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Nos habéis preguntado qué hay de cierto en algunos titulares y artículos en los que se dice que la cúrcuma tiene unos potentes efectos antiinflamatorios y puede utilizarse como un tratamiento eficaz para la artritis y los dolores articulares que produce.
Hay algo de cierto en todo esto. La curcumina, el compuesto extraído de la cúrcuma que se utiliza como colorante (con el código E100) "reduce la producción de mediadores de la inflamación y los radicales libres, lo que hace que popularmente se le atribuyan propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que tendrían efectos beneficiosos en el tratamiento terapéutico de enfermedades como dislipemia (“colesterol alto”), osteoartritis, enfermedades de la piel, úlceras gástricas, diabetes o incluso cáncer. La realidad es que la evidencia científica en torno a su eficacia para reducir la inflamación es prometedora pero limitada", explica Beatriz Robles, nutricionista.
Por eso, las evidencias no son suficientemente sólidas para poder publicitar o considerar la cúrcuma o la curcumina un compuesto o producto con propiedades sanitarias para el tratamiento del dolor o la inflamación en las articulaciones. Esa fue la resolución de la Agencia Europa de Seguridad Alimentaria, que se pronunció al respecto en mayo de 2017 y concluyó que "la relación de causa y efecto entre el consumo de curcumina y el mantenimiento de las articulaciones no ha sido establecido".
Otra cosa que hay que tener en cuenta es qué cantidad sería necesaria para que se produjesen esos efectos antiinflamatorios. "Los ensayos realizados hablan de dosis a partir de 1.000mg curcumina/día. Estas cantidades son difíciles de ingerir a partir de la dieta si se toma cúrcuma como especia (supone en torno a 5 cucharadas de café), pero sí pueden conseguirse mediante suplementos. Quien quiera beneficiarse de las propiedades de la curcumina usándola como aromatizante en las preparaciones culinarias, lo tiene difícil", concluye Robles.
