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MALDITA TECNOLOGÍA

Qué es la Web3 y por qué la oímos nombrar en todas partes

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Empecemos por el principio. Que haya una Web3 implica que antes ha habido otras: la Web1 y la Web 2.0. Estos conceptos no se relacionan con avances de la tecnología en sí, sino con la manera de enfocar el contenido en Internet. Pero, ¿qué es exactamente la Web3 y en qué se relaciona con el mundo de las criptomonedas?

Web1 y Web 2.0: así llamamos a las primeras manifestaciones de Internet tal y como lo conocemos

Como definió Tim O’Reilly, el ingeniero que popularizó el término de la Web 2.0, la Web1 surgió con la expansión de la red en la década de los 90 y se caracterizaba por la escasa interacción entre usuarios y webs, en el que dominaban las páginas estáticas. O sea, que eran comunes sitios web que no variaban demasiado ni permitían que los usuarios se relacionasen tanto como estamos acostumbrados a hacer ahora. 

La web 2.0, como explica O’Reilly, se diferencia de la primera porque añade un componente más social: empiezan a aparecer los blogs personales y plataformas en los que son los usuarios los que generan gran parte del contenido. Ejemplos de ello son YouTube, redes sociales como Facebook o la Wikipedia, pero también espacios menos recientes y modernos como los blogs personales y los foros. El informático pone a Wikipedia como ejemplo del cambio de paradigma: se pasa de consultar una enciclopedia como la versión online de Britannica a crear y expandir una basada en la colaboración de la gente. 

Este estudio de Natalia Arroyo-Vázquez, investigadora de la Universidad de León, se refiere a la web 2.0 como la “web social” por “tratarse de “una web construida para la gran masa de usuarios”, en los que estos son una parte más proactiva que en la versión anterior. Tú creas un contenido en Twitch, yo puedo comentarlo e incluso charlar en directo contigo. Antes ese tipo de relación no existía.

Entonces, ¿a qué se refiere la Web3? 

El término fue acuñado en 2014 por Gavin Wood, uno de los creadores de la blockchain de la criptomoneda Ethereum y de la Fundación Web3, que define más o menos las reglas de cómo funciona esta Web3. Para Sergio Carrasco, ingeniero informático y experto en ciberseguridad, “una de las principales características que definen la Web3 es que cuenta con repositorios de información interconectados de manera descentralizada a través de la blockchain para no depender de prestadores centralizados, como sucede en la web 2.0 hasta ahora”. 

Vamos a verlo más claro. Recordemos que con blockchain nos referimos a una tecnología que permite realizar operaciones en Internet de forma descentralizada, es decir, sin que las controle una sola entidad sino una comunidad de usuarios. Las criptomonedas se basan en blockchain porque no las gestiona un banco, sino que las transacciones que se hacen con esta divisa van quedando ‘anotadas’ en un blockchain o cadena de bloques. Y esta cadena la controla una comunidad de usuarios.

“Cuando nació Internet, este era un protocolo abierto y descentralizado: cualquier usuario de la red podía alojar un servidor y todos los ordenadores de Internet actuaban como repetidores entre los navegadores y los servidores”, recuerda a Maldita.es María Teresa Nieto, especialista en Blockchain de Telefónica Tech. “Sin embargo, en los años 90 comenzó a transformarse en lo contrario, algo centralizado y gestionado por las grandes tecnológicas”, añade. En nuestra Maldita Twitchería hemos descrito con ayuda de especialistas esa evolución de Internet.

Ahora mismo, con la web 2.0, todas las páginas web y plataformas están alojadas en servidores concretos que suelen pertenecer a empresas, por lo que si se caen o se desconectan (como pasó con los de Facebook recientemente), no hay servicio. 

“La Web3 se apoya en la blockchain para descentralizar y asegurar la información”, prosigue Nieto. Es decir, que “la información es guardada en muchos servidores de manera idéntica, pues cada servidor tiene su copia”. Esto en teoría haría esta red más estable porque no hay un solo servidor que puede fallar, sino que tendrían que caerse todos los que habría desperdigados por el mundo a la vez, y eso es casi imposible que pase. 

Esto, y aquí entra la parte más curiosa (y complicada) de la Web3, no introduce ideas que ya no existan. Cualquier usuario puede tener un servidor propio en su casa o en un espacio adecuado para ello y alojar ahí sus servicios: su página web, su proveedor de correo, sus archivos, etc. Entonces, ¿dónde está la diferencia?

Nuestro maldito David Arroyo, investigador en el CSIC experto en Criptología y Seguridad de la Información nos lo explica: “En la Web3, surgen las aplicaciones descentralizadas o dapps, cuyo funcionamiento también se apoya en la blockchain y en las que las criptomonedas y los NFT tienen mucho protagonismo, además de la inteligencia artificial”. Las criptomonedas y los NFT, al igual que la Web3, también se sustentan en la cadena de bloques para funcionar, por lo que este nuevo paradigma web va de la mano con las monedas digitales y los tokens.

De modo que ahí está la diferencia: en que este tipo de red se basa en el blockchain y en el intercambio de otro tipo de activos, como lo son las criptomonedas y los NFT, de los que hemos hablado antes en Maldita.es. Los usuarios pasan a relacionarse de otra manera a través de esta cadena de bloques. 

Ojo, descentralizar la web no es nuevo

La idea de descentralizar la web no es nueva ni propia de la Web3. Como ya os hemos contado en Maldita.es, depender de un puñado de actores para nuestra vida digital puede tener consecuencias en su funcionamiento y en nuestra privacidad. Y es posible, como le sucedió a Facebook y a Google, que un apagón o una mala configuración deje sin servicio a millones de usuarios de Internet, ya sea dejándolos incapaces de desarrollar su trabajo con normalidad o impidiéndoles navegar por internet. O, incluso, que algoritmos decidan cerrar nuestra cuenta de alguno de estos proveedores al entender que hay un incumplimiento de sus términos y condiciones, y que no podamos reclamar para demostrar que no ha sucedido. 

Por eso, desde la Web 2.0 ya existen actores y organizaciones que promueven la descentralización de los servicios que utilizamos para evitar depender de los gigantes tecnológicos, preservar nuestra privacidad y obtener soberanía sobre nuestros datos. 

Precisamente porque esta idea de descentralizar la web ya es posible sin tener que depender del blockchain o ideas como las criptomonedas o los NFT, hay especialistas que critican el nuevo modelo de red que es la Web3. Francesca Bria, experta en políticas digitales y presidenta del Fondo Nacional de Innovación Italiano, comenta en esta entrevista que “la Web3 promete un movimiento de descentralización de Internet y de la economía, pero termina reforzando la concentración del mercado, además de impulsar la especulación”.

“El problema recae también en que la descentralización no puede ser sólo de infraestructuras, sino también de instituciones, porque lo que estamos viendo es que ahora la inmensa mayoría de los activos crypto están en manos de unos pocos actores centralizados”, añade esta especialista. O sea, que parte de este nuevo ecosistema también podría acabar controlado por una serie de actores, solo que esta vez apoyándose en tecnología blockchain.

A su vez, el criptógrafo Moxie Marlinspike, creador de la aplicación de mensajería Signal y co-desarrollador del protocolo de cifrado de extremo a extremo que utilizan dicha aplicación y WhatsApp, opina que “la mayoría de personas ni tienen ni quieren tener su propio servidor en casa de la Web3” y, por ello, tienen que conectarse a uno externo que esté vinculado a la blockchain.

“Por tanto, la realidad es que la mayoría de aplicaciones descentralizadas se conectan a Infura o Alchemy, un intermediario entre la persona y la blockchain, por lo que se depende de estas dos organizaciones para que funcione el flujo de la Web3”, señala. ¿Qué significa esto? Que a pesar de que la Web3 pretende que Internet sea más “descentralizado” y funcione sin intermediarios, se siguen necesitando estas empresas en medio para entrar en ella, por así decirlo.

Marlinspike también nos da un ejemplo de esa incongruencia: creó un NFT que cambiaba de diseño según el dispositivo y el usuario que lo viese, en un móvil tiene una apariencia distinta a la que aparece si lo consultas en un ordenador, y también diferente a si lo ve alguien que está en Estados Unidos o en Europa. 

Captura del blog de Moxie Marlinspike en el que muestra cómo se ve el NFT según dónde y cómo lo veamos

Tras ello, lo publicó en diferentes tiendas de NFT. El resultado, según cuenta, es que un marketplace de NFT lo eliminó por “incumplir los términos y condiciones” del sitio. El NFT en cuestión desapareció de su cartera, no sólo de ese marketplace, por lo que a pesar de estar registrado en la cadena de bloques, terminó perdiendo ese archivo digital del que era propietario. Esto es algo que no debería pasar en un tipo de red como esta.

En esta línea, Jack Dorsey, fundador de Twitter y entusiasta del mundo de las criptomonedas y su tecnología, manifestó sobre la Web3 que en realidad “no está descentralizada, sino que es propiedad de los fondos de riesgo, otra entidad centralizada con diferente etiqueta”.

“Aunque muchas veces se propone la Web3 como una solución frente a fallos de único punto, como depender de un único servidor para las gestiones online, lo habitual en la Web 2.0, lo cierto es que en muchos casos los desarrollos poco robustos de la Web3 han amplificado el efecto de ese tipo de fallo”, concluye David Arroyo.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito David Arroyo, experto en criptografía y seguridad de la información.

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