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En el Día Mundial de la Pasta, datos y bulos sobre este alimento, sus variantes y las recetas que protagoniza

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Formas, salsas, recetas y acompañantes mil: desde quienes quieren deleitarse con sus aromas con un plato al pesto; hasta quienes quieren hincar diente en la carne picada de una buena boloñesa; pasando por todo aquel que la come a secas junto a un filete de pollo, como buena gasolina para aumentar el músculo. La pasta es un alimento tan habitual que no suele faltar en ninguna de nuestras despensas y, por lo tanto, tampoco en el repertorio de Maldita.es. Aquí recopilamos algunos de los datos, mitos y bulos sobre ella.

Por qué la pasta integral es más saludable

La pasta integral (la que se hace con harina integral) mantiene las tres partes del grano del cereal correspondiente, el endospermo, el germen y el salvado. Esto hace que su contenido nutricional sea de una calidad mucho más elevada [que la de la pasta elaborada con harina refinada, que solo mantiene el endospermo], teniendo una mayor concentración de vitaminas, minerales, grasas saludables y sobre todo fibra.

Pero no solo ocurre con la pasta: en general, las versiones integrales siempre son más saludables e interesantes. Además, los productos obtenidos a partir de harina refinada aportarán menos saciedad, ya que serán mucho más fácilmente digeribles por su alto contenido en almidón.

¿Engorda más la pasta si la comemos por la noche?

Lo habrás oído seguro alguna vez: los hidratos de carbono (presentes en la pasta, el pan, las patatas pero también en la fruta y las verduras), nunca a la hora de la cena. La supuesta explicación que hay detrás es que los carbohidratos son la principal fuente de energía de nuestro cuerpo y cuando no se queman en las horas siguientes, se acumula en forma de grasa haciéndonos engordar. La lógica, por tanto, sería que si los comemos antes de irnos a dormir, hay menos probabilidades de quemarlos y más de que terminen convertidos en grasa en nuestro cuerpo.

Pero no parece ser así, o al menos no hay ninguna evidencia científica que lo avale. De hecho, es mucho más importante el tipo de carbohidratos que consumamos que la hora a la que lo hagamos.

Principalmente es decisivo el porcentaje de azúcares libres (los que tiene el zumo, aunque sea casero, y los que tienen los alimentos procesados con azúcares añadidos) frente a los azúcares intrínsecos (los que están presentes de forma natural en alimentos como la fruta entera y la leche). Es más, comer menos alimentos ultraprocesados y vigilar los azúcares libres es uno de los consejos para adelgazar que sí tienen base científica (hablamos de ello aquí).

¿Es preferible comer pasta de legumbres que de cereales?

Es fácil de suponer, su propio nombre lo indica, pero lo que diferencia la pasta habitual de la de legumbres es la materia prima molida a partir de la que se elabora, es decir, la harina.

Mientras que la pasta tal y como la conocemos normalmente está hecha con harina de trigo, aunque también de otros cereales, para la elaboración de la pasta de legumbres se utiliza harina de lentejas (quizá la más habitual), de garbanzos, de soja, de alubias, de guisantes o de algún tipo de mezcla con las anteriores.

De ahí que la pasta de legumbres (si es de calidad y sin otros añadidos) sea más recomendable que la pasta tradicional: las legumbres tienen contenido alto en proteínas, bajo en grasa y rico en fibra. Por si hace falta traducción: son un alimento saludable. Y estas características se proyectan en la pasta elaborada con ellas.

De ahí que sea un tipo de pasta muy rica en proteínas en comparación con la pasta de trigo tradicional. Además, tiene menos hidratos de carbono y no tiene gluten, obviamente (ya que este procede del cereal), con lo cual también es apta para personas celíacas.

¿Es segura la 'pasta a la rueda', receta que se termina de preparar dentro de un mismo queso que comparten varios comensales?

En la conocida como pasta alla ruota (pasta a la rueda) se utiliza un queso para embadurnar con su contenido derretido (‘en directo’, delante del cliente) la pasta ya cocida y caliente. En estas condiciones, esta última es capaz de fundirlo e impregnarse.

Como es de suponer, el queso en cuestión no solo se utiliza para servir a una única persona, sino que son varios los comensales que disfrutan de su cena tras haber ‘recogido la sustancia’ del mismo. Y con ello, son varias veces y en momentos diferentes las que se manipula el producto. El riesgo, por lo tanto, está en el tratamiento que se le ha dado a ese queso previamente y a las buenas prácticas de higiene y manipulación que el personal del restaurante lleven a cabo antes y durante la preparación del plato en mesa.

Puede ser espectacular desde el punto de vista organoléptico pero, efectivamente, también supone ciertos problemas de seguridad alimentaria: cada vez que metemos la pasta en el queso es una ocasión de que haya una contaminación cruzada a partir de los microorganismos de los utensilios con los que se manipula, por un lado. Por otro, la propia pasta, según cuándo y cómo esté elaborada, también puede suponer un problema”.

Ahora bien, si todo se hace cumpliendo las normas y con prácticas correctas, hay una muy alta probabilidad de que no haya ningún problema. Decimos probabilidad porque, como ya explicamos en el artículo sobre este tema, en seguridad alimentaria el riesgo 0 no existe.

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