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MALDITA CIENCIA

Adolescentes, redes sociales y porno: consecuencias que los contenidos sexuales explícitos pueden generar en los menores

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  • Herramientas como los smartphones y las redes sociales facilitan el acceso de niños y adolescentes a la pornografía, tanto que, en España, la mitad de ellos la consumen por primera vez antes de los 13 años  
  • Si no disponen de referencias reales, los contenidos pornográficos pueden  convertirse en la única fuente de aprendizaje con respecto a las prácticas eróticas
  • Además de la regulación del acceso a la pornografía en menores es necesario un impulso hacia la educación sexual de calidad 

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Más de la mitad de los adolescentes en España acceden a la pornografía por primera vez antes de los 13 años. Un 8,7% lo hace incluso antes de cumplir los 10. Que esto pase cada vez antes no es casualidad, sino consecuencia del desarrollo de herramientas que facilitan el acceso a este tipo de contenidos, especialmente de smartphones y redes sociales. Contenidos que pueden acabar conformado lo que niños y adolescentes esperan del sexo, las relaciones sexuales, el erotismo y el placer. 

La pornografía es ficción, no realidad o medio de educación

A nadie que haya visto La guerra de las galaxias se le ocurre pensar que la forma de abrirse camino por la calle sea amenazando con una espada láser o retando en duelo a muerte a quien se cruza: no solo somos conscientes de que existen normas sociales que debemos respetar sino que tenemos miles de referencias sobre el mundo que nos rodea para compensar esa ficción. El mundo real. Pero, ¿qué pasa con quienes, sin haber tenido aún una experiencia sexual, consumen pornografía? 

Al carecer de referencias, se puede esperar del sexo aquello que vemos en pantalla: posturas, físicos, tamaños y situaciones improbables. “Ante la falta de educación sexual, se viene introduciendo la idea de que el porno no es ficción sino algo que ocurre en la realidad, una realidad a imitar. Pero, si no pedimos a otros géneros cinematográficos que eduquen a nuestras adolescencias, ¿por qué esperar esto del porno? Es un error”, explica a Maldita.es Aitzole Araneta, sexóloga de la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología (AEPS). 

“Miles de chicos que no han dado todavía su primer beso ya han visualizado miles de coitos, generalmente muy alejados de la realidad del encuentro erótico entre personas”, añade a Maldita.es el sexólogo Iván Rotella. El problema es que el consumo de pornografía en preadolescentes y adolescentes influye en su aprendizaje con respecto a todo lo que gira alrededor de las prácticas eróticas

“Empieza, sobre todo, por todo lo que gira en torno a la mujer. En ningún momento se refleja cómo es el deseo femenino, el funcionamiento de su cuerpo, sus fantasías o su respuesta sexual”, añade Rotella. Por eso, continúa, cuando son ellas las que se acercan a la pornografía, no se suelen sentir identificadas con lo que ven. “En cambio, los chicos se lo creen todo y muchos entienden que [el porno] es un ‘manual’ para aprender a manejarse en un encuentro erótico”.

“Debido a la etapa evolutiva en la que se encuentran, caracterizada, entre otros aspectos, por un cerebro aún en desarrollo, les resulta más dificultoso diferenciar entre realidad y ficción”, añadían en The Conversation Gemma Mestre-Bach, investigadora postdoctoral en la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) y Carlos Chiclana, profesor en la Universidad CEU San Pablo. 

En palabras de Rotella, no existe en el sistema educativo una educación sexual reglada y adaptada a cada edad que dé a los niños y adolescentes herramientas para realizar esta distinción: “No son capaces de entender que la pornografía es simplemente un negocio que busca vender. En ningún momento se plantea educar o explicar cómo son las relaciones”.

Consecuencias en la salud del consumo de pornografía

Sobre las repercusiones que el consumo de porno puede tener en la salud de los adolescentes, los estudios al respecto “no son del todo concluyentes”: no se han hecho suficientes teniendo exclusivamente en cuenta estas edades y, los que hay, son de tipo observacional. “Sí se sabe por lógica y por cómo funcionamos los humanos que la exposición mantenida a un determinado estímulo consigue incluso transformar la parte morfológica de la estructura cerebral”, señala a Maldita.es Francisca Molero, médica sexóloga y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). 

“Tenemos cada vez más claro que el placer se aprende y que, de hecho, no todo el mundo encuentra el mismo placer en los mismos estímulos. Lo que sí es cierto es que hay determinadas situaciones que producen cambios neuroquímicos que pueden producir placer. Si esta es la única fuente de producción de ese placer, es fácil condicionarte”, añade la experta. Y con ello, puede llegar a convertirse en lo único capaz de excitarnos (al menos, de esa manera)

Por eso, en palabras de Molero, muchos jóvenes consumidores compulsivos de pornografía no son capaces de tener relaciones, no consiguen que haya erección o no encuentran la motivación suficiente, al estar acostumbrados a estímulos más ‘intensos’.

De hecho, según una revisión de estudios sobre la posible disfunción sexual a raíz del consumo de pornografía, este problema podría estar diagnosticándose por debajo de los casos reales: “Las dificultades sexuales relacionadas con la pornografía en internet aún no están específicamente incluidas en un diagnóstico oficial”, señalan los autores. Esta dificultad al tener relaciones sexuales se atribuye a la posible ansiedad que genera el pensar que ‘no se va dar la talla’ (ansiedad por rendimiento), sin contemplar la relación con el consumo de pornografía.  

También existen estudios sobre la relación entre el consumo de porno y las relaciones sexuales sin preservativo en los adolescentes y, por lo tanto, un mayor riesgo de contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS) e incluso de embarazos no deseados.

¿Aumenta el consumo de pornografía el riesgo de violencia sexual? 

A pesar de que se han vinculado los roles habituales en contenidos sexuales (hombre dominante y mujer sumisa) con una actitud más violenta durante el sexo, esta conducta no está relacionada solo con el consumo de pornografía, según los expertos consultados por Maldita.es.

“Hemos puesto el foco demasiado en ella, pero internet permite un acceso fácil y masivo a todo tipo de violencia y parece que eso preocupa menos”, indica Rotella. “Seguimos anclados en ver el sexo como un peligro mientras que la violencia a las familias parece preocuparnos menos. Por ejemplo, ante una escena erótica en la televisión, cambiamos de canal, nos ponemos nerviosos o se hace el silencio. Por supuesto, no se suele hablar del tema. Sin embargo, aparece una escena de alguien matando gente y no parece preocuparnos de la misma manera”. 

Que el consumo de porno suponga mayores cotas de violencia sexual no acordada, “es una conclusión a la que, a día de hoy, es difícil llegar con datos en la mano”, señala Araneta. Especialmente si hablamos de adolescentes. “Tenemos que tener en cuenta que este tipo de imaginarios violentos (machistas, racistas o diversófobos) no se encuentran solo en la pornografía, sino que convivimos diariamente con ellos y son difundidos en diversas manifestaciones culturales que invaden la esfera social”, añade la experta.

“No es que los chicos se estén volviendo más violentos, lo que se está volviendo más violento es su aprendizaje”, concluye Rotella. 

Otro de los factores es el cómo construimos el placer. “El erotismo que aprendemos es muy violento: te gusta esa persona de la que no te acabas de fiar, que va por detrás, que es pillo o pilla, el malote… Eso es lo que consideramos erótico y lo que nos da placer, porque lo hemos aprendido así y es el modelo que sigue vigente. ¿Por qué no es erótico que alguien me trate bien? ¿Que alguien se preocupe? La dimensión del problema es mucho mayor”.  

La importancia de la educación sexual 

Además de legislar para dificultar el acceso de los adolescentes a contenidos sexuales explícitos, los expertos consultados por Maldita.es consideran imprescindible desarrollar a la par iniciativas educativas que formen un sentido crítico en niños y niñas. De no invertir estos esfuerzos de forma conjunta, consideran que “el pronóstico no es bueno en absoluto”. 

Lo ideal para Rotella sería que, al acercarse a la pornografía, las próximas generaciones la considerasen un mero ‘entretenimiento’, que fuesen capaces de rechazar el contenido violento, denigrante o discriminatorio: “Eso podría llevar incluso a obligar a la industria a plantearse otra pornografía y su efecto en preadolescentes y adolescentes sería diferente”.

Para ello, desde la AEPS recuerdan la posibilidad de fomentar una educación sexual capaz de proporcionar herramientas para generar relaciones más satisfactorias, basadas en nuestros deseos y apetencias, las que sean: “No se trata de imponer criterios cerrados para definir un encuentro ‘saludable’ que nos remita a antiguas instrucciones sobre higiene. No se trata de decir cómo tienen y cómo no tienen que encontrarse nuestros menores. Se trata de ofrecer las ideas y valores que les resulten útiles a cada individuo”.

Reclamar educación sexual sin facilitar el acceso a situaciones que la hagan posible es contradictorio. “Así, corremos el riesgo de volver a la casilla de salida: a la consabida educación para evitar embarazos e infecciones de transmisión genital, con algún parche añadido en prevención de violencia”, subraya Araneta.

Sin embargo, actualmente no existe una propuesta. “Somos varios los profesionales y expertos los que nos preguntamos qué tipo de modelo de educación sexual podemos dar que permita, de alguna manera, neutralizar [las referencias que proporciona el porno]”, reflexiona Molero. 

En este artículo han colaborado con sus superpoderes Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.

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