En general, la pornografía se ve a solas y con fines de satisfacción sexual, según algunos estudios. En Maldita.es ya explicamos los efectos positivos que puede suponer la masturbación para la salud, tema muy relacionado con otra de las dudas que nos habéis planteado esta semana: si consumir pornografía puede ser de alguna forma perjudicial para la salud sexual, física o mental. Un consumo normal o esporádico no tiene por qué serlo.
En el caso de que el consumo sea continuo y compulsivo o suponga el único referente sexual, sobre todo en el público más joven, sí podría generar dificultades al mantener esas personas sus propias relaciones sexuales (como problemas de erección), ya que puede llevar a crear expectativas irreales y a la frustración que esto conlleva.
Según explican los sexólogos y psicólogos consultados por Maldita.es, en los últimos años, en especial en los meses de confinamiento por COVID-19, ha habido un claro aumento del consumo de pornografía. Además, a edades cada vez más tempranas.
En palabras del sexólogo y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS) Iván Rotella Arregui, este contenido puede ser perjudicial en el momento en el que el espectador (normalmente hombre) cree que refleja la realidad de cómo son las relaciones sexuales, la erótica, el deseo de la pareja o su respuesta sexual. ”Tratar de aprender sobre relaciones viendo porno es como intentar aprender escalada viendo películas de Spiderman”, señala Rotella a Maldita.es. Aurora Gómez, psicóloga clínica, coincide y añade que “lo que ocurre con la pornografía es que actualmente no está funcionando como una herramienta para ayudar al deseo, sino como una máquina para construirlo”.
De ahí la importancia de la madurez del espectador: no es lo mismo que se utilice este recurso visual para excitarse cuando ya se sabe lo que es el placer, en el caso de los adultos, que hacerlo antes de haberlo experimentado, en el de los más jóvenes. “Al final, condiciona completamente la visión de qué es el placer y cómo ‘debería ser’ una relación sexual satisfactoria”, añade.
No hay que olvidar que la pornografía es ficción y esto puede crear frustración en caso de ser el único o principal patrón de conocimiento sexual, al no cumplirse determinadas expectativas, “tanto por el tipo de cuerpos, que en estos vídeos son normativos e imposibles; como por la clase de posturas que se practican, muchas veces auténticas acrobacias que no dan placer y el tipo de relación que se visualiza, en general”, señala Gómez.
“Las personas funcionamos por respuestas condicionadas: si hay una única fuente de estímulo sexual y es muy concreta llega un momento en el que solo va a haber excitación de esa manera”, señala a Maldita.es Francisca Molero, médica sexóloga y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). Por eso muchos hombres jóvenes o consumidores compulsivos de pornografía no son capaces de tener relaciones, no consiguen que haya erección o no encuentran la motivación suficiente porque están acostumbrados a estímulos más ‘intensos’.
Entre el resto de posibles consecuencias negativas, hay estudios que señalan que existe asociación entre la exposición a la pornografía y las relaciones sexuales sin preservativo en los adolescentes y que quienes lo consumen habitualmente podrían presentar “más conductas sexuales agresivas y una mayor aceptación de la violencia en el noviazgo”. Apuntan, sin embargo, que se requiere más evidencia empírica para poder obtener resultados concluyentes, como explican Gemma Mestre-Bach, investigadora postdoctoral en la Universidad Internacional de la Rioja, y Carlos Chiclana Actis, psiquiatra, en The Conversation.
Gómez opina que, al final, la gente se olvida de cuál es el fin último de la pornografía: alimentar el deseo. Lo ideal, según las expertas, es abrir el abanico de posibilidades. “Exponerse a diferentes estímulos por curiosidad, para aprender, lleva a una sexualidad divertida y variada. Por ejemplo, ver esporádicamente un trocito de película porno clásica, oír y leer fragmentos de audio o literatura eróticos, incidir en el tema de la imaginación…”, propone Molero. “Todo eso nos ayuda a entender cómo somos sexualmente, qué nos excita y ser conscientes de que hay una enorme variedad de estímulos que pueden activarnos”, concluye.
“No se trata de demonizar las fantasías, sino de que sepamos dónde llevan”, reflexiona Gómez. Para ello, Gerard Cebriá León, vocal de la Asociación Española de Sexología (AES), propone a quien quiera seguir consumiendo este contenido realizar una mirada empática sobre lo que se está viendo en la pantalla, lo que ayudará a entender qué partes nos quieren vender como satisfactorias, siendo en realidad una performance. "En definitiva, estar atentos al lenguaje verbal y corporal, poner el respeto y el consentimiento en el centro de la relación, con libertad para detener el acto en cualquier momento, son claves para obtener una relación sana y satisfactoria para todas las partes implicadas”, concluye.
Primera fecha de publicación de este artículo: 29/06/2021