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MALDITA TECNOLOGÍA

Chips que se implantan bajo la piel: para qué sirven y qué implicaciones tienen en nuestro cuerpo

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Probablemente hayas visto películas y series de ciencia ficción en la que los personajes llevan microchips y otro tipo de implantes tecnológicos para controlar cosas o activar dispositivos. Aunque puede que nos siga sonando distópico, esta tendencia es una realidad en países como Suecia, donde miles de personas llevan uno de estos implantes subcutáneos. Ahora bien, ¿para qué los usan allí exactamente? ¿Qué son estos chips y para qué sirven?

A diferencia de otros “wearables”, esa tecnología que podemos llevar puesta como si de una prenda más de vestir se tratase, los microchips instalados bajo la piel no son accesorios que puedan ponerse y quitarse a lo largo del día. A pesar de ello, una pequeña encuesta revela que en España un 20% de la población estaría dispuesta a implantarse uno que sustituyera al smartphone y sus funciones, según refleja el informe “Y después de los Smartphone, ¿qué? Ciudadano Cyborg” de Línea Directa realizado en 2019. 

Unos llevan tecnología de radiofrecuencia y otros NFC, como las tarjetas de crédito

Estos microchips tienen más o menos el tamaño de un grano de arroz y se suelen colocar entre los dedos pulgar e índice de la mano. Algunos utilizan un sistema de identificación por radiofrecuencia (RFID, como los chips que se les pone a los animales de compañía) y otros, más avanzados, son implantes NFC, la tecnología que se usa para hacer pagos con el móvil o con una tarjeta con contactless, por ejemplo.

¿Para qué se usan? Hay países en los que se ofrece esta solución tecnológica en un entorno laboral: por ejemplo, desde 2017, la empresa sueca Epicenter, ofrece estos chips a sus empleados para realizar pagos en las máquinas expendedoras, usar la impresora, etc. Todo esto se puede hacer acercando el chip a unos cinco centímetros de estos dispositivos. 

Otra de sus aplicaciones es la de almacenar información como si de una memoria externa se tratase o llevar a cabo acciones en nuestro móvil. Eso sí, de momento la capacidad de almacenamiento de estos dispositivos no es muy grande, o sea que no es como si pudiésemos controlar el teléfono sin siquiera tocarlo.

En España no existe ninguna regulación sobre este tipo de dispositivos, pero sí hay personas que ya los llevan en su piel. Una de ellas es Pau Adelantado, un sociólogo y diseñador gráfico que desde 2018 lleva un chip subcutáneo y que según contó a Xataka, el ponérselo le resultó “prácticamente indoloro”.

De la misma manera, Tamara P. Banbury, estudiante de doctorado en la Universidad Carleton (Canadá), afirma en The Conversation que “el procedimiento de implantación no es difícil ni extremadamente doloroso”. Banbury se considera una “cyborg voluntaria”, un término que define como una persona “involucrada en la comunidad y en la práctica de implantar tecnología debajo de su piel con fines de mejora o aumento”.

El hecho de que no sea doloroso no quiere decir que sea buena idea ponérselo uno mismo en casa. “Su uso debe estar regulado y contrastado por personal sanitario. Se pueden generar infecciones u otro tipo de complicaciones”, afirma a Maldita.es la neurocientífica Liset M. de la Prida, directora del Laboratorio de Circuitos Neuronales del Instituto Cajal del CSIC.

Según los expertos consultados, por la tecnología de corto alcance que utilizan no pueden usarse para rastrear

Los posibles problemas médicos que nos podría provocar un implante de este tipo no son los únicos debates generados en torno al implante de microchips. El tema que sale a relucir cada vez que se habla de esta tecnología es el de la privacidad. Cuando la empresa estadounidense “Three Square Market” ofreció a sus trabajadores reemplazar la tarjeta de empleado por uno de estos microchips subcutáneos, hubo reacciones negativas que lo vinculaban con una “vigilancia perniciosa” por parte de la empresa, asegura The Guardian.

Tamara P. Banbury, en cambio, cree que “los chips implantados no son útiles para la vigilancia o el seguimiento encubiertos”, explica en The Conversation, puesto que “la tecnología de microchip disponible actualmente no es capaz de rastrear la ubicación de las personas”. Pau Adelantado opina en la misma línea y explica a Xataka que un implante NFC “no emite ni recibe información si no tiene un campo de NFC cerca. Y estos campos necesitan una distancia cortísima (de entre 2 y 5 cm) para actuar”.

Los usos actuales se limitan a acciones que podemos realizar con nuestros teléfonos móviles

De momento, muchas de las acciones que podemos llevar a cabo con un microchip implantado bajo la piel podemos hacerlas con nuestro móvil, tarjeta de empleado en el caso de las empresas o nuestra tarjeta bancaria. Pero estas no son las únicas funciones que permiten los implantes subcutáneos, De la Prida explica que hay otros usos, como el de ofrecer información médica.

Este es el servicio que ofrecía “Verichip, que pretendía incluir información personalizada para usar en caso de emergencia, por ejemplo”, ya en el año 2004. De hecho, fue el primer implante en humanos de este tipo que fue aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos, en ese año.

En vista de los usos que se le pueden dar hoy en día a estos microchips, Liset M. de la Prida ve “poco sentido implantarse un chip para controlar el móvil en una persona normal”. Sí ve utilidad, por ejemplo, “si se trata de un paciente con trastornos del movimiento” a los que este tipo de tecnología podría ayudar.

Sea como sea, de momento sólo se puede hablar de un desarrollo real de esta tecnología en unos pocos países como Suecia o Japón. Como afirma Liset M. de la Prida, se trata de un “mercado en expansión” que de momento busca “ampliar” sus aplicaciones, pero al que le queda todavía un largo camino por delante.

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