Nos encantó escribir en su día sobre el monólogo interior, cómo funciona la manera de pensar, la comunicación intrapersonal y por qué nos cuesta tanto imaginar cómo piensan otros humanos. Ahora nos habéis consultado por el hábito de hablar en soledad en voz alta, el soliloquio, y si este puede llegar a ser preocupante.
En primer lugar debemos explicar que el soliloquio es una actividad usual y con bastantes beneficios. Este artículo en The Conversation de Paloma Mari-Beffa, profesora de Neuropsicología y Psicología Cognitiva de la Universidad de Bangor, explora en profundidad por qué hablar solo no es un síntoma de trastorno mental sino todo lo contrario. José Ángel Morales, doctor en Neurobiología del Departamento de Biología Celular de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, nos confirma que hablar solo es “perfectamente normal y además es muy sano” cuando esa actividad es una reflexión, un pensamiento en alto, un “ordenar tus pensamientos o intenciones” o incluso “recrear una conversación con otra persona”.
Cristina Palmer, psicóloga y neuropsicóloga en el Hospital Infanta Sofía, explica a Maldita.es que el soliloquio “permite expresar emociones y sentimientos, es un hábito común e inconsciente que usamos como una forma de pensar en voz alta, sin esperar respuesta, o incluso como mecanismo de defensa para evitar la soledad”. “En niños es también muy frecuente, pueden llegar a tener amigos imaginarios”, agrega.
¿Hay algún momento en el que ese soliloquio se convierte en problemático? Según opina Morales, el problema aparece si ese pensamiento en voz alta “es consecuencia de que la persona que lo realiza está manteniendo una conversación con alguien que no existe, en cuyo caso ya forma parte de un trastorno mental”. Esto ocurre en algunos trastornos psicóticos, “en el que una persona aparentemente habla sola, pero realmente está manteniendo una conversación con personas o voces que se está imaginando que son reales”. “En este sentido, los soliloquios son síntoma de algunos casos de esquizofrenia”, apunta.
Este soliloquio patológico, apunta Palmer, se diferencia en el contexto y en el contenido del mismo: “Puede llamar la atención cuando es una conducta muy frecuente, cuando no se encuentran argumentos lógicos para explicar las circunstancias, cuando el soliloquio está fuera de contexto o cuando va acompañado de una conducta extraña”. Aun así, este tipo de soliloquio suele desaparecer “con el control farmacológico adecuado”, concluye la neuropsicóloga.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes José Ángel Morales-García.
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