Andar sobre un par de andamios (o zapatos de tacón, para entendernos), no es, ni mucho menos, lo apropiado para la salud de nuestros pies. Pero, ¿qué ocurre si nos vamos al caso contrario, al calzado de suela muy fina, como manoletinas, bailarinas o chanclas? Tampoco es recomendable: el calzado adecuado, según los expertos, debe tener un poco de altura en el talón (unos tres/cuatro centímetros). “No se aconseja el calzado plano porque provoca más tensión en el arco plantar y en la fascia del pie”, señala en su página web el Servicio Riojano de Salud, lo que puede causar dolor en la zona.
También el Colegio de Podología de la Comunidad Valenciana señala en su página web que utilizar zapatos totalmente planos, sin prácticamente suela, “no es nada recomendable”. “En primer lugar, porque una suela muy fina obliga a nuestro pie a absorber los impactos contra el suelo directamente. Es el caso de las típicas bailarinas o manoletinas, carentes de amortiguación, y muy comunes en niñas y adolescentes”. Además, añade, no ofrecen un buen apoyo para el arco del pie ni para el talón.
Pero la altura del tacón y la suela no son las únicas características que hacen que un calzado sea o no adecuado: “También se deben tener en cuenta otras cuestiones, como que el ancho de horma y de la puntera sean suficientes como para albergar el ancho del pie o que la altura de esta última sea suficiente para no comprimir los dedos”, explican a Maldita.es Maria Ruiz y Mireia Membrillas, podólogas especialistas en biomecánica en Moratín Podología.
De ahí que tengamos que especificar a qué tipo de ‘calzado plano’ nos referimos, ya que no todos son iguales: “Es muy diferente hablar de calzado tipo deportivo minimalista, que suele ser amplio, a referirnos a zapatos tipo bailarinas o manoletinas”, que “pueden causar hematomas en las uñas, así como roces en los dedos, y comprimen la parte delantera del pie, facilitando la aparición de juanetes y callos”.
En palabras de Estefanía Soriano, vicepresidenta del Colegio de Podólogos de la Comunidad Valenciana, los zapatos con suela demasiado fina de este tipo repercuten en el sistema aquíleo-calcáneo-plantar, una zona que comprende desde el tendón de Aquiles hasta la misma planta del pie pasando por el calcáneo, el hueso del talón.
Este sistema es el que permite realizar el primer movimiento del paso. Lo que ocurre cada vez que el talón entra en contacto contra el suelo es que el tobillo se flexiona, gracias a la tensión del tendón de Aquiles. “Si llevamos un calzado excesivamente plano, la tensión del Aquiles tiene que ser mayor para poder dar lugar a esa flexión. ¿Consecuencia? Que el hueso del talón y la fascia plantar recibirán mayor tensión”.
Esto puede ser causa de dolor en la planta del pie, también conocido como fascitis plantar (inflamación de la fascia), algo “muy frecuente en verano, cuando se abusa de las chanclas”, añade Soriano, un calzado que solo se aconseja para ir a la playa y a la piscina, para evitar hongos y verrugas plantares. A largo plazo, de abusar de este tipo de calzado, se puede incluso sentir dolor en los músculos de la pantorrilla y desarrollar problemas en los tobillos, en la espalda y la cadera, e incluso interferir en la postura en general.
“¿Cuántas veces hemos escogido un zapato plano para caminar durante horas ‘porque iremos más cómodos’ y hemos acabado el día con un fuerte dolor de pies?”, plantea la experta, quien recuerda que lo recomendable, tanto en hombres como en mujeres, es utilizar un calzado con un tacón de unos cuatro centímetros y con buena amortiguación, para que el pie pueda trabajar sin sobreesfuerzo en la marcha habitual.
Como recuerda en The Conversation Miguel Cánovas Vázquez, profesor asociado de Podología deportiva y Patología en la Universidad de León, aunque podamos pasear un rato con tacones o zapatos normales, “el calzado para caminar distancias medias y largas debe ser siempre deportivo”. Es esencial, además, usar la talla adecuada, que “permite la transpiración, ajuste y sujeción” necesarias, así como cierto grado de amortiguación.
Con respecto a las zapatillas de deporte tipo minimalistas o barefoot, bajo el punto de vista podológico, según Ruiz y Membrillas, sí son recomendables de manera general siempre y cuando no existan patologías previas y se haga una correcta transición desde el uso del calzado convencional al calzado minimalista plano.