Ya sea la cara, las piernas, las axilas o lo que cada uno decida acometer, el afeitado es una de las formas más comunes de eliminar el vello no deseado. A favor de este sistema frente a otros como la depilación con cera, por ejemplo, está la facilidad y que no duele. En contra, la posible irritación de la piel y, sobre todo, la idea de que después el pelo volverá más fuerte y oscuro y, por tanto, más visible. Pero, ¿es esto cierto? ¿Afeitarse tiene realmente ese efecto? Nos lo habéis preguntado y aquí os lo explicamos.
La respuesta es que no, afeitarse no hace que el pelo afeitado cambie de ninguna forma, y eso incluye hacer que crezca más fuerte y oscuro, aunque todos creamos que sí porque nuestra experiencia así parece indicárnoslo. En este caso nuestra percepción nos engaña, tal y como explica este artículo publicado en Scientific American.
¿Cómo nos engaña? Pues hay varias formas. Una posibilidad es que atribuyamos al afeitado lo que en realidad es un cambio normal de nuestro cuerpo: mucha gente empieza a rasurarse el vello justo en la adolescencia, cuando los cambios hormonales normales hacen que salga más pelo en distintos sitios del cuerpo.
Por otro, hay que pensar en esos pelos que nos afeitamos como si fuesen la mina de un lápiz, se van afinando por arriba en la zona que roza con la ropa y otros objetos y al recibir la luz muchas veces se van aclarando, pero la parte que permanece en la piel es más gruesa y oscura. Si cortamos la mina justo bajo la punta podríamos pensar que se ha vuelto más gruesa, aunque en realidad sea igual que antes.