Después de haber explicado por qué puedes estar tranquilo al conectarte o estar cerca de una red WiFi o en el momento en que se implementen y normalicen tecnologías como la novedosa 5G, hoy te contamos al detalle las razones por las que calentar la comida en el microondas no tiene que ser el origen de desconfianza o recelo alguno: ni este aumenta el riesgo de sufrir cáncer, ni supone otro peligro para tu salud (tampoco la comida que calientes en él).
"Llevamos cocinando con este electrodoméstico más de 30 años sin que en este tiempo se hayan reportado efectos sobre la salud derivados de su uso", recuerda a Maldita Ciencia Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).
¿Por qué calienta el microondas?
El horno microondas es capaz de calentar la comida que introducimos en su interior utilizando la radiación electromagnética y aprovechando el contenido en agua de los alimentos. Para producir calor, induce en ellos corrientes que consiguen que sus moléculas se muevan, se rocen y, por lo tanto, aumente su temperatura. "Para ello, transforma la electricidad en radiación electromagnética de una frecuencia particular, consiguiendo mayor efecto térmico", detalla Nájera. "Esto sólo es posible al contener en su interior la radiación a una intensidad elevada", añade.
La frecuencia de una radiación electromagnética nos sirve para distinguir de qué tipo es esta, así como la energía que aporta. Por ejemplo, la luz que vemos con los ojos es de frecuencias muy superiores a la utilizada por el horno microondas, como puedes ver en este esquema.
La energía de la radiación que utiliza el microondas es incluso menor que la luz visible
Aunque el espectro electromagnético incluye un tipo de radiación extremadamente energética, como los rayos gamma (de muy alta frecuencia, hacia la derecha de la imagen), que es capaz de ionizar átomos y, por tanto, romper moléculas, podemos comprobar que la que utiliza el microondas está en la parte del espectro menos energética (y de menor frecuencia, entre 300 MHz y 30 GHz).
"La radiación que utiliza este aparato es de 2,45 GHz, muy cerca de las frecuencias utilizadas por la telefonía móvil, los teléfonos inalámbricos o las emisoras de los servicios de emergencias", detalla Nájera.
También influye la intensidad
Además de la frecuencia, los efectos de cada zona del espectro electromagnéticos también dependen de su intensidad. En el caso de nuestro horno microondas, podemos controlarla gracias a la rueda con la que seleccionamos la acción que queremos llevar a cabo en él (descongelar, cocinar...).
"Un teléfono móvil emite un millón de veces menos intensidad que un horno microondas, que necesita esas intensidades confinadas en el interior para poder producir ese efecto térmico", pone en precedentes Nájera. "Si pusiésemos el microondas a un millón de veces menos intensidad de lo normal (generalmente al máximo) no podríamos calentar nunca un vaso de leche siquiera", añade.
No, usar el microondas no aumenta el riesgo de cáncer
Como hemos comentado en párrafos anteriores, la radiación que utiliza el horno microondas no es ionizante, es decir, esta no es capaz de arrancar electrones de la materia. Según el Instituto Nacional del Cáncer (de Estados Unidos), "se ha establecido que la mayoría de tipos de radiación no ionizante no produce cáncer", ya que no dispone de la suficiente energía.
"No hay evidencia de que este tipo de radiación, incluso a intensidades elevadas, pueda ser inductor del proceso cancerígeno", confirma el vocal de CARSS. "A los niveles de exposición habituales, el único efecto es el térmico y sus repercusiones, las derivadas de ese calor inducido, como las quemaduras", indica.
Por otra parte, Nájera explica que la radiación no modifica las características de los alimentos ni induce cambios diferentes a los que conseguiríamos con un fuego, salvo con una ventaja: al no haber combustión, se evita que los alimentos absorban los gases de esa quema de combustibles.
En internet circulan diferentes contenidos que "alertan" de que ciertos alimentos no se deberían meter en el microondas. Sin embargo, según Nájera, no hay alimentos prohibidos. Lo que sí es cierto es que, en función de algunas de las características de estos (como su contenido en agua), unos quedarán mejor que otros, como sucede con otros sistemas de cocinado (horno, brasa, plancha, sartén, etc.).
Precauciones al usar el microondas: ojo con elementos metálicos, recipientes cerrados y agua sobrecalentada
Como al manipular cualquier aparato eléctrico, es importante tomar determinadas precauciones que nos ayudarán a conseguir el objetivo por el que lo usamos (calentar, en este caso) y evitar posibles accidentes. Nájera enumera algunas de ellas:
- Es importante no manipular el horno microondas o ponerlo en marcha con la puerta abierta, para no modificar el blindaje.
- Evitar introducir elementos metálicos, pues se pueden inducir corriente y chispas que, en el peor de los casos, provoquen un incendio.
- Evitar, de nuevo, introducir elementos cerrados (recipientes; alimentos, como un huevo entero; una bolsa...) ya que estos actuarían como una olla a presión al producirse calor, expansión o evaporación en su interior sin poder escapar.
- También hay que tener cuidado con el agua sobrecalentada, como te contábamos aquí.
- Hay que tener en cuenta que los alimentos con poca cantidad de agua, como cereales o frutos secos, interactuarán menos con la radiación, por lo que no se calentarán tanto (al menos en el mismo intervalo de tiempo).
- Con respecto a los recipientes en los que calentamos la comida, debemos evitar aquellos que puedan absorber la radiación y fundirse o quemarse. Las lozas o cerámicas de barro, por otro lado, pueden absorber agua o humedad que respondería a la radiación sobrecalentando el recipiente.
- Dado el escaso poder de penetración de la radiación del electrodoméstico, lo ideal para conseguir un mejor reparto del calor en la comida que introduzcamos es extenderla por el recipiente en lugar de amontonarla.
Este artículo es una colaboración mensual entre Maldita Ciencia y el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud.
Primera fecha de publicación de este artículo: 31/01/2020