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Menstruación y alimentación: ¿cómo influyen la una en la otra?

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Tiempo de lectura: 6 minutos
Las claves
  • Una ingesta insuficiente de calorías puede hacer que el cuerpo priorice funciones vitales y detenga procesos como la ovulación
  • La calidad de la dieta, no solo la cantidad de calorías, influye en el equilibrio hormonal y en la salud menstrual
  • La ausencia de menstruación por déficit energético es reversible, pero mantenerla en el tiempo puede afectar negativamente a otros sistemas del organismo

A estas alturas de la película, nadie duda del importante papel que desempeña la alimentación en su conjunto en la salud. De hecho, es probable que no seamos conscientes de todo lo que supone aquello que comemos (y lo que no) en el correcto funcionamiento de nuestro organismo. La alimentación es la manera gracias a la que obtenemos la energía necesaria para poder respirar, hacer la digestión, movernos… Vivir, en definitiva. Esta energía procede de los nutrientes que, mediante complejos procesos metabólicos, proporcionan el ‘combustible’ necesario a nuestra maquinaria. Pero, ¿qué pasa cuando ese combustible no es suficiente?

Comer menos de lo necesario tiene consecuencias a corto plazo, también en la función reproductiva 

¿Qué ocurre si la energía que incorporamos es menor que la que necesitamos? En estos casos, el cuerpo prioriza los procesos que considera vitales, dirigiendo hacia zonas concretas la energía de la que sí disponemos, y dejando en un segundo plano funciones, entre muchas comillas, secundarias.  

“Nuestro organismo interpreta el déficit energético como una situación de amenaza o estrés, activando mecanismos de supervivencia y, lógicamente, priorizando funciones vitales (como la respiración, el funcionamiento cerebral o la regulación de la glucemia)”, explica Xusa Sanz, investigadora predoctoral en Medicina, enfermera y dietista-nutricionista clínica especializada en endocrinología ginecológica y metabolismo. Una de las funciones que se puede quedar en la estacada es la función reproductiva.  

En mujeres, consumir menos calorías de las necesarias durante un periodo prolongado puede afectar al funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-ovario, el encargado de regular la ovulación y el ciclo menstrual. “En este contexto de estrés energético mantenido, la ovulación se detiene y, por tanto, desaparece la menstruación, dando lugar a la amenorrea hipotalámica funcional”, detalla la experta. 

“Se trata de un efecto adverso no deseable, en algunas ocasiones derivado de un trastorno de la conducta alimentaria, que ocurre por disminución de la capa grasa en la que se producen estrógenos, además de en los ovarios”, añade Rosa María Cárdaba García, del departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid.

De ahí que, como subraya Cárdaba, no se justifique una dieta hipocalórica para evitar la ovulación y la menstruación. “Además, como método anticonceptivo no está recomendado y no sería fiable”. También pueden influir otros factores relacionados con el estilo de vida, como un peso corporal demasiado bajo, el exceso de ejercicio y el estrés.

Restricción de calorías y nutrientes: no solo importa el ‘cuántas’, también el ‘de dónde’

Aunque pueda parecerlo, no es necesaria una restricción extrema para que la menstruación desaparezca: “Hay mujeres más sensibles y suele ser una condición que viene acompañada de otros estresores como el estrés físico o psicológico”, aclara Sanz. 

Entonces, ¿dónde está el límite? Y este, ¿depende exclusivamente de la cantidad de calorías que comemos o también de los alimentos y nutrientes de los que proceden (grasas, proteínas, hidratos de carbono…)? Según la experta, no es una pregunta sencilla de responder, debido a la falta de datos. 

“A pesar de que el factor determinante es la relación entre el gasto y el consumo de calorías, la calidad y la composición de la dieta también son importantes”, ya que “no todas las calorías tienen el mismo impacto fisiológico”. Es decir, no solo importa la cantidad de calorías se ingieren, sino también la calidad y las proporciones, sobre todo en contextos de alta demanda física o metabólica. 

Por ejemplo, en mujeres deportistas o con alta demanda energética es especialmente importante consumir suficientes hidratos de carbono. “Estos influyen directamente en la secreción de insulina y leptina, dos hormonas que, a su vez, influyen en la regulación del ciclo menstrual”, explica Sanz. “Una dieta muy baja en carbohidratos puede reducir los niveles de leptina y alterar la señalización hipotalámica, afectando negativamente a la ovulación”, señala. 

Por otro lado, las grasas saludables representan un importante papel en el ciclo menstrual, al ser las precursoras de las hormonas sexuales. De ahí que, en caso de dietas que restrinjan excesivamente las grasas, estas o no se producirán o no funcionarán correctamente. 

“La intervención dietética debe centrarse en aumentar el contenido calórico”, comenta Gloria Lugo Rodríguez, miembro del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), quien añade que, para restablecer la función menstrual, puede ser necesario aumentar el porcentaje de grasa corporal (hasta un 22 %), siempre a través de una alimentación saludable. Esta “debe asegurar un adecuado aporte de macro y micronutrientes que permita proporcionar al cuerpo la energía necesaria”, recuerda la experta.  

La situación es reversible pero, si se mantiene a largo plazo, puede tener consecuencias en la salud

Dejar de ovular a raíz de una alimentación que no cubre todas las necesidades del cuerpo es una situación reversible, al ser una consecuencia del estrés mantenido. Es decir, no es una patología. En palabras de Sanz, el proceso volverá a la normalidad siempre que nuestro organismo interprete que las condiciones fisiológicas son adecuadas (energía suficiente, reducción del estrés físico o psicológico, descanso adecuado, etc.).

Ahora bien, la ausencia de menstruación implica que no se está ovulando y, por tanto, que no se están produciendo cantidades adecuadas de estrógenos. “Este hipoestrogenismo tiene repercusiones importantes, sobre todo si se prolonga durante meses o años. Los estrógenos no solo son imprescindibles para la salud reproductiva, sino que ejercen funciones esenciales en otros sistemas como el óseo, cardiovascular, sistema inmune, cognitivo y digestivo”, asegura. 

Lo que comemos también influye en los síntomas

Comer de forma saludable permite reponer aquellos nutrientes que ‘se pierden’ con la menstruación, como el hierro. “Las mujeres con menstruaciones abundantes tienen un riesgo mayor de ferropenia o anemia, por lo que una alimentación rica en hierro es fundamental”, recuerda Sanz.

Por el contrario, las dietas poco saludables, como aquellas que incorporan habitualmente productos ultraprocesados, grasas trans, azúcares añadidos y harinas refinadas, se asocian con un aumento del síndrome premenstrual y dolor menstrual. El motivo, como explica la experta, es que pueden aumentar los niveles de prostaglandinas, unas sustancias implicadas en la contracción uterina y en la inflamación.

“En caso de menstruaciones dolorosas, estudios recientes (aunque aún no concluyentes en cuanto a dosis) indican que el consumo de vitamina D podría reducir el dolor”, señala Cárdaba. “Además, siguen existiendo mitos que son solo eso: mitos sin comprobar. Por ejemplo, que durante la menstruación sea necesario comer dulces, como chocolate”, añade. 

Este contenido fue publicado el 18 de junio de 2025 en la web de Consumer.