio de Maldita Tecnología sobre la percepción de la privacidad de la sociedad: “Uno de los principales mecanismos que emplean las plataformas digitales para obtener un engagement significativo es explotar la búsqueda de reconocimiento (...) a través de una economía del like en la que la recompensa por encajar, gustar o, en definitiva, ser reconocido como alguien significativo se convierte en un bien aspiracional que nunca es plenamente satisfecho y genera una frustración relativa permanente”, se expone.

Aquí es donde entramos en cómo este sistema termina afectando a un nivel psicológico a las personas que usan Instagram y, ya sea consciente o inconscientemente, se comparan con figuras aspiracionales, como vemos en las respuestas de algunas mujeres entrevistadas para el estudio:

- "Yo también quiero ser influencer. Que me quede así ese bikini, ahora encima es verano, todo el día, foto bikini, foto bikini".

+ "También comparo el estilo de vida. Dices: '¿Por qué ella sí y yo no?'. 'Ojalá yo'.

- "¿Soy la única loca que mira sus propios stories más veces que las de los demás?"

Declaraciones de mujeres encuestadas en el estudio de Maldita Tecnología “Percepción de la población española sobre la privacidad”.

Y aquí entra un punto interesante: el estudio concluye que las mujeres jóvenes reconocen que lo que se muestra en estas redes sociales “no es una imagen real de la vida que llevan”, por ejemplo, las influencers, pero aun así “la lógica exhibicionista de las redes sociales establece unos estándares contra los que se comparan constantemente”. Es decir, las chicas saben que las imágenes son irreales, que se han retocado y que contienen filtros, pero aun así siguen expuestas a los efectos negativos que les causan.

Tal y como indica a Maldita.es Manuel Armayones, psicólogo especializado en diseño persuasivo e investigador del eHealth Center de la UOC, incorporar un aviso a cada publicación modificada “puede ser un parche, pero a lo mejor haría más realizar más tareas educativas”: “Es una tirita. El problema estructural es otro”, comenta.

Además, asegura que una medida así puede terminar siendo contraproducente. Por un lado, señala que obligar a una persona a admitir que ha subido una foto manipulada le resta “libertad” a la hora de expresarse en las redes. Por otro, considera que priva a personas que usan filtros para sentirse mejor con su apariencia física de hacerlo: “Por ejemplo, alguien que tiene una quemadura u otra marca en la cara y sube fotos con filtros porque quiere salir un poquito mejor. Pueden sentirse mejor con ellos mismos haciéndolo y lo pueden necesitar, sin que sea algo patológico. ¿No es eso empujarles a dejar la plataforma e irse a otra que no tiene los mismos límites?”

También incide en que, teniendo en cuenta que el problema de base con Instagram es la cultura de la comparación y lo que eso provoca en las jóvenes (algo “estructural”), indicar cuándo una foto está manipulada podría llegar a incrementar el “morbo” de algunos usuarios por comprobar si una celebridad ha recurrido a usar retoques o no: “Mucha gente va a buscar quién utiliza filtros para atacarles, reírse y otras acciones contraproducentes con lo que se pretendía en un principio. Además, es mi intimidad; casi que te están diciendo que expliques lo que haces con tu cuerpo”, explica.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

La iniciativa que ha registrado Más País va en línea con medidas propuestas en otros países europeos, como Noruega o Reino Unido. En 2021, los legisladores del país escandinavo pasaron una regulación para que los influencers o los anunciantes que subieran fotos en las que se hubiera retocado la talla, el tamaño o la piel de un cuerpo (aunque fuese con un filtro) tendrían que ser etiquetadas en cualquier red social. La propuesta en Reino Unido es similar, y se encuentra en trámite parlamentario enmarcada en la propuesta de ley sobre imágenes de cuerpos digitalmente modificados.

A diferencia de estas normativas, Errejón hablaba en España de que fuese Instagram quien se encargase de colocar un aviso tras escanear automáticamente las imágenes subidas, y no los influencers o las marcas publicitarias que subían la foto: “Si lo puede hacer para una cosa tan nimia como un pezón, lo puede hacer también con publicaciones de influencers; puede informar a quien la está viendo que están reproduciendo cánones de belleza irreales”, aseguraba en rueda de prensa. Ese escaneo automático, sin embargo, no detectaría si alguien ha retocado una foto en Photoshop u otro programa de edición previamente a la publicación en Instagram.

Desde Maldita.es hemos consultado a Instagram si ese filtro se está aplicando en algún país a día de hoy, pero por el momento no es el caso. *

Para Manuel Armayones, la iniciativa es un “parche” que puede ser “positivo siempre y cuando ese parche sirva para hacer un trabajo más educativo, por ejemplo, enseñar a chavales y chavalas más fotos con y sin filtro”. Aparte, considera hacer un trabajo de campo para comprobar que una medida así tendría acciones beneficiosas comprobadas: “Habría que hacer un piloto, preguntar a las chicas que quieren proteger, a los profesionales que las atienden, a sus padres, etc.”, además de una “revisión sistemática de la literatura científica” de los efectos de la medida.

Otro tipo de intervenciones menos individualistas que propone sería pedir que al entrar en las plataformas pudieras recibir un pop up general que lanzara un mensaje de advertencia de que ‘muchos de los cuerpos que va a ver puedan estar retocados’. Sin marcar a cada uno de los usuarios”.

Sin embargo, la opción por la que opta es por pedir directamente a las plataformas que llegan a generar estos comportamientos adictivos y los problemas derivados que retiren esos mecanismos: “Por qué no vamos a pedir a Instagram que entren a explicar por qué su aplicación es tan adictiva. Y de pedirles algo, habría que atacar esa parte que las hace así: por ejemplo, que limiten el scroll infinito, que nos mantiene horas y horas en la plataforma sin salir”, opina. No solo el scroll… Las notificaciones, los push, las reacciones y comentarios, los sonidos similares a timbres, las modalidades de likes, etc. Son todo mecanismos para mantenernos más horas pendientes del móvil.

* Hemos actualizado este artículo el 7 de octubre de 2022 para incluir la respuesta de Instagram a nuestra consulta sobre el tema.

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