Mocos, toses, estornudos y fiebres son los verdaderos accesorios de moda para el otoño. Lo queramos o no, gripes y resfriados son casi imposibles de evitar en esta época, y con ellos, llegan los bulos. Aquí van algunos de los más comunes, explicados.
Son los virus, no el frío (aunque el frío ayuda)
"Abrígate que te vas a poner malo", hemos oído todos de boca de nuestras madres y abuelas alguna vez. Pero la verdad es que el frío como tal no nos pone malos: tanto el resfriado como la gripe son infecciones víricas y hacen falta sus respectivos virus para que enfermemos. Es decir, que un hombre aislado en el Polo Sur podría pasar mucho frío, morir de hipotermia, pero no pillaría ni un resfriado ni una gripe.
Sin embargo, aunque el frío no nos enferma, sí que hay una relación entre las épocas de frío y estas enfermedades. Hay distintos motivos. Por un lado, que cuando hace frío pasamos más tiempo en interiores, compartiendo microbios con los demás y favoreciendo contagios de unos a otros. Además, ventilamos peor precisamente porque fuera hace frío. Esto provoca que cuando un familiar, compañero de piso o colega de la oficina se infecta, las personas a su alrededor lo hagan también.
Por otro, los ambientes húmedos reducen los contagios, pero la calefacción reseca el aire y con ello nuestras mucosas, que lo tienen más difícil para mantener a raya a los virus que sí son los que nos infectan.
Resfriados, gripes y alergias se parecen pero no son lo mismo
Es común llamarlo resfriado en sus primeras etapas y gripe si la cosa evoluciona y se agrava. Pero resfriado y gripe son enfermedades diferentes causados por virus distintos y que de hecho suelen presentar síntomas un poco diferentes.
En ambos casos son comunes las toses y el dolor de garganta. Cuando aparece fiebre, especialmente si es alta, cuando hay dolor de cabeza, cansancio y dolor muscular generalizado, entonces lo más probable es que estemos ante una gripe.
Otra enfermedad que se puede confundir, al menos en parte, son los procesos alérgicos, en los que hay moqueo, congestión, estornudos, toses, lagrimeo y picor de ojos, nariz y garganta, igual que en los resfriados. La diferencia es que aquí no suele haber fiebre o dolores, y que la causa de la dolencia es distinta: la alergia es una reacción exagerada del sistema inmune ante un elemento externo que considera peligroso, aunque no lo sea.
Cuidadito con dónde pones las manos
Un par de estornudos o un ataque de tos son motivo suficiente para que se forme en torno a un pobre resfriado un perímetro de seguridad buscando evitar un contagio.
Pues la próxima vez que pienses con aprensión en esos virus volando por los aires después de un estornudo, recuerda que los contagios también pueden ocurrir a través de las manos, que pueden entrar en contacto con los microbios al tocar un picaporte, la barra para agarrarse en el autobús, el botón del ascensor o una toalla, así como tocar directamente a alguien que esté infectado.
Una vez que tienes los virus en las manos, es solo cuestión de tiempo que te toques la cara y termines infectándote tú también. Para evitarlo, lo más eficaz es lavarse las manos a menudo y correctamente y utilizar siempre pañuelos y toallas de papel desechables.
Que no, que los antibióticos no sirven
Ya hemos dicho que gripes y resfriados son producidos por virus, no bacterias, y por lo tanto tomar antibióticos no sirve para curarlos. Por ese motivo, no debes recurrir a ellos en estos casos, y nunca deberías tomarlos si no es bajo prescripción médica. El uso descontrolado de antibióticos es una de las causas de que se esté acelerando la aparición de cepas de bacterias resistentes a estos medicamentos, que se están convirtiendo en un serio problema de salud pública a nivel global.
Sí puedes pedir a tu farmacéutico algún medicamento antigripal. La mayoría de los antigripales contiene una mezcla de antipirético para la fiebre, analgésico para el dolor, antihistamínico para el moqueo y los estornudos y descongestionante contra los mocos. Algunos contienen además un antitusivo, que ayuda a mitigar los ataques de tos, y cafeína para compensar el efecto aletargante de los antihistamínicos. Aquí tienes una explicación más detallada de qué tiene cada antigripal que puedes comprar por parte de la farmacéutica Marián García.
Ninguno de esos compuestos luchará contra la infección vírica, pero atenuará sus síntomas y te ayudará a encontrarte mejor y a descansar. Algunos de estos componentes pueden ser poco aconsejables para hipertensos o embarazadas entre otros, así que consulta con tu médico o farmacéutico la mejor opción para tu caso.
Y por último: la leche no da mocos
Es habitual oír cuando estamos resfriados el consejo de evitar la leche porque empeora la mucosidad, haciéndola más densa, abundante y persistente. ¿Hay motivo para esta advertencia?
Según las evidencias disponibles a día de hoy, no parece haberla. Según un estudio en el que se dio leche de vaca y bebida de soja a dos grupos de personas, los integrantes de ambos grupos notaron cambios en la mucosidad después de beberlas, de forma que esos cambios no se pueden atribuir al efecto de la leche.
Otra revisión de estudios concluía que en los individuos infectados por el virus de la gripe común el consumo de leche no se relaciona con una mayor secreción o congestión nasales. Algunos de esos estudios concluían que las personas que creían que existe una relación entre ambas cosas sí percibían un cambio en la densidad y la cantidad de mocos, pero se trata en general de investigaciones poco sólidas, con pocos pacientes, un mal control del efecto placebo y una medición de la mucosidad basada en datos subjetivos.
Este artículo ha sido revisado por Marta Díaz Menéndez, médico internista del Hospital Infanta Sofía de Madrid. ¡Mil gracias, Marta!