“He conseguido llegar hasta aquí por suerte”, “no merezco lo que tengo”, “estoy engañando a todo mi alrededor, que piensa que valgo más de lo que realmente valgo”. Estos, aun en personas con gran éxito personal y/o laboral, son los pensamientos más recurrentes de quienes sufren el conocido síndrome del impostor, por el que nos habéis preguntado esta semana. No se trata de una enfermedad (no se recoge en ningún tratado de psicopatología), sino de un conjunto de pensamientos e ideas comunes que sí se han estudiado. Suelen estar relacionados con la autoestima y la concepción errónea de uno mismo y de las propias capacidades y afectan en algún momento de la vida a un 70 % de la población, según un estudio publicado el International Journal of Behavorial Science. En los casos más graves, puede derivar en depresión.
¿Hay quienes tienen más riesgo de padecer este síndrome? Sí: según enumera Marta Calderero, profesora de estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) en la web de la universidad, las personas perfeccionistas, autocríticas, con miedo al fracaso y que se autopresionan para alcanzar los logros. Cuenta que, además, las presiones sociales aumentan el problema.
José de Sola, psicólogo psicoterapeuta clínico en De Salud Psicólogos, añade a la lista a quienes han tenido muy poca confianza en sí mismos desde la infancia (uno de los factores en común): “Sin embargo, tienen grandes capacidades y han luchado mucho. Es curioso porque han logrado grandes cosas en la vida, son muy competentes tanto en lo social como en lo profesional”, explica a Maldita.es. Es decir, son incapaces de internalizar sus logros aun habiendo pruebas que muestran que son competentes, situándose en un estado permanente de ansiedad, inquietud e inseguridad.
“Las personas que experimentan este síndrome del impostor, por ejemplo, explican las buenas notas que han sacado por haber tenido suerte, porque el examen era fácil, porque 'ha salido lo que me sabía’, y no tanto por haber estudiado mucho, haber llevado las asignaturas al día o por ser inteligentes”, explica en su página web el psicólogo Alberto Soler. Otro ejemplo, como añade, es que “creen que les han ascendido en el trabajo, no por su capacidad o por su valor para la empresa, sino porque han generado una falsa impresión en los demás y no se dan cuenta que en el fondo no valen tanto como aparentan”.
De ahí, como señala la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), que otra de las principales características sea el miedo constante a que llegue el momento en el que ‘se destape el pastel’ y todo el mundo descubra que no son más que un ‘gran fraude’ cuando, en realidad, nada apunta hacia esa dirección. Por eso, como cuenta Soler, suelen estudiar o trabajar mucho más duro. “Esto es algo que desgasta un montón, genera la sensación de estar llegando siempre por los pelos a las cosas pero nunca conseguirlas bien”, añade el experto.
Hay casos en los que la situación puede empeorar y la fuerza de la devaluación interna derive incluso en depresión. A veces, en la correspondiente baja laboral. En algunos de estos casos, como señala De Sola, los compañeros del trabajo no entienden la situación: “No comprenden que la persona se derrumbe porque piense que ‘no vale’, que no ha hecho las cosas bien, ya que esto no coincide en absoluto con su apreciación. Como su entorno no lo entiende, el paciente se siente aún más sumido en su aislamiento y en esa sensación de que los demás no se dan cuenta de que es un auténtico impostor y de que ya no puede más con la situación”.
La clave para solucionar este estado, aunque según los expertos no es sencillo, es descubrir cuál es el origen de esa devaluación de uno mismo; por qué se está viviendo la actualidad en base a experiencias, críticas o situaciones antiguas. “Es hacerles ver que la realidad ahora mismo les está demostrando que son otra persona y que su entorno se lo está reconociendo”, indica De Sola. “Se intenta que aprendan a reconocer sus propias capacidades y limitaciones y a aceptar y agradecer los cumplidos para romper la dependencia del juicio externo y, poco a poco, sentirse un poco menos impostor”, concluye Soler.
Primera fecha de publicación de este artículo: 07/07/2021