¡Feliz viernes, malditas y malditos! Bienvenidos una semana más a nuestro consultorio pre-fin de semana en el que damos respuesta a algunas de las preguntas que nos habéis hecho llegar en los últimos días. Esperamos aclarar vuestras dudas y que, si tenéis alguna más, nos la enviéis a través de nuestro Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o WhatsApp (655 195 538).
¿Cuántos huevos es saludable comer a la semana?
¿Quién no ha oído que comer muchos huevos es malo para la salud? Es un mantra que se repite desde hace décadas pero los huevos no son tan fieros como los pintan y las recomendaciones oficiales respecto a la frecuencia de su consumo han ido cambiando a lo largo de las últimas décadas, creando cierta confusión. Vayamos por partes.
El origen de la precaución respecto a los huevos es que, como explican desde la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (EEUU), cada huevo contiene 200 miligramos de colesterol. Puesto que el colesterol es un nutriente que se ha considerado siempre peligroso para el corazón, esto se usó como motivo para demonizar históricamente a los huevos, dado el posible riesgo que supone para las enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, hace años que esa demonización se fue revirtiendo al demostrar varias investigaciones que el consumo de colesterol en los huevos no se relacionaba directamente con una mayor presencia de colesterol en la sangre.
Una investigación realizada en 1999 a casi 40.000 hombres y 80.000 mujeres concluyó que el consumo de hasta un huevo al día no estaba asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas en individuos sanos, un estudio que fue respaldado por otros en los años sucesivos (como recoge esta revisión de estudios sobre el tema publicada en 2017).
A tenor de estos trabajos, las recomendaciones de las autoridades sanitarias se actualizaron, como por ejemplo las pautas de alimentación del departamento de Salud de Estados Unidos (2015-2020), donde se eliminó la recomendación previa de limitar el consumo de colesterol en la dieta a 300 mg diarios, y por tanto, a día de hoy, no se considera que haya un número máximo de huevos que se deban comer a la semana. En España, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social etiqueta como "falso mito" que el huevo sea malo para el colesterol y recuerda que, aunque su yema sea rica en colesterol, también posee proteínas, vitaminas y minerales, por lo que "su consumo es adecuado en todas las edades", siempre dentro de una dieta variada y con actividad física.
Más que la cantidad, lo relevante para la salud es cómo se coman esos huevos, moderando la sal y primando modos de cocinado que no les añadan calorías poco saludables (cocidos frente a fritos, por ejemplo).
Una reciente investigación añade nuevos datos para el debate. Con más de 29.000 participantes, el estudio revela que ingerir 300 mg de colesterol en la dieta al día se asoció con un riesgo un 17% mayor de sufrir una enfermedad cardiovascular y un riesgo un 18% de muerte. El riesgo disminuía si se comían tres o cuatro huevos por semana, por lo que los expertos pedían que se ingirieran con moderación.
No obstante, como recalca el nutricionista Julio Basulto en el espacio Nutrir con Ciencia, de El País, se trataba de un estudio observacional, un tipo de investigación en el que se encuentra una correlación entre dos factores, y como hemos explicado en Maldita Ciencia varias veces, correlación no implica causalidad. Es decir, era un estudio que no hallaba una relación de causa y efecto entre el consumo de huevos y la salud cardiovascular. Por lo tanto, hasta que nuevas investigaciones no demuestren lo contrario, en personas sanas, los huevos pueden comerse con asiduidad a lo largo de la semana.
¿Influye la luna en la agricultura?
También nos habéis preguntado que si, como ocurre con el sol, la luz de la luna influye de alguna manera en el crecimiento de las plantas y, por extensión, las distintas fases lunares afectarían a la agricultura. La semana pasada ya os contamos que no hay evidencias de que las fases de la luna afecten a nuestro cuerpo y a sus fluidos. En el caso de las plantas, ocurre algo parecido.
Como explica el profesor Howard Griffiths, del departamento de Ciencias Vegetales de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), a The Naked Scientists –un programa de divulgación científica emitido por la BBC– la intensidad de la luz reflejada por la luna es demasiado débil para impulsar la fotosíntesis en la mayoría de las plantas terrestres.
No obstante, hay algunas excepciones, como una especie de fitoplancton que podría utilizar esta luz lunar para su fotosíntesis, siempre que estuviera en los trópicos y que una columna de agua no absorbiera esta luz (que no suele ser lo más habitual). Otra investigación al norte de las islas Canarias descubrió que la biomasa del zooplancton tenía relación con la luz de la luna: la biomasa fue mayor durante el segundo cuarto del ciclo lunar y disminuyó tras la luna llena.
Otra cosa distinta es que a las plantas “les moleste” la luz lunar para sus ciclos vitales y por eso algunas pliegan sus hojas por la noche, como recuerda el profesor Griffiths. En ese caso entrarían en juego los ritmos circadianos, los relojes internos de los seres vivos que regulan sus metabolismos.
Pero eso no implica que la luz lunar haga crecer a las plantas, por tanto, en estos momentos no hay evidencias de que tenga influencia en los cultivos y por tanto parece indiferente optar por plantar un huerto en una fase u otra del ciclo lunar.
Lo que sí puede ocurrir en algunos casos es una curiosa versión del efecto placebo, plantea Sabrina Stierwalt, investigadora de la Universidad de Virginia (EEUU) en este artículo: las personas que cuidan de sus plantas o huertos hasta el punto de tener en cuenta las fases lunares a la hora de sembrar o cosechar pueden ver mejorías por estas prácticas que, de hecho, se deban a todos los cuidados añadidos que les aportan, y no al efecto de las fases o a la luz lunar en sí.
¿Sirven de algo las 'comidas trampa' en una dieta?
Como sabemos que septiembre es el típico momento de replantearse algunos hábitos y, en muchos casos, de perder un poco de peso, nos habéis preguntado qué dice la ciencia de los cheat days o cheat meals, que son días o comidas dentro de una dieta de adelgazamiento en los que nos damos permiso para saltárnosla y comer lo que queramos, a menudo alimentos insanos o altamente calóricos. ¿De verdad son útiles esas comidas trampa? Os contamos lo que sabemos.
En teoría hay dos motivos principales por los que se incluyen comidas o días trampa en una dieta. El primero sería evitar que el cuerpo entre en modo ahorro. Se supone que, tras un periodo de adaptación, nuestro metabolismo identifica que hemos reducido la ingesta calórica y se ralentiza, de forma que reduce la quema de calorías y frena la pérdida de peso. Algunos defensores de los cheat meals aseguran que dando al cuerpo un extra de calorías de vez en cuando se evita que esto ocurra y el cuerpo sigue manteniendo su ritmo habitual. Según la nutricionista y tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles, de momento “este efecto se está estudiando, pero no está avalado por la evidencia científica”.
El otro tiene que ver con las consecuencias psicológicas de hacer una dieta y las dificultades que tiene hacer un cambio de hábitos radical en nuestra alimentación, mayores cuanto más estricta sea esa dieta. Aquí la idea es que planificar periódicamente momentos en los que poder saltársela ayuda a mejorar la adherencia, es decir, a mantener esos hábitos por drástico que sea el cambio.
Sin embargo, precisamente sobre los efectos psicológicos de las comidas trampa advierte específicamente Robles: “Por el planteamiento que supone de restricción seguida de sobreingesta, se está empezando a investigar su relación con el desarrollo de trastornos del comportamiento alimentario”.
Respecto a esto hay pocos estudios específicos todavía, pero sí se han hecho ya algunas investigaciones. Una de ellas, publicada en el International Journal of Eating Disorders en 2017, se centró en analizar la composición de los cheat meals a partir de las imágenes publicadas en redes sociales y encontró que la mayoría de ellos (54,5 %) contenían raciones muy grandes de alimentos de alta densidad calórica (71,3%), cuya ingesta se correspondería con episodios de atracón. Además, nos cuenta la nutricionista, en las publicaciones “se idealizaba la sobreingesta, se establecía un compromiso con el fitness y un sistema de recompensa en torno a la dieta y el fitness”.
El problema de fondo no es solo su eficacia, sino en qué tipo de dietas suelen incluirse estas estrategias de comida trampa: “Aunque para algunas personas puede mejorar la adherencia a una dieta restrictiva y actuar como motivador, el propio planteamiento de estas dietas va en contra de lo que se considera una dieta saludable, que es la que mantiene el estado de salud y reduce los riesgos de desarrollar enfermedad y que puede mantenerse toda la vida.”
¿Por qué al afeitarse es más frecuente que los pelos se encarnen?
Recientemente os hemos hablado de que no hay evidencias de que por depilarse o afeitarse, el vello corporal cambie. Eso os ha hecho preguntarnos por qué, entonces, es más probable que un pelo rebelde se encarne o se enquiste en aquellas zonas que nos depilamos o afeitamos con frecuencia, principalmente la cara y el cuello en los hombres y las ingles en las mujeres. Os contamos lo que sabemos.
Los pelos encarnados son, tal y como explica la web del National Health Service británico, aquellos que en vez de crecer desde la piel hacia afuera, por algún motivo se curvan y vuelven a introducirse en la piel. A menudo ocurre porque células de piel muerta u otros residuos obstruyen el folículo piloso en el que crece el pelo y eso le impide salir hacia afuera, de forma que el pelo termina creciendo en horizontal y clavándose en la piel.
Esto crea una pequeña herida que tiene el aspecto de un granito y que puede infectarse, generando una pequeña cantidad de pus. Normalmente se curan solos, pero a veces es necesaria la intervención de un médico si la herida está muy infectada o si la situación es recurrente.
Aunque no ocurre exclusivamente tras afeitarse, sí es más común. El motivo es que los pelos afeitados pueden quedar cortados en un ángulo que les dé una punta afilada y por tanto sea más fácil que terminen clavándose en la piel. Además, muchas veces la piel que nos afeitamos es más tierna o queda sensible tras el afeitado, lo cual la hace más vulnerable a estos problemas.
De hecho, una de las formas de prevenir los pelos encarnados es precisamente dejar de afeitarse y permitir que el vello crezca libremente en aquellas zonas donde suela encarnarse. En caso de no querer dejar de afeitarse, lo mejor es utilizar una cuchilla con una sola hoja cortante y afeitarse de una sola pasada en la misma dirección que crece el vello, en vez de hacerlo a contrapelo y con varias pasadas más cortas, ya que así se evita dejar pelos con puntas que puedan clavarse de vuelta en la piel.
Para terminar...
Una semana más, queremos agradeceros todos esos mensajes, tuits y correos. ¡Nos encanta saber que contáis con nosotros para resolver preguntas varias! Daremos respuesta a todo aquello que esté en nuestra mano, pero recuerda: no somos especialistas médicos. Para diagnósticos y dudas sobre casos particulares, mejor acude a un profesional. Ninguna web, ni siquiera nosotros, debería sustituir el consejo de un profesional especializado que conozca vuestro caso.