Los últimos modelos de marcapasos han ido incorporando distintas medidas de conectividad, que permiten monitorizar la evolución de los pacientes e identificar posibles problemas o alteraciones en su ritmo cardiaco.
¿Pueden estos aparatos manipularse a través de dispositivos móviles? El doctor Óscar Cano, presidente de la Sección de Estimulación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología, explica que “como regla general podemos decir que los marcapasos y desfibriladores actuales están provistos de mecanismos de seguridad muy avanzados que hacen que sea altamente improbable que se pueda interferir su funcionamiento en el ámbito doméstico”.
Pese a que es difícil interferir en este tipo de dispositivos, desde la entidad subrayan dos medidas de precaución básica para minimizar los riesgos entre las personas que tengan implantado uno de estos dispositivos. Primero, “utilizar el teléfono móvil en el oído contrario al lado en el que está implantado el marcapasos/desfibrilador para mantener siempre una cierta distancia de seguridad entre ellos”. Y segundo: “evitar llevar el teléfono móvil en un bolsillo cercano al lugar en el que está implantado el marcapasos/desfibrilador”.
Uno de los últimos problemas que ha salido a la luz en este campo es el del iPhone 12. Según se ha reportado, este modelo cuenta con un imán que “puede llegar a interferir en el desfibrilador bajo determinadas condiciones”, como por ejemplo situándolo justo encima del dispositivo.
“En cualquier caso, si se cumplen las normas de precaución básicas sobre el uso de teléfonos móviles mencionadas anteriormente, nunca se produciría una interferencia significativa con el funcionamiento del marcapasos o desfibrilador”, aclara Cano.
Nos da más detalles sobre este caso concreto nuestro maldito José Miguel Martín Torres, médico cardiólogo y conocedor de este tipo de técnicas. Según explica a Maldita Tecnología, su equipo realizó experimentos en el laboratorio de electrofisiología comprobando que este modelo de iPhone “sí inhibe las terapias, pero solo si se encuentra en contacto directo con la piel, por lo que el riesgo es bajo”.
“Pero sin duda la respuesta a la pregunta es un rotundo sí, algunos teléfonos móviles y dispositivos electrónicos pueden interaccionar con la programación del dispositivo, y está interacción es más grave en un desfibrilador que en un marcapasos convencional”, añade.
Sobre la conectividad de los aparatos, Martín explica que la forma más habitual de interactuar con ellos es la “radiofrecuencia de campo cercano”, es decir, a través de un dispositivo que el médico coloca a 5 centímetros del marcapaso para realizar cambios en su programación.
Además, los dispositivos más recientes ya se pueden modificar con radiofrecuencia de campo medio (con más alcance que los tradicionales) o con máquinas intermediarias que se colocan, por ejemplo, en la mesilla de noche del paciente. Estos dispositivos funcionan con un protocolo similar al wifi y conectan directamente al paciente con su hospital de cabecera.
“Y de manera aún más reciente, los últimos tres años aproximadamente, se ha aprobado para el uso médico el bluetooth de última generación (5.0 y más reciente 5.1) para la comunicación entre dispositivos. Esto es así porque versiones anteriores de este protocolo no cumplían los estándares de seguridad, que son muy estrictos. Así que ahora no es necesario tener esta estación de monitorización, sino que se puede llevar una app en el móvil del paciente que cumple la misma función y se lleva en todo momento, de modo que si hay alguna alerta (terapias, eventos, dislocaciones de cable...) nos llega en el momento”, añade.
¿La llegada del bluetooth implica que puede haber fallos de seguridad en los dispositivos? ¿O que estos pueden ser manipulados por hackers? A día de hoy, no. Otro de los malditos que nos cede sus superpoderes, el cardiólogo Joaquín Azpilicueta, afirma que aunque la posibilidad de hackear un marcapasos moderno existe, también “existe siempre un desarrollo muy proactivo de barreras de seguridad”.
Bajo su punto de vista, resulta “difícil” que alguien trate de atacar un dispositivo que “es por definición personal y que carece de incentivo económico”. “Ya sabemos que hay gente para todo, pero quien tiene capacidades para quebrar sistemas de ciberseguridad escoge blancos más fecundos que una persona enferma a la que robar datos de frecuencia cardíaca o arrítmica”, concluye.
Opina lo mismo Martín, aludiendo a que la información que se puede obtener vía bluetooth es sólo de lectura: “De modo que los portadores de estos dispositivos pueden estar tranquilos, la seguridad es muy estricta en los protocolos de monitorización remota y aunque fuese quebrantada, en ningún momento podrían alterar los parámetros sin tener un dispositivo específico muy cerca del marcapasos”.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos José Miguel Martín Torres y Joaquín Azpilicueta.
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