El 'contact tracing' es el nuevo concepto de moda. Una vez comencemos a ir cuesta abajo con el desconfinamiento, se tendrán que poner en marcha medidas que eviten una segunda oleada de COVID-19 que dispare las cifras de contagios y lo que está sobre la mesa ahora para conseguirlo, no solo en España, sino en el mundo, es el ‘contact tracing’ o rastreo de contactos. Esta técnica pretende adelantarse a los contagios indiscriminados creando una red de contactos a partir de una persona que ya se sabe seguro que está infectada.
Si se sabe que Manolito ha contraído el virus y que en la última semana ha estado con su prima y el novio de su prima en su casa, sentada en un restaurante con su amiga Margarita y hablando con el frutero, es importante avisar a todas esas personas de que tienen que aislarse, por si acaso portan el virus. O de que si presentan síntomas, tienen que acudir al médico. ¿Dónde está el truco? En hacerlo de una forma que proteja la privacidad de Manolito y el resto de implicados, y que no tenga por qué saberse qué hacen y con quién se ven en cada momento de sus vidas.
Parece sencillo y lógico, ¿no? ¿Por qué hay tanta discusión alrededor del tema, entonces? El rastreo de contactos tiene una pata tecnológica que puede ser útil y que muchos gobiernos están valorando poner en marcha a través de apps para el móvil. Es decir, que puedas tener configurado en tu móvil un sistema o descargarte una app que sirviese para este cometido. Esto se puede hacer respetando la privacidad de los usuarios… o no.
Pero alto ahí, porque con la tecnología no termina la cosa. Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) a instituciones como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) recomiendan implantarlo, también en una versión manual, como se hizo con el ébola. Es decir, que fueran equipos de personas las que se ocuparan de contactar a una persona infectada y preguntar con quién ha estado para avisar directamente a los afectados. Esta opción todavía no se ha planteado en España y si se hace, habría que ver en qué condiciones para respetar la privacidad de las personas.
“En ningún caso se pretende parar la pandemia con una app, es imposible”, afirma Gemma Galdón, presidenta de la Fundación Éticas y consultora tecnológica que ha formado parte del consorcio europeo para el que se ha desarrollado uno de los protocolos de ‘tracing’. La aplicación sería complementaria a otras técnicas que se pusieran en marcha para hacer el ‘tracing’.
Nada de geolocalización: las aplicaciones y sistemas tecnológicos que se quieren usar en Europa funcionan con bluetooth
Hay varios países que ya están poniendo en práctica aplicaciones de rastreo de contactos que funcionan por tecnología bluetooth. ¿Cómo exactamente? La idea es que esto funcione como móviles comunicándose entre ellos sin que tengamos que hacer nada. Mi móvil estará emitiendo diferentes códigos a lo largo del día y si salgo a la calle y paso 10 o 15 minutos con otras personas con móviles (que también emiten sus propios códigos), estos se irán intercambiando. Si yo detectase que tengo síntomas de coronavirus, avisaría a mi médico y este me daría un nuevo código para que yo introduzca en el sistema. A partir de ahí, mi móvil contacta con los otros móviles que se ha comunicado antes para avisarles de que han estado en contacto con una persona que ahora ha dado positivo. En este tuit se ha esquematizado muy bien el proceso:
¿Y por qué no usar el GPS de los móviles para esto? Pues porque aunque no lo parezca la geolocalización es más imprecisa para hacer este rastreo de contactos. “Nadie habla de geolocalización y no tanto por cuestiones de privacidad sino por cuestiones técnicas: ahora mismo la que tenemos en los móviles normales tiene una precisión muy baja”, nos explica Manuel Carro, director del IMDEA Software Institute de Madrid. “Aquí de lo que hablamos es de registrar personas que estén a dos metros de distancia, porque más allá de esa distancia se supone que hay poco o muy poco contagio. El GPS, por definición, no te da esa precisión física y si estás dentro de un espacio cerrado, tiene aún menos”.
Este factor es además uno de los que garantizarían que no hubiese un exceso de falsos positivos: la geolocalización podría señalarte como “posiblemente próximas” a varias personas que están a unos 10 metros, explica Carro, por lo que la tasa de falsos positivos sería mucho más alta.“Si das contactos de menos, hay posibles contactos que se están obviando y si da posibles proximidades físicas de más, estamos poniendo una sobrecarga al sistema sanitario que puede ser excesiva”, dice.
Según Galdón, “la idea es minimizar” esta preocupación: “Sólo se contemplan los test cuando se conjuga la alerta con los síntomas”. Es decir, que te llegue la notificación al móvil y que además tengas síntomas. El contacto entre autoridades sanitarias y usuario se hace solo cuando se confirme mediante un test que la persona tiene COVID.
Además de la parte técnica, con el bluetooth se puede estudiar la movilidad de una manera que no afecte tanto a nuestra privacidad. “Con el bluetooth, mientras yo estoy soltando señales, nadie sabe con qué móviles me estoy comunicado, y con geolocalización se podría saber, porque en un momento dado sí que se puede saber que hace diez días o una semana yo he estado reunido con alguien en una cafetería concreta”, añade Gersón Beltrán, investigador y geógrafo en Play&Go, quien además es un maldito que nos ha prestado sus superpoderes.
¿Cuál es el papel de Google y Apple en todo esto?
Te estarás preguntando qué pintan Google y Apple en todo este embrollo, porque es cierto que se han ganado gran parte del protagonismo con el asunto del ‘tracing’ y habrás leído que son los que lo están llevando a cabo. Principalmente, que son las compañías a las que pertenecen los sistemas operativos de casi el 99% de los móviles operativos y si ellos desarrollan sistema tecnológico, puede facilitarle mucho a gobiernos que finalmente quieran usarlo.
Es importante recalcar que Google y Apple no van a desarrollar una app. Las compañías sólo van a poner a disposición en mayo una API (interfaz de programación de aplicaciones) para que los gobiernos o empresas que vayan a desarrollar una aplicación para móviles puedan usarla y crearla en base a ella. Pero hay más. Imaginad que esto no se hiciera a través de una app, sino que cuando vas a actualizar el sistema operativo de tu móvil (esa ventanita que nos aparece de ciento en viento en la pantalla diciéndonos que hay una versión más nueva de nuestro software) se añadiese una funcionalidad para que nuestro móvil empezase a participar en este modelo de rastreo. El sistema del que os hemos hablado antes, que funciona por bluetooth, sería parte del propio móvil.
A nivel técnico, es muy complejo implantar un sistema así. El bluetooth tiene que estar constantemente activado y funcionar aunque no estemos usando el móvil o una app concreta. Ahí es donde entran Google y Apple, para permitir que esto pase. ¿Pero y eso significa que van a tener nuestros datos? Según el código con el que están formando esta tecnología y que han publicado, esa no es la idea.
“Apple y Google de repente pueden hacer que tu teléfono lo tracee todo. ¿Es esto inconcebible? En un mundo apocalíptico no lo es, pero tendrían que lanzar un sistema operativo, una actualización, que si no aceptas, haría que tu teléfono dejara de funcionar. Siempre se pasa por que el usuario diga sí, y en esto se tiene que tener muy claro a qué se dice sí”, explica Carro.
Respetar la privacidad: ¿Qué pasará con los datos que se recojan a partir del ‘contact tracing’?
Todo depende de cómo se diseñe una posible tecnología final: al fin y al cabo, el rastreo de contactos es una forma de “vigilancia”, que con un mal uso puede terminar perjudicando a las personas al invadir así su privacidad. Ahora mismo hay dos modelos sobre la mesa: uno centralizado y otro descentralizado. La diferencia entre ambos es dónde se almacenan los datos que se intercambian: en el descentralizado se los queda tu propio móvil y (teóricamente) nadie más, pero en el centralizado la información terminaría en un servidor central controlado por el Gobierno. Los datos serían custodiados por una autoridad y no hay garantías de que no se utilicen más allá de para parar los contagios.
“Una de las principales preocupaciones en torno a la centralización es que el sistema puede expandirse, que los estados pueden reconstruir un gráfico social de quién ha estado cerca de quién y luego pueden expandir la creación de perfiles. Los datos pueden ser cooptados y utilizados por la policía y la inteligencia para fines no relacionados con la salud pública”, aclara Miren Gutiérrez, académica e investigadora sobre el uso de datos abiertos en la Universidad de Deusto.
“La app, si es descentralizada, no puede espiar básicamente porque no tiene la información para hacerlo. No tiene servidores a los que enviarla”, asegura Galdón. Un modelo centralizado, por tanto, no serviría sólo para paliar los contagios, como se hace ver, sino para hacer una recogida de datos que va en contra del principio de minimización (que recojas la menor cantidad de datos para la finalidad que dices que quieres cumplir).
En Europa se ha puesto en marcha un prototipo para hacer aplicaciones de rastreo llamado DP3T y es el que utilizan países como Suiza. Se basa en el modelo descentralizado, o sea que nadie se queda los datos, y surge de una investigación hecha en la Escuela Politécnica de Lausana, en Suiza (es anterior a la propuesta por Google y Apple, que también se basa en el modelo descentralizado).
Carro, por su parte, opina que no hay ningún modelo que sea imbatible. “La bomba es que ningún modelo garantiza toda la privacidad. ¿Privacidad hasta qué punto? Hay cosas que son inherentes a los modelos de contactos, sean centralizados o descentralizados”, dice. Con un posible 'tracing' manual, la persona que llama del centro de salud a otros contagiados, sabe quiénes son los posibles contagiados: "Eso lo queremos asumir o no. Lo estamos asumiendo porque es una cuestion de salud pública", añade.
¿Hay evidencias que demuestren que una app de rastreo de contactos ayudaría a frenar la pandemia?
Los especialistas consultados en esta pieza admiten que no hay evidencias de que aplicaciones tecnológicas de este estilo tengan por qué funcionar para frenar una nueva oleada de COVID-19. En Europa, están tomando referencia que al menos al menos un 60% de la población tendría que descargarlas para que esto fuera efectivo, según un estudio hecho en el Instituto de Big Data de la Universidad de Oxford. Sin embargo, en general consideran que es una opción que debe probarse para el momento en el que estamos, si se hace con todas las garantías de privacidad.
Para Carro, la clave está en la confianza que el sistema elegido consiga generar en la gente para que funcione: “Necesitamos ser honestos, ya sin pensar que vaya a suceder nada malo, sino con cuál es la tecnología que tenemos en las manos y cuáles las posibilidades que nos da esta tecnología y cuál va a ser la adopción de la gente”.
Hay que asegurarse de que el ‘tracing’ se haga con la mayor parte de la población posible
Una de las cosas en la que inciden los profesionales consultados para esta pieza es que las aplicaciones y sistemas automatizados no van a solucionarlo todo en un pis pas. No se trata de que reemplacen por completo al rastreo manual, sino que lo complementen. Incluso si se diseñara una app de rastreo de contacto o de interacciones, por llamarla así, sigue existiendo el problema de la usabilidad. ¿Cómo llegar a los niños y a los más ancianos? ¿A esas personas que no tienen un smartphone y que si lo tienen se pierden un poco al usarlo?
“Poner el acento en la concienciación es poner la responsabilidad en la ciudadanía y creo que las autoridades tienen mucha más responsabilidad. Dicho esto, primero, habría empezar por un debate basado en ciencia (no sólo epidemiológica) sobre por qué se hace debería hacer el tracking, cómo se van a salvar vidas con él, cuántas vidas se van a salvar y cómo funciona lo de salvar vidas espiando a la gente, y qué repercusiones tendrá”, explica Gutiérrez.
Además, para personas mayores que no tengan teléfono móvil y que no tuviesen manejo del sistema tendría que verse cómo se pudiera aplicar el código de otra manera y por eso no va a poder entrar todo el mundo en este testeo, va a haber “agujeros negros”, añade Galdón. Manuel Carro plantea que se pudieran hacer dispositivos especiales para niños o personas ancianas, por ejemplo, que no tuviesen que ser necesariamente un smartphone, con tal de que emitiese una señal bluetooth.
Este es uno de los casos en los que podría entrar el ‘contact tracing’ manual, como pide la OMS, y asegurarse de que se cubre la mayor parte de la población. ¿Qué pasa con esto? Que esta es una táctica mucho más invasiva a la hora de establecer métodos y almacenar los datos, también a la hora de volver a la “normalidad”: “Una vez que la emergencia haya terminado, ¿cómo podemos asegurarnos de que las tecnologías de seguimiento y las infraestructuras de control diseñadas para tiempos de crisis se desactiven efectivamente (y se eliminen sus datos, como por otro lado dice la normativa)?”, se pregunta Gutiérrez.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Gersón Beltrán.
Gracias a vuestros superpoderes, conocimientos y experiencia podemos luchar más y mejor contra la mentira. La comunidad de Maldita.es sois imprescindibles para parar la desinformación. Ayúdanos en esta batalla: mándanos los bulos que te lleguen a nuestro servicio de Whatsapp, préstanos tus superpoderes, difunde nuestros desmentidos y hazte Embajador.