La salmonelosis o infección por bacterias del género Salmonella es una enfermedad bacteriana frecuente del aparato intestinal. Dado que el microorganismo que la causa vive en intestinos de animales y humanos (liberándose, por tanto, mediante las heces), el origen más común de la infección es el contacto o consumo con agua o alimentos contaminados.
“En general, las personas que tienen una infección por salmonela no tienen síntomas”, afirma la Clínica Mayo en su página web. Otras, sin embargo, “manifiestan diarrea, fiebre y calambres abdominales” entre las 8 y las 72 horas posteriores al contacto.
La mayoría de las personas sanas se recuperan dentro de unos pocos días sin tratamiento específico. Ahora bien, en algunos casos, la diarrea asociada a la infección “puede deshidratar al punto de requerir atención médica”. También pueden presentarse complicaciones “que ponen en riesgo la vida si la infección se propaga más allá de los intestinos”, añade la Clínica Mayo.
Mejor prevenir que curar: consejos para evitar la salmonelosis
Para limitar la transmisión de salmonelosis, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos recomiendan lavarse las manos con agua corriente limpia y jabón durante 20 segundos antes y después de manipular alimentos, especialmente después de tocar huevos, carnes, carne de ave (como pollo y pavo) o pescados y mariscos crudos o poco cocidos, o sus jugos.
Y no solo las manos, también desinfectar superficies y lavar utensilios que utilizamos en la cocina: tablas de cortar, utensilios, platos y cubiertos… Para estos últimos, el lavado debe hacerse con agua caliente y jabón, haciendo especial hincapié si estos han estado en contacto con los alimentos de riesgo que mencionábamos, como recuerdan los CDC.
Además, en Maldita.es ya hemos explicado la importancia de almacenar y refrigerar correctamente (incluso, en ocasiones, desechar) los restos de determinados alimentos, aquellos con mayor posibilidad de convertirse en nuestro nexo con los patógenos causantes de intoxicaciones alimentarias, especialmente recetas elaboradas con carne, pescado o huevo (sobre todo poco hecho) y frutas o verduras cortadas.
¿Y al cocinar?
También hay alguna que otra recomendación concreta a la hora de ponerse manos a la obra en la cocina para evitar la salmonelosis. Por ejemplo: no cocer huevos a la vez, en la misma olla, junto a otros alimentos, debido a “toda la suciedad que tiene el huevo en la cáscara”, como señalaba Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos a Maldita.es. Y, por si te lo has preguntado, tampoco es seguro hacerlo habiéndolos lavado antes. De hecho, ni en esta ni en cualquier otra situación se aconseja lavar los huevos, ni siquiera si vemos heces o paja en la cáscara.
Según recuerda la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), “el lavado puede ayudar a la transferencia de la Salmonella del exterior de la cáscara al interior del huevo” o contaminar otros alimentos que tengamos en la cocina. Esto, como recuerda la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), ocurre porque la cáscara se caracteriza por ser porosa. Aunque es cierto que esta parte del huevo dispone de “una fina capa de cutícula que la impermeabiliza e impide que los gérmenes pasen al interior”, al lavar el alimento, “podrías eliminarla y, entonces, las bacterias penetrarían la cáscara”, añade la OCU, contaminando así el interior del huevo.
Lo mismo pasa con la carne de pollo y de otras aves de corral: puede estar contaminada por diferentes bacterias, virus y parásitos culpables de enfermedades como salmonelosis, pero también listeria infecciones por Campylobacter, Yersinia, E coli, etc. si las consumimos. Para deshacernos de estos microbios, es vital cocinarla a una temperatura suficiente (70ºC), como ya explicamos en Maldita.es.
Como adelantábamos, ojo a los platos preparados con huevo poco hecho o crudo, como la tortilla de patata poco cuajada. Para evitar riesgos, en restaurantes, cafeterías, bares, pastelerías y cualquier otro establecimiento que elabore o sirva comidas utilizan lo que ‘mal conocemos’ como huevina (en realidad, huevo líquido pasteurizado) en lugar del huevo ‘al natural’: gracias al tratamiento térmico por el que ha pasado, está libre de bacterias y otros posibles gérmenes, previniendo así posibles intoxicaciones alimentarias, como la salmonelosis.
Y, ¿en casa? Como explicamos en Maldita.es, si no queremos renunciar a una tortilla estilo Betanzos, “si no eres un grupo de riesgo, sabiendo que [los que utilizas] son huevos del súper (no así los de tu vecina, por más amarillos que sean); que no se ha pasado el consumo preferente; que no los has lavado; que has mantenido la cadena de frío y las medidas de higiene en superficies, utensilios y manos; que has cocinado la tortilla, te la has comido, no ha sobrado nada (así que no vas a guardar nada para el día siguiente): prepárala si quieres”, opinaba en Maldita.es Gemma del Caño, especialista en calidad y seguridad de la industria alimentaria. Eso sí, no debemos olvidar que, aunque estas situaciones ayudan a reducirlo, el riesgo nunca es cero.
Cuidado también con las sobras de los alimentos: mételas cuanto antes a la nevera, intenta consumirlas antes de tres días y presta atención a cómo vuelves a prepararlas.