Química en forma de drogas + sexo: esto es básicamente a lo que nos referimos cuando hablamos de chemsex. ¿La finalidad? Aumentar el placer y la duración de las relaciones sexuales asumiendo, no solo los riesgos asociados a estas sustancias, sino también la posibilidad del desarrollo de una adicción en el ámbito sexual, de cambios en el mapa erótico y aumento del riesgo de contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS).
Según el Ministerio de Sanidad, en relación al chemsex no se habla de una única sustancia, sino que “es muy habitual el policonsumo”, es decir “consumir varias en una misma sesión”: “Las sustancias utilizadas pueden variar de una a otra ciudad y cambiar a lo largo del tiempo”. Entre las identificadas, el ministerio señala las siguientes:
Aun con esta información, resulta difícil precisar la composición de muchas de las drogas relacionadas con esta práctica. “Hay tantas combinaciones y aparecen nuevas de manera tan rápida que no se llega a saber lo suficiente sobre ellas. Pueden poner en peligro la salud de las personas y acabar incluso en muerte”, advertía Molero. Las vías por las que se administran son muy variadas: desde oral hasta esnifada, inhalada, fumada, rectal, intravenosa o intramuscular. Como indica el Ministerio de Sanidad, aun siendo minoritario, el consumo inyectado (slam o slamming) es el que presenta mayores riesgos para la salud.
Es fácil que parte de las sustancias utilizadas durante el chemsex, como la cocaína y la metanfetamina, generen adicción. Su combinación con el sexo y el papel de las tecnologías (como las aplicaciones de contactos y las webs de pornografía) junto con la soledad u otros factores de vulnerabilidad, “pueden dar lugar a cuadros complejos, pudiendo requerir atención de servicios especializados en adicciones, entre otros”, advierte el ministerio.
Además, de la misma forma que el uso aislado de estas sustancias puede causar adicción, también pueden hacerlo las intensas sensaciones generadas durante las relaciones sexuales bajo sus efectos. “Se trata de estímulos muy potentes que aumentan muchísimo la actividad de nuestros neurotransmisores” y que pueden incluso cambiar el mapa erótico de la persona. “Esto puede hacer que mantener relaciones sin los efectos de estas sustancias ni tenga el mismo impacto ni genere las mismas sensaciones ni produzca ese mismo refuerzo positivo”, aclara Molero.
Por último, la excitación, desinhibición y sensación de confianza o seguridad generadas a raíz de su consumo puede afectar a la percepción del riesgo, alterando la capacidad para proteger la propia salud o la de los demás. “Estar bajo el influjo de determinados tóxicos que pueden hacer bajar la guardia” y “el riesgo de contagio de ITS aumenta”, advierte la experta: “Hay que tener mucho cuidado”.
Una vez más, es imprescindible hablar de educación sexual que permita tomar decisiones informadas. En palabras de Molero, no hay problema alguno en querer disfrutar de la sexualidad, siempre y cuando estas prácticas sean consentidas y entre personas adultas. “El problema aparece cuando se ingieren sustancias que pueden acabar con tu vida o, de alguna manera, llevar la funcionalidad sexual al máximo (sensaciones que pueden prolongarse durante más de 24 horas)”.
Este artículo forma parte del 224º consultorio de Maldita Ciencia.