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MALDITA CIENCIA

‘Casero’ no significa ‘saludable’: en galletas, magdalenas y bizcochos, mejor fijarte en la cantidad que en sus ingredientes

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Puede que siempre hayas tenido una faceta repostera o que fuese durante la cuarentena de 2020, al inicio de la pandemia, cuando convirtieses tu cocina en toda una pastelería. No eres el único: recuerda aquellas estanterías de ingredientes propios de bizcochos, panes, galletas y similares que quedaron impolutas, vacías, en los supermercados. Ahora bien, ¿son saludables estos postres por el mero hecho de cocinarlos en casa, revisando los ingredientes utilizados? Lo cierto es que, sea cual sea su naturaleza, casera o industrial, son productos que, según los expertos consultados por Maldita.es, debemos consumir con cuanta menor frecuencia, mejor.

Es decir, si hablamos de repostería, el dato que verdaderamente puede relacionarse con nuestra salud es la cantidad que comemos, no los ingredientes con los que está hecha. “La clave va a ser siempre conseguir hacer un consumo verdaderamente ocasional. Llegados a ese punto, da igual la calidad o el origen de los ingredientes que utilicemos”, recuerda a Maldita.es Daniel Ursúa, dietista-nutricionista. 

Los ingredientes utilizados sí repercuten en el perfil nutricional de los productos de repostería, pero no los convierten en saludables

Si eres usuario habitual de redes sociales, habrás comprobado que últimamente abundan las recetas de dulces ‘saludables’. Como indica Sara Garcés, dietista-nutricionista, en su canal de YouTube, hay veces que pueden estar bien (si el consumo es puntual), pero otras en las no son recomendables, ya que pueden conseguir que comamos en mayor cantidad y frecuencia estos productos. 

“Por supuesto que hacer unas galletas en casa, utilizando buenos ingredientes, van a convertirlas en un alimento más nutritivo”, al menos más que su versión industrial, como señala Garcés . “Si utilizamos una buena harina integral, aceite de oliva virgen, frutos secos al natural o tostados o chocolate negro, esa galleta o ese bizcocho va a tener un perfil nutricional mejor que si lo compramos industrial, que normalmente llevan muchísima cantidad de azúcares añadidos, edulcorantes, aceites refinados, harinas refinadas o grasas de mala calidad”, añade. Otra estrategia es sustituir la fuente de azúcares, haciendo uso, por ejemplo, de pasta de dátiles o plátanos muy maduros en lugar de azúcar refinado y similares, como añade Ursúa.

“Podemos conseguir un producto más saludable pero, ¿también hacer que su consumo lo sea? Depende. Aunque hayamos conseguido un producto con menor cantidad de azúcares, por ejemplo, la recomendación es que siga siendo de consumo ocasional”, recuerda a Maldita.es la dietista-nutricionista Mariana Álvarez. 

Efecto halo y cómo el creer que un alimento es saludable puede hacer que aumentemos su consumo

Entonces, ¿podemos inflarnos a comer las galletas gestadas en las entrañas de nuestro propio horno? Porque, ‘oye, son caseras’... Negativo. El problema es precisamente ese: que estén hechos de ingredientes más nutritivos puede llevarnos a subestimar la verdadera naturaleza del producto y que esto repercuta en un aumento de su consumo. 

Esta circunstancia se conoce como ‘efecto halo’ que, como explica la revista International Journal of Hospitality Management, es la circunstancia en la que la falsa sensación de llevar una alimentación saludable nos lleva a aumentar el consumo general, a que “los consumidores, inconscientes, coman en exceso y subestimen las calorías” y las características menos interesantes de este tipo de productos. “Al final acabamos realizando un consumo mucho más frecuente del que haríamos si optásemos por la opción más procesada”, resume Ursúa.

Son numerosos los estudios experimentales que han identificado el efecto halo en diferentes circunstancias. Uno de ellos, publicado en el Journal of Marketing Research, revela que solemos consumir mayor cantidad de snacks si estos están etiquetados como ‘bajos en calorías’ que si no lo están. Otro, publicado en el Journal of Consumer Research, señala que los comensales piden más cantidad de platos o guarniciones en los restaurantes que los promocionan como saludables que en aquellos que no lo hacen (como ejemplo señalan las cadenas de comida rápida Subway y McDonald’s, respectivamente).  

“Una receta puede confundirnos por el hecho de autodenominarse ‘healthy’ (saludable) y llevarnos a pensar que la podemos tomar sin ningún tipo de cuidado en cuanto a su cantidad y frecuencia, cuando no es así”, resume Álvarez. 

Además, el nivel energético (número de calorías que nos aporta) puede ser exactamente igual en una galleta hecha en casa que una industrial. “Parece que lo que hacemos en casa, además de ser muy nutritivo, es todo bajo en calorías, y eso no tiene por qué ser así [...] Hay casos de personas que necesitan reducir grasa corporal y que abusan de este tipo de preparaciones con ingredientes más nutritivos, creyendo que va a ser mejor. Y sí: es mejor a nivel nutricional, pero si ingerimos más de la cuenta vamos a estar aumentando diariamente las calorías y que el proceso de pérdida de grasa se vea estancado”, señala Garcés.  

De hecho, en palabras de la experta, es preferible elegir el producto que más nos guste, aunque sea industrial, y comerlo de forma puntual (sabiendo que nutricionalmente no es lo mejor, pero que lo vamos a disfrutar) antes que cocinar frecuentemente dulces caseros con ingredientes saludables que hagan que, sin darnos cuenta, comamos más cantidad.   

Aumentar el consumo de estos productos desplaza el de alimentos verdaderamente saludables

Otro de los problemas si comemos más magdalenas, galletas y bizcochos alegando que son caseros y, por tanto, más saludables que los de nuestro super de confianza es que la elección puede repercutir en el consumo de otros dulces o tentempiés que sí se consideran saludables. Es el caso de la fruta fresca o los frutos secos naturales o tostados. ¿Cómo? Reduciéndolo. 

A pesar de que, como hemos explicado, estas variables reposteras son menos insanas que sus homólogas industriales, “no por ello puedo comer de todo”, recuerda Álvarez. De hecho, tanto el plato para comer saludable de Harvard como el triángulo invertido de la nutrición, dos de las guías sobre alimentación saludable más importantes, tienen algo que decir respecto al consumo de productos similares: mientras que el primero ni siquiera los incluye, el segundo concreta que, de cuantos menos echemos mano, mejor.    

‘Reducir’ no significa ‘prohibir’

Que no sea saludable, ¿quiere decir que debemos prohibirnos a toda costa esa galleta o bizcocho que nos encanta? Para nada.

La clave en el consumo de este tipo de productos, según explicaba a Maldita.es la dietista-nutricionista Adriana Oroz, está en el equilibrio: si lo reducimos a pequeñas cantidades y a momentos puntuales, dentro de una alimentación y una forma de vida saludable, no tienen por qué suponer un problema para la salud y, por lo tanto, no hay por qué renunciar a ellos completamente. 

Además, como señalaba en Maldita.es Alfonso Méndez, psicólogo especializado en trastornos de la conducta alimentaria y obesidad, lo que nos prohibimos a la hora de comer se termina convirtiendo en deseo. Esto puede generar tal ansiedad que en el momento concreto que nos lo permitamos, acabemos por atiborrarnos del producto en cuestión en forma de atracón. “Acotar límites estrictos a la hora de comer puede generar una presión fisiológica y psicológica muy difícil de mantener'', recordaba Méndez. 

Para que los más golosos logren ‘desengancharse’ de estos productos de ‘repostería saludable’, Álvarez recomienda “disminuir su consumo y tener un plan para reemplazarlos por otros alimentos: “Yo soy partidaria de que se haga de forma progresiva, poquito a poco. Revisar con qué frecuencia recurre el paciente a estos productos y hacer una propuesta de disminución dando recursos para reemplazarlos. La clave es individualizar la pauta, no hacer una recomendación general. Para ello hay que indagar y ajustar la estrategia a lo que el paciente necesita”.

Ursúa propone un paso inicial: que procuremos no tener esos productos en casa, dejando su consumo para momentos en los que estamos fuera. “Aunque no puede ser una medida que se adopte en solitario ni, como decíamos, una prohibición que pueda desembocar en un atracón posterior”.

Este contenido es apoyado por la iniciativa “Alimentando el cambio” de DANONE en el que Maldita.es colabora elaborando contenidos independientes según su metodología.


Primera fecha de publicación de este artículo: 22/02/2022

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