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MALDITA CIENCIA

¿Es más sostenible lavar a mano o usar el lavavajillas?

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¿Prefieres tirar de grifo, estropajo y jabón? ¿Optas por el lavavajillas? ¿O eres de los que friega los platos a mano para luego colocarlos en el lavavajillas? La pregunta del consultorio de esta semana tiene que ver con el lavado de la vajilla, una tarea que —esperemos, por el bien de vuestra higiene y seguridad alimentaria— debe hacerse todos los días. ¿Qué es más sostenible, hacerlo a mano o en el lavavajillas? La verdad es que las preguntas relacionadas con sostenibilidad se pueden ampliar hasta el infinito, así que nos vamos a centrar en tres parámetros claros para dar una respuesta completa: gasto de agua, energía y huella de carbono. Os adelantamos que la respuesta es más compleja de lo que parece si lo que buscamos es un argumento para decantarnos por una u otra opción.

En primer lugar, un curioso estudio de la Universidad de Bonn (Alemania) realizado en 2017 comparó el uso de agua, la cantidad de energía empleada y la eficacia (esto es, cuán limpios se quedan los platos) de dos lavavajillas con etiqueta energética A (la más eficiente en la escala europea) y de 117 participantes de siete regiones europeas, entre las que se encontraba la península ibérica, que lavaron a mano.

A los participantes se les dispuso 140 piezas de vajilla (vasos, platos, cubiertos, etc.) que estaban sucios a causa de diferentes alimentos. Se les pidió que fregaran a mano esos platos “como si estuvieran en su casa”, disponiéndoles una especie de cocina estandarizada con piletas, grifo de agua fría y caliente y espacio para que los platos se secasen. A los lavavajillas, por su parte, se les dio el mismo número de piezas de vajilla, igualmente sucia.

La principal conclusión que extraen los investigadores es que hay muchas diferencias individuales en la manera de lavar los platos a mano, lo que dificulta poder comparar entre una manera ambas formas de dejar reluciente la vajilla.

Aun así, establecen tres categorías de limpiadores de platos: los que se esfuerzan en que la vajilla quede extremadamente limpia, invirtiendo para ello muchos recursos de agua y jabón; los que economizan los recursos, priorizando este ahorro en lugar de la limpieza de la vajilla; y los que lavan sin cuidado alguno, que no se preocupa de un buen resultado de limpieza y malgasta recursos inútilmente (incluso dejando correr el agua cuando está colocando los platos para su secado).

En cualquier caso, ninguno de estos participantes logró ‘vencer’ a los parámetros alcanzados por estos lavavajillas. Si la media agua usada en este experimento fue de 103 litros a mano, el de la máquina fue de entre 15 y 22 litros (dependiendo de si el programa era normal o intensivo). En cuanto a la energía invertida, los 2,5 kilovatios por hora (kWh) del lavado a mano (procedentes del uso del agua caliente) superaron a los del lavavajillas, que invirtió entre 1 y 2 kWh. La cantidad de jabón utilizada al lavar manualmente también fue superior: 35 gramos de jabón frente a los 30 del electrodoméstico (aunque con composición química diferente). Además, la percepción media del resultado final al valorar la limpieza de la vajilla fue de un 3,3 sobre 5 en la fregada por los humanos frente al 3,3 - 4,3 (de nuevo, dependiendo del tipo de lavado) de la máquina.

Otro estudio del Instituto del Medioambiente y la Sostenibilidad (Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos) propuso un análisis del ciclo de vida al lavar los platos a mano, usando estudios como el de la Universidad de Bonn y estadísticas del Departamento de Aguas y Energía de Los Ángeles; y un lavavajillas del año 2008 con una eficiencia energética relativamente mala (teniendo en cuenta, según las autoras, que el tiempo de vida promedio de este electrodoméstico es de 15 años y que la mayoría de hogares de EE. UU. tiene un lavavajillas relativamente viejo). Este análisis estaba más enfocado en conocer el gasto energético y el impacto en emisiones de gases de efecto invernadero de ambos procesos.

Así, constató que el lavavajillas es un electrodoméstico que, durante su uso, es capaz de emitir menos gases de efecto invernadero y usar menos agua que lavar los platos a mano a una temperatura aceptable (de unos 35 ºC), pero que gasta más energía que el método manual. Ahora bien, ¿qué ocurre si no calentamos el agua con la que lavamos los platos a mano?

Precisamente, Mike Berners-Lee, consultor e investigador sobre la huella de carbono, y Duncan Clark, investigador de energía del University College de Londres (Reino Unido), estimaron en este artículo de The Guardian en 2010 que la huella de carbono al lavar los platos a mano usando agua fría era “prácticamente cero”. Teniendo en cuenta, eso sí, que la vajilla no quedará completamente limpia.

Si el consumo de agua al fregar a mano era austero y controlado, si se utilizaba agua ‘no muy caliente’, esta huella energética sería, por lavado, de unos 540 gramos (g) de dióxido de carbono equivalente (CO2e), una unidad empleada para comparar gases de efecto invernadero, más allá del CO2,. Un lavavajillas completo a 55 ºC tendría un impacto de 770 g de CO2e; y un lavado a mano usando el agua sin reparos, como si fuera infinita, podría alcanzar los 8.000 g de CO2e de impacto.

En resumen, la literatura científica apunta a que, si tenemos en cuenta condiciones similares, lavar los platos con un lavavajillas resulta mejor en cuanto a gasto de agua y emisiones de gases de efecto invernadero que hacerlo a mano; mientras que en el gasto energético no queda del todo claro si se compara un lavado a mano con agua caliente frente a un ciclo estándar de lavavajillas.

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