¿Pueden las ciudades ser inteligentes? ¿Qué necesitan para ser consideradas como tal? El término smart cities se ha colado en el programa de muchos ayuntamientos en los últimos años y, para la Comisión Europea, las localidades deben apuntar en esta dirección con el objetivo de “mejorar el uso de los recursos y producir menos emisiones”.
Preguntamos sobre el asunto a nuestro maldito Enrique Hernández Martínez, geógrafo doctor por la Universidad de Sevilla experto en planificación estratégica y territorial y desarrollo local. Según explica, el término de ciudad inteligente empezó a popularizarse a comienzos de siglo para designar a aquellas localidades que ponían en marcha “estrategias y proyectos basados en la aplicación de las TIC para conseguir estándares avanzados de bienestar y eficiencia”.
Hoy en día, sin embargo, el término se ha delimitado a la puesta en marcha de “tecnologías digitales para la gestión de la movilidad, la eficiencia energética, la gestión de los residuos o el ciclo del agua, entre otros”.
En otras palabras, poner sobre la mesa la mayor cantidad posible de recursos tecnológicos para que las tareas municipales cuenten con un alto grado de eficiencia.
En los últimos años, además, desde Bruselas se han destinado numerosos recursos para que las ciudades implanten este tipo de tecnologías: es el caso de las Estrategias de desarrollo Urbano Sostenible (EDUSI), las Agendas Urbanas o el reciente fondo Next Generation EU. Este último, surgido tras duras negociaciones entre los Estados miembro durante la crisis sanitaria, pondrá el foco en la transición climática y digital, por lo que se espera que surjan numerosos proyectos a nivel local que ayuden a proyectar ciudades más sostenibles.
A ojos de Hernández, este tipo de iniciativas de inversión englobadas dentro de la estrategia de las smart cities “ofrece respuestas parciales y tiende a obviar algunos de los problemas más graves que enfrentamos. Por eso sospecho que en determinadas estrategias urbanas, se prefiere hablar de smart city antes que hablar de desigualdad, de pobreza, de exclusión, o de vivienda, o de espacio público o de ciudadanía”.
Para conocer en qué punto está la aplicación de estas estrategias de innovación municipal pedimos a nuestro maldito Miquel Estape que nos preste sus superpoderes. Como experto en Administración Pública y gobiernos digitales, Estape considera que “en España hay diversas iniciativas muy interesantes” en este ámbito, “aunque hay que reconocer que invertir en ciudades inteligentes es muy caro con el modelo actual: la inmensa mayoría de los ayuntamientos pequeños, medianos y también grandes están en un estado de muy incipiente”.
Cuatro ciudades españolas en el top 100 del Índice de Ciudades Inteligentes
En este sentido, recomienda también echar un vistazo al Índice de Ciudades Inteligentes, elaborado por el Instituto por el Desarrollo de la Dirección y la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur. Este informe, además, cuenta con la particularidad de que “la evaluación del grado de madurez de la ciudad inteligente se realiza a partir de la percepción de los ciudadanos, en lugar de la valoración por comités o tribunales que no siempre aplican criterios rigurosos”, apunta nuestro maldito.
En el informe de 2020 nos encontramos con cuatro ciudades españolas en el top 100: Bilbao (24), Madrid (45), Zaragoza (48) y Barcelona (49).
En los últimos años, los proyectos que se han impulsado en varias ciudades españolas incluyen gobernanza electrónica, mejora en la eficiencia del transporte público y recogida de basuras, gestión del alumbrado, urbanismo y accesibilidad de los datos públicos.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos Enrique Hernández y Miquel Estape.
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