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¿Inhalar el humo procedente de la quema de incienso aumenta el riesgo de cáncer? Nos habéis hecho esta pregunta a través de La Dudoteca. Lo cierto es que la evidencia científica actual al respecto no es clara y los resultados de las investigaciones sobre la posible relación son contradictorios. En cualquier caso, la clave parece estar en la dosis (cantidad de humo inhalada). De ahí que, de cara a prevenir posibles riesgos, se recomiende quemar el incienso en espacios ventilados, grandes o abiertos.
Estudios contradictorios y de baja calidad
Los resultados de las investigaciones acerca de la relación entre respirar incienso quemado y un mayor riesgo de padecer cáncer se contradicen. Por ejemplo, una revisión sistemática de 2016 (una recopilación de literatura científica de manera planificada y estandarizada de antemano con ciertos criterios, lo que implica un alto nivel de evidencia) comprobó que, de los siete estudios analizados, tres sugerían que quemar incienso en entornos domésticos se relacionaba con un mayor riesgo cáncer de pulmón; otros tres no encontraron asociación entre ambos y el último hacía referencia a una relación negativa (a más incienso, menos cáncer).
Otra revisión sistemática posterior, del año 2021, sugiere que el humo al quemar incienso sí puede ser un factor de riesgo para el asma y el cáncer de pulmón, pero advierte de que la calidad de la evidencia es baja y señala la necesidad de más investigación al respecto.
Es decir, la evidencia científica sobre la relación entre inhalar el humo procedente de la quema de incienso y el cáncer de pulmón no permite sacar una conclusión clara.
Ventilar y quemar incienso en espacios grandes, clave para prevenir posibles riesgos
Javier Beltrán Talamantes, bioquímico, recuerda a través de la Dudoteca que es importante distinguir el humo del incienso de sus componentes volátiles aromáticos. Mientras que el primero contiene partículas en suspensión que pueden alojarse en los pulmones y ser potencialmente dañinas; sobre los segundos, hidrocarburos en forma de gas que producen el olor característico del incienso, no está demostrada su toxicidad “en absoluto”.
“La clave es la concentración de humos”, continúa Beltran. “Quemar incienso es potencialmente dañino si se hace en lugares pequeños que concentren el humo, responsable único de la toxicidad, pero no así de modo que inhalemos sólo los aromas”, añade.
También el Consejo de Cáncer de Australia hace referencia en su página web a la importancia de la dosis del humo inhalado, en base a los resultados de un estudio observacional de 2008 que tuvo en cuenta a más de 61.000 participantes. Según sus conclusiones, las personas que usan incienso tienen casi dos veces más probabilidades de desarrollar cáncer en las vías respiratorias que quienes no lo hacen. Ahora bien, los resultados fueron débiles, según señala la organización, debido a las limitaciones de la propia investigación. “Las diferencias entre los dos grupos podrían deberse al azar o al hecho de que las personas que utilizan incienso tienen muchas más probabilidades de fumar cigarrillos que las que no lo hacen”, indica el consejo. Aun así, por principio de precaución y para reducir los posibles riesgos asociados al humo procedente del incienso, la asociación aconseja hacerlo solo en situaciones con buena ventilación.
