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MALDITA CIENCIA

Agua de sabores embotellada: si se apellida ‘de fresa’, ‘de manzana’, ‘de limón’ o similares no es agua, sino una bebida edulcorada similar a los refrescos

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En Maldita.es ya hemos explicado que ni los refrescos azucarados y bebidas energéticas ni los zumos (industriales o no) y mucho menos las bebidas con alcohol  son una forma saludable de hidratarnos. De hecho, por la cantidad de azúcar, cafeína o alcohol que contienen respectivamente pueden tener repercusiones negativas en nuestro organismo. Pero, ¿qué pasa con el 'agua' de sabores que encontramos en el supermercado? Como indica la propia forma de referirnos a este tipo de bebidas, aparentemente se trataría de una alternativa similar a la recomendación por excelencia para saciar la sed, el agua. ¿Es así o estamos ante un refresco más? 

¿Qué es exactamente el ‘agua’ de sabores? 

En general y, desde el punto de vista nutricional, este tipo de bebidas son poco más que agua con edulcorantes intensivos (acesulfamo K, aspartamo, ciclamato o similar), además de otros posibles ingredientes y aditivos para aportarle sabor, aroma, color o asegurar su conservación, como explica a Maldita.es Ana Belén Ropero, profesora de nutrición y bromatología en la Universidad Miguel Hernández y maldita que nos ha prestado sus superpoderes. 

“En la industria alimentaria, el sabor afrutado se obtiene utilizando saborizantes artificiales e idénticos al sabor natural, maltodextrina, ácido ascórbico o goma guar, entre otros”, añade a Maldita.es Gemma Madolell, dietista-nutricionista miembro de la Comisión de Sanidad del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunitat Valenciana (CODiNuCoVa).

Algunos tipos llevan vitaminas y minerales para poder hacer algún tipo de declaración respecto a su funcionalidad (‘contribuye al mantenimiento del sistema inmune’ en condiciones normales, ‘mejora la función cognitiva’, ‘disminuye la fatiga y el cansancio’, etc.). “Pero se trata de vitaminas y minerales que podemos encontrar en los alimentos naturales”, recuerda Ropero. 

También existe la opción de que lleven ingredientes ‘extra’ que aporten nutrientes. En ese caso y según la experta, habría que valorar específicamente. “Si llevan algún tipo de azúcares añadidos o provenientes de zumo de frutas, son azúcares libres, que tampoco son recomendables, como ya hemos insistido en otras ocasiones”, añade. 

De hecho, esta es la causa de que probablemente no encontremos en el supermercado un producto que se autodenomine ‘agua de sabores’ como tal. “Suele encontrarse como agua con limón, naranja o manzana principalmente, aunque también pueden aparecer otros sabores”, afirma Madolell. “Si nos fijamos en el etiquetado, su denominación es la de ‘bebida refrescante’, lo que comúnmente conocemos como refrescos, que suelen contener gran cantidad de azúcar añadido (algunas superan los 20 gramos, unos dos sobres por medio litro de agua) y muy poca cantidad de fruta”, continúa la experta.

Si no lleva azúcares añadidos, cafeína o alcohol, ¿se puede decir que el ‘agua’ de sabores es una alternativa saludable? 

“Decir que ‘las aguas con saborizantes se puedan considerar una alternativa saludable al agua como tal’ es una frase que debemos coger con pinzas”, opina en Maldita.es Nuria Conejos, nutricionista deportiva en el centro de nutrición IND. “De hecho, afirmar algo similar podría hacer pensar a mucha gente que son nutricionalmente equivalentes al agua, cuando no es así”. De nuevo, si consideramos aquellos que no tienen azúcares añadidos entre sus ingredientes (los ‘más similares’ al agua), uno de los porqués es la presencia de edulcorantes. 

Los aditivos autorizados (aromas, saborizantes o de cualquier tipo que suelen llevar) no afectan a la valoración nutricional de estas bebidas. En cambio, los edulcorantes sí lo hacen. “Los alimentos con edulcorantes no son recomendables según el Modelo de Perfil de Nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud en las Américas”, recuerda Ropero. Tampoco la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Europa tiene una opinión favorable a ellos.

Es cierto que los edulcorantes no suponen un plus en la ingesta total de calorías diarias, están controlados y regulados por la EFSA y no se relacionan directamente con ninguna patología, como sí lo hace el azúcar, dado que su consumo en las dosis a las que se emplea es seguro. 

Ahora bien, como explicamos en Maldita.es, uno de los principales problemas de su ingesta habitual, como ocurre con los potenciadores de sabor, es la alteración de nuestro sentido del gusto: al tener un poder endulzante mucho mayor que el azúcar, aumentan nuestro umbral de dulzor, favoreciendo que solo los productos muy dulces (normalmente ultraprocesados y poco saludables) lo satisfagan. 

Es decir, que el consumo habitual de productos con edulcorantes acalóricos termina por ‘maleducar’ nuestro paladar, acostumbrándole a un nivel de dulzor que, si no puede competir con el de los productos sin procesar, mucho menos puede hacerlo con el agua. A la larga, es posible que recurramos a ellos de nuevo, en busca de sensaciones similares.

Como explica David Ludwig, especialista en obesidad del Boston Children's Hospital, afiliado a la Universidad de Harvard en la web de la institución, "la sobreestimulación de los receptores de azúcar por el uso frecuente de estos edulcorantes hiperintensos puede limitar la tolerancia a sabores más complejos". En otras palabras, "el uso de edulcorantes artificiales puede hacer que se reduzca el consumo de alimentos saludables y nutritivos y aumente el de productos aromatizados artificialmente con menor valor nutricional", concluye el artículo.

Estos son las conclusiones a las que apuntan estudios como este, publicado en la revista Physiology & Behavior; este, publicado en Current Nutrition Reports o este, en Appetite.

“Sin duda alguna, nuestra bebida principal debe ser el agua normal y corriente. El consumo de aguas saborizadas (en caso de haberlo) debería ser ocasional”, concluye en Maldita.es Anabel Moyano, dietista-nutricionista en el centro de nutrición Fátima Japón.

Alternativas para quienes tienen problemas con la sed

A pesar de que no existe una recomendación científica de qué cantidad exacta de agua necesitamos al día, más allá de la necesaria para saciarnos cuando tenemos sed (olvídate de los famosos dos litros u ocho vasos diarios), hay en quienes las ganas de beber pueden verse alteradas, como los ancianos, los niños y personas con determinadas patologías. 

“Pueden acabar consumiendo muy poca agua en su día a día y sustituirla por bebidas con más sabor, como los refrescos o los zumos y la cantidad de azúcar correspondiente (en caso de tenerla)”, advierte Conejos. 

Para evitar que esto suceda, el consejo de Ropero es preparar agua de sabores en casa, con sabores que puedan resultar más atractivos a quienes más les cuesta beber. “Una buena opción es mezclar agua con o sin gas y trozos de frutas (por ejemplo, naranja, limón, fresas…) e incluso hortalizas (pepino, zanahoria…). Adicionalmente podemos añadir especias o hierbas aromáticas si queremos darles un toque diferente: menta, hierbabuena, jengibre…”, propone Moyano. “También podemos hacer cubitos de hielo con frutas y añadirlo al vaso de agua”, añade Madolell.

“Si no le añadimos ningún otro ingrediente, es perfectamente saludable y puede ayudar a que personas que les cuesta beber agua, la beban mejor. Ahora bien, si le añadimos algún tipo de azúcar, zumo o edulcorantes, tendrá la misma valoración nutricional que las comerciales”, concluye Ropero. 

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes Ana Belén Ropero.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 25/01/2022

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