En TikTok ha surgido un nuevo reto entre los más jóvenes llamado "tag del cayetano". Bajo esa etiqueta, los chicos y chicas que participan responden a diez preguntas con una afirmación o negación que teóricamente define si son de una inclinación política o no: al final, responden a la pregunta de si "son de derechas" o en todo caso que si pudieran votar, si votarían a la derecha o no. El resto de preguntas van en concordancia con lo que supuestamente sería ese "perfil de derechas" al que están respondiendo: llevar la pulsera con la bandera de España, ir a un colegio privado o concertado, que te gusten los toros o vestir con determinadas marcas, por ejemplo.
Es un reto viral que se hace popular en redes, como pasa con muchos otros, pero es cierto que los menores de edad que participan en él (y en muchos otros del estilo), pueden no ser conscientes de que compartir según qué información tiene sus riesgos. Con este hay cientos respondiendo a ese cuestionario con información sobre su ideología política.
“Hemos visto retos de todo tipo… Este no está a un nivel alto de peligro para la salud, pero es preocupante que no se ponga filtro y no se evalúe lo que significa sobreexponerse e identificarse ideológicamente sin necesidad”, explica a Maldita Tecnología Jorge Flores, el director y fundador de la organización Pantallas Amigas. “Sólo por el hecho de hacerlo ni siquiera se plantean qué riesgos asumen y por qué lo hacen”, continúa.
‘Oversharing’: la sobreexposición pública de nuestra información privada en Internet
La tendencia que tienen las personas a volcar su vida entera en una red social tiene un nombre: ‘oversharing’. En inglés significa algo así como “compartir de más”. En el caso de los más jóvenes, en 2017 un estudio de la firma de ciberseguridad Kaspersky reflejaba que hasta un 61% de las personas de entre 16 y 24 años compartía imágenes e información privada en redes. En cuanto a TikTok, un estudio a familias españolas, británicas y estadounidenses refleja que los menores de 15 pasan hasta 80 minutos al día interactuando con la red social.
“Están abocados a la publicación compulsiva: en el momento piensan en un público imaginado, normalmente sus allegados, y una audiencia imaginaria que es controlada y asumible. No piensan nunca en cómo afecta a lo largo del tiempo ni en otra audiencia, por mucho que lo intenten”, señala Flores. Ahora, además, entran en juego los formatos: el vídeo que publicas en TikTok lo puedes replicar en Instagram o subir a Facebook, lo que implica mayor alcance, también a redes de contactos que no son conocidos.
La desinformación y la descontextualización juegan un papel muy grande en el reto que supone esto a futuro, y en cómo puede afectar a su huella digital y en el perfilado que se puede hacer de su persona a través de las redes sociales.
“La orientación política es un caso considerado de información personal, debería tratarse de forma confidencial y cada individuo tiene la libertad de hacerlo público o no pero puede tener sus riesgos asociados al hablar de menores, como daños en su reputación”, nos explica Ángela G. Valdés, experta en ciberseguridad en el área de Ciudadanos y Menores del Instituto Nacional de CIberseguridad (INCIBE).
Un ejemplo sencillo que nos da Flores: el de un futbolista de nivel al que fichan en diferentes equipos y al llegar a uno de prestigio le sacan un vídeo de años anteriores en el que hace un comentario no muy positivo sobre sus nuevos compañeros. Bien, pues ahora imaginaos este escenario en el ámbito político, donde sabemos que cualquier dato o imagen es susceptible de descontextualizarse y usarse para atacar al oponente. O en un caso más negro: determinar a futuro que esa inclinación política es fija y que podemos hacer una cajita de esa categoría e ir metiendo en ella a personas que piensan igual para fines comerciales o políticos.
En España se prohibió la recogida de datos de ideología política de las redes sociales en 2019 por la segmentación que generaría
Las opiniones políticas son, junto al origen étnico, las convicciones religiosas, los datos biométricos de una persona, los de su salud o su orientación sexual, entre otros, una categoría de datos personales que tiene una protección reforzada dentro del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD). ¿Por qué? Son capaces de producir una discriminación hacia las personas y a segmentarlas según estas categorías. Eso deja un cuadro peligroso: ¿estarías cómodo si tu Gobierno o las empresas a las que les pides trabajo te juzgaran como ciudadano por tu orientación sexual o a quién votas?
En 2018, se intentó legalizar el registro de datos sobre la orientación política de la gente a través de sus redes sociales, con una finalidad propagandística, y el caso creó tal polémica por lo intrusivo que era que el Tribunal Constitucional terminó anulando la disposición que lo permitía. Borja Adsuara fue uno de los abogados que participaron en la oposición a esa norma tecnológica y explica a Maldita Tecnología que el reglamento está para darnos “control” sobre nuestros datos. No un control absoluto, porque si los cedemos a plataformas se vuelven públicos, pero sí con la seguridad de que no se puedan usar sin el consentimiento de la persona.
Con este reto concreto, no se sabe si se llegaría a segmentar a los chavales que participan por mostrar su ideología política, pero es un gran ejemplo para encuadrar el por qué de esta protección extra a este tipo de información: “Puede generar situaciones de acoso, que reciban críticas por Internet, que incluso suplanten su identidad para mofarse de ellos, hacer memes…” Y que esto se lleva a la vida offline: “Si igual que comparten este dato de forma directa, comparten el de su ubicación, puede haber daño físico”, explica G. Valdés.
“Por encima de los 14 o los 16 [dependiendo de la edad límite que fije la plataforma para recopilar y segmentar datos] y hasta la mayoría de edad de voto, que se tenga mayor interés en un perfil político y que eso vaya a ser basado en un reto y unos vídeos concretos es muy difícil. Con la cantidad de datos que se tienen, hay otras maneras y otras fuentes mucho más completas que esos vídeos, no sería lo que más pesaría en la balanza”, considera Flores.
Otra cosa sería que alguien de manera fraudulenta escuchase activamente cómo se posicionan esos chicos y chicas y guardase la información para luego crear determinados perfiles de su inclinación política y cruzarlo con otros datos que puedan obtener por otros canales (y que estaría violando la ley descaradamente). De forma activa porque un algoritmo no podría distinguir entre alguien que cuelga el vídeo siguiendo el reto y otro que lo hace para burlarse de él. “El problema no está en que digan una cosa u otra en redes sociales, pero hay que recalcar que no están autorizando a que nadie los trate de ninguna manera y haga un perfil político con ello”, recuerda Adsuara.
Primera fecha de publicación de este artículo: 08/07/2020.