En los últimos meses han aumentado los casos de insomnio y los síntomas de depresión y ansiedad debido al impacto de la pandemia en la salud mental. Nos habéis preguntado si con la situación de alerta sanitaria ha crecido en concreto el riesgo de agorafobia. Aún es pronto para afirmar con certeza que haya más casos de este trastorno, pero los expertos consultados sí consideran posible que aumente el riesgo de padecerlo.
Julia Vidal Fernández, directora y psicóloga sanitaria del centro Área Humana Psicología experta en ansiedad y estrés, explica a Maldita Ciencia que en general, “situaciones potencialmente estresantes como la pandemia, en las que se producen situaciones generadoras de ansiedad, incertidumbre y miedo, van a favorecer que en población sana se incremente el riesgo de padecer sintomatología ansiosa o depresiva y que en poblaciones vulnerables esto desencadene en desordenes emocionales”.
Estos desórdenes, según la psicóloga, dependerán de variables individuales y factores de estrés a los que se haya estado expuesto, además de patologías previas. “Uno de ellos podría ser la agorafobia”, señala.
La agorafobia consiste en la aparición de miedo y ansiedad en lugares y situaciones en los que es difícil escapar y donde pedir ayuda sea difícil o embarazoso. Este trastorno generalmente conlleva miedo a las multitudes o a estar solo en espacios exteriores, como recoge Medline Plus, el servicio informativo de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Elisa Sánchez, psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y directora de la consultora Idein, considera que “es natural que aumente la agorafobia con la pandemia y que lo hagan casi todas las fobias porque son procesos vinculados al miedo y a la ansiedad”.
La agorafobia sería “el miedo a estar en un espacio, generalmente abierto y público”. “En general, se siente miedo a tener un problema, por ejemplo un ataque de ansiedad, y no tener ayuda ante ello”, explica Sánchez a Maldita Ciencia.
Tal y como destaca la psicóloga, los organismos sanitarios insisten en que mantener la distancia social es importante para parar la expansión del coronavirus y en que “las demás personas pueden ser la causa de contagio”. “Por eso es natural que haya un aumento del miedo a estar con otras personas y a compartir espacios con quienes te puedan contagiar”, añade.
Montserrat Lacalle, psicóloga y profesora colaboradora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), explica a Maldita Ciencia que “la situación de pandemia ha provocado que estas personas vivan como un riesgo o como una amenaza muchas más situaciones que las que ya vivían antes”. “Cada vez van suprimiendo los espacios de interacción social y los que están alejados de su domicilio habitual porque así se sienten más seguros y protegidos”, incide.
Según cuenta Vidal, muchas de estas personas están pendientes cuando viajan de tener detectado un hospital por si lo necesitasen. “No sabemos todavía si existe un aumento de agorafobia, porque los problemas tardan varios años en aparecer en consulta, y mucho más en ser estudiados”, afirma a Maldita Ciencia Aurora Gómez, de Corio Psicología.
Esta psicóloga considera que deberíamos entender la agorafobia como un miedo “excesivo e irracional”. No obstante, en un contexto de pandemia “tener miedo a los espacios no seguros es lógico, adaptativo y funcional”.
Pero entonces, ¿cómo podemos saber si estamos ante un problema de agorafobia teniendo en cuenta el contexto de COVID-19? Gómez indica que nos tendríamos que hacer las siguientes preguntas: ¿Estoy sufriendo por este tema? ¿Están mis seres queridos preocupados por mi nivel de miedo y evitación? Dentro del cumplimiento de las normas sanitarias, ¿estoy evitando espacios públicos seguros? ¿Cómo me está afectando?
Lacalle explica que el trastorno de ansiedad por agorafobia puede llegar a desaparecer por completo con terapia. Sería necesario recurrir a un especialista “cuando las emociones que sientes generan un malestar intenso o cuando se ve afectada tu conducta que antes era normal y te impide hacer tu vida con naturalidad”. Por ejemplo, Sánchez aconseja pedir ayuda si se tienen ataques de ansiedad, insomnio o tristeza o si se hace muy complicado ir a trabajar, hacer la compra, salir a la calle o ir al médico.
El tiempo de tratamiento es diferente según cada persona y puede variar entre pocos meses y un año, tal y como explica Vidal: “Se trabaja entendiendo y resolviendo los factores que en cada persona han provocado el problema, con psicoeducación, reduciendo los niveles de ansiedad con técnicas cognitivas y de desactivación fisiológica (respiración abdominal y relajación), con la aceptación y el adecuado manejo de la ansiedad y exponiéndose a las situaciones que teme”.
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