‘e/acc’ no es un código de programación ni una errata, es la etiqueta con la que se identifican los seguidores del aceleracionismo efectivo: un movimiento tecnooptimista (que aboga por la tecnología) que defiende que un desarrollo rápido y sin límites regulatorios de la inteligencia artificial nos permitirá alcanzar la singularidad o una IA general, que supere a la humana y que será clave para el progreso de la humanidad.
Los expertos consultados por Maldita.es sostienen que pensar que la IA solucionará todos los problemas humanos es peligroso. Además, advierten de que el desarrollo acelerado sin la regulación necesaria puede tener consecuencias en los derechos fundamentales, ya que pueden desarrollarse modelos opacos (cajas negras) que las personas no entiendan y que respondan a intereses políticos y económicos. Sin embargo, sí se muestran optimistas sobre el impacto que una IA regulada y responsable puede tener en la sociedad.
El aceleracionismo efectivo o ‘e/acc’ es un movimiento tecnooptimista que apuesta por un desarrollo sin límites regulatorios de la inteligencia artificial
La etiqueta ‘e/acc’ (por el nombre en inglés effective accelerationism), que podemos encontrar en nombres de usuarios de Twitter (ahora X), representa el aceleracionismo efectivo, un movimiento a favor del desarrollo sin barreras ni límites regulatorios de la inteligencia artificial. Creado en Silicon Valley, se caracteriza por ser tecnooptimista, es decir, “defiende que en el futuro se alcanzarán condiciones de vida ideales para la humanidad gracias a los avances tecnológicos ”, explicó la doctora en Ingeniería Industrial, Sara Lumbreras, en el seminario ‘El tecnooptimismo: futuro cercano o falsa promesa’ de la Universidad de Navarra.
Uno de los representantes del movimiento es Beff Jezos, que juega con el nombre de Jeff Bezos (fundador de Amazon) y que en realidad es el seudónimo de Guillaume Verdon, fundador de la startup de IA Extropic. En su newsletter ‘e/acc’ sostiene que el aceleracionismo efectivo es un “set de ideas y prácticas que buscan maximizar la probabilidad de alcanzar la singularidad del tecnocapital (la suma de la tecnología y las fuerzas del mercado)”. Entre otras ideas, también señala que “los mercados y la competición son mejores para identificar y capitalizar” el desarrollo de la tecnología, por encima de los controles regulatorios.
En resumen, la gran meta es esa mencionada ‘singularidad’: según este tipo de movimientos, alcanzar una inteligencia artificial general (AGI) que sea más inteligente que la humana. “Aquel evento en que los sistemas no solo se comporten como está previsto, sino que, súbitamente, ofrezcan una respuesta no esperada basada en su criterio propio”, describió el profesor de Inteligencia Artificial de la Universidad de Deusto, Aitor Moreno, en The Conversation. Sin embargo, los expertos señalan que el desarrollo de una AGI está en una fase temprana y aún no hay modelos publicados (y otros incluso afirman que el concepto es sólo una estrategia de marketing).
Sin regulación ni barreras, la aceleración de la IA puede poner en peligro los derechos fundamentales y beneficiar sólo algunos intereses
Para los ‘e/acc’, la respuesta a los problemas del mundo está en el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial. “Aunque los e/accs dicen que no sienten especial predilección por los seres humanos, siguen describiendo su movimiento como “prohumano”, pero para ellos es la tecnología la que nos salvará de nosotros mismos”, detalla un artículo de Business Insider.
Pero algunos expertos sostienen que no es realista fiarse a ciegas de la tecnología. “No podemos pensar que la IA va a ser capaz de resolver todos los problemas a los que nos enfrentamos actualmente”, advierte a Maldita.es Aurora Ramírez, profesora ayudante del Departamento de Lenguajes y Ciencias de la Computación en la Universidad de Málaga.
‘El Manifiesto Tecnooptimista’ del capitalista de riesgo Marc Andreessen es un ejemplo de este positivismo extremo. “Eleva la tecnología a un nivel casi religioso, lo cual me parece peligroso. La tecnología es una herramienta, no un fin en sí misma. Además, ignora problemas sociales cómo los problemas de desigualdad y las dificultades económicas que enfrentan muchas personas”, analiza para Maldita.es Julián Estévez, profesor e investigador en inteligencia artificial y robótica en la Universidad del País Vasco.
Teresa Rodríguez de las Heras, miembro del Grupo Experto de la Comisión Europea de Responsabilidad y Tecnologías (IA, Robótica, IoT), explica que el movimiento se basa en la idea errónea de que regular la IA solo es prohibir, limitar, imponer obstáculos o barreras de entrada. “En realidad lo que hace es facilitar, dotando de seguridad jurídica y de certidumbre, un fenómeno que si se mueve en la total falta de referencias puede incluso verse obstaculizado”, indica a Maldita.es. Algo que comparte Estévez, que dice no estar de acuerdo con “la idea de que solo el dinero impulsa la innovación, que es, en definitiva, lo que busca una IA sin regular y sin contemplar sus riesgos”.
La aceleración del desarrollo de la IA sin regulación podría traer consigo una serie de problemas. Rodríguez de las Heras señala que podría conllevar vulneraciones a los derechos fundamentales, el desarrollo de una IA opaca que las personas no entiendan y un avance tecnológico basado en los intereses económicos y políticos de algunos colectivos. Por su parte, Ramírez sostiene que el aceleramiento nos pone en “riesgo de que los desarrollos se concentren en grandes corporaciones, pues son los que disponen de los recursos humanos, técnicos y económicos para adelantarse a la competencia”. La experta indica que esto puede provocar una mayor brecha digital, en especial en las sociedades o empresas que no disponen de los recursos para entrenar constantemente una IA.
Todo esto hace fundamental regular la IA, algo de lo que la Unión Europea ha tomado nota: el 1 de agosto entró en vigor su reglamento pionero en el mundo, la Ley de Inteligencia Artificial o AI Act.
Los expertos sí son optimistas sobre el desarrollo de la inteligencia artificial y el impacto positivo que puede tener en un entorno regulado
Para Rodríguez de las Heras, no todo es malo. La experta rescata dos cosas interesantes del aceleracionismo efectivo: el optimismo tecnológico “que dota de una visión más cercana y prometedora de la tecnología” y la idea de que la tecnología no se enfrenta al ser humano, sino que lo acompaña.
Pero no todos son tan optimistas. En 2023, se lanzaron dos cartas abiertas a la inteligencia artificial desde la industria. Una de ellas pedía detener su desarrollo y la otra equiparaba sus riesgos a los de una pandemia o guerra nuclear. Los expertos señalaron que estos mensajes eran demasiado alarmistas y que el diálogo y la regulación son clave para alcanzar un acuerdo global.
Estévez también se siente bastante optimista sobre los avances en inteligencia artificial, pero comparte la necesidad de regular su impacto para no aumentar más la desigualdad. “Creo que lo único que puede generar el aceleracionismo desmedido de la IA es una burbuja de inversión”, advierte. Según el informe de la Universidad de Stanford, AI Index, Estados Unidos es el líder mundial en inversión en IA, con 67,2 mil millones de dólares invertidos en el sector (unas ocho veces el monto de China, el segundo mayor inversor).
Por su parte, Ramírez reconoce la importancia de aprovechar el momento tecnológico que vivimos, pero “no a costa de saltarse etapas clave como el análisis de necesidades reales, estudiar el coste-beneficio a nivel energético, y sobre todo, no obviar regulaciones a nivel de transparencia, seguridad o justicia”. La experta afirma que el camino debe ir por “facilitar el acceso a la IA al mayor número posible de sectores, para que cada uno la adapte a sus necesidades con el asesoramiento científico adecuado y de forma confiable y segura para el usuario”.
Aurora Ramírez, profesora ayudante del Departamento de Lenguajes y Ciencias de la Computación en la Universidad de Málaga: “Hay que aprovechar el momento tecnológico que vivimos para avanzar en aquellas soluciones basadas en IA que se visionaron hace décadas pero que no contaban con el equipamiento hardware, el interés social o las facilidades de ponerlas al alcance de todos. Pero esto no debe hacerse a costa de saltarse etapas clave como el análisis de necesidades reales (¿necesitamos IA para esto?), estudiar el coste-beneficio a nivel energético y, sobre todo, no obviar regulaciones a nivel de transparencia, seguridad o justicia”
Julián Estévez, profesor e investigador en inteligencia artificial y robótica en la Universidad del País Vasco: “No estoy de acuerdo con la idea de que solo el dinero impulsa la innovación y que es, en definitiva, lo que busca una IA sin regular y sin contemplar sus riesgos. La historia nos ha demostrado que muchos avances importantes surgieron de la curiosidad, la necesidad o el deseo de mejorar la sociedad. Además, cualquier servicio o tecnología ampliamente usada en la sociedad tiene que estar regulada, tal y como ocurre con los coches, los aviones, los aparatos médicos o la tecnología alimentaria”.
Teresa Rodríguez de las Heras, miembro del Grupo Experto de la Comisión Europea de Responsabilidad y Tecnologías (IA, Robótica, IoT): “En realidad lo que hace la regulación es facilitar, dotando de seguridad jurídica y de certidumbre, un fenómeno que si se mueve en la total falta de referencias, puede incluso verse obstaculizado. La normativa también puede ser facilitadora e impulsora, puede situar los incentivos adecuados para que, ante el riesgo, las empresas se animen a desarrollar, comercializar y participar. Unas normas adecuadas también generan una mayor seguridad al ciudadano y, por tanto, una mayor aceptación social de las aplicaciones de la inteligencia artificial”.