Qué se comparte: contenidos en los que se critican determinados productos alimentarios por “contener insectos”, en base a los resultados de ciertas aplicaciones móviles al escanear su etiquetado. “Ya empiezan a invadir nuestros supermercados de productos con insectos (sic.)”, señalan algunos de ellos. “No se pueden comer, chicos: contienen insectos”, “destruye los órganos internos y causa enfermedades”, añaden.
Narrativa: Los insectos en alimentos son peligrosos y están introduciéndose en los alimentos sin nuestro conocimiento para destruir la agricultura y hacernos enfermar.
Qué sabemos: en la Unión Europea son cuatro las especies de insectos autorizadas para uso alimentario y su presencia, como cualquier otro ingrediente, debe estar reflejada en el etiquetado. Además, hace años (al menos desde 2008) que también están permitidos ciertos aditivos procedentes de extractos de otros insectos: es el caso del aditivo cochinilla (E120), un colorante que se extrae de la cochinilla del carmín; o la goma laca (E904), obtenida de varios tipos de insectos parásitos conocidos como gusanos o larvas de la laca. Como el resto de aditivos, su uso está regulado y controlado y son seguros en las cantidades en las que se utilizan.


Que un producto contenga o no insectos enteros o partes de ellos no influye en si este es o no saludable
Hacer la compra móvil en mano ya no es de extrañar: son numerosas las aplicaciones que permiten escanear el etiquetado de los productos con el objetivo de ayudar al consumidor a “comprar mejor” y “tomar mejores decisiones” alimentarias, es decir, a llevar una alimentación, en teoría, más saludable y sostenible. ¿Lo consiguen? Depende de cómo se utilicen e interpreten sus resultados.
En lo que coinciden los expertos es en que estas herramientas no son la panacea y su uso no siempre beneficia al consumidor: los resultados que muestran están sujetos a limitaciones y criterios erróneos según la evidencia científica. Por ejemplo, el hecho de que un producto sea ecológico no lo hace más saludable, como muestran algunas de estas aplicaciones; como tampoco los aditivos alimentarios consiguen que un producto lo sea menos.
Algunas de estas aplicaciones, además de la información habitual sobre los ingredientes que contiene un producto o sus valores nutricionales, alertan sobre la presencia de insectos, en caso de haberla. Ahora bien, que un producto contenga o no insectos enteros o partes de ellos no influye en si este es o no saludable: siempre y cuando hayan sido manipulados en las mismas condiciones de higiene que cualquier otro alimento y exceptuando alergias comparables a las causadas por crustáceos, el consumo de insectos no se relaciona con la transmisión de enfermedades a humanos.
Es más, como señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), “en comparación con los mamíferos y las aves, los insectos pueden plantear un riesgo menor de transmisión de infecciones zoonóticas a los humanos, el ganado y la fauna”, aunque, añade, debe investigarse el tema más a fondo.

Entre los “insectos encontrados” también se incluyen ciertos aditivos, autorizados en la UE desde 2008
Los contenidos que advierten sobre estos ingredientes y desaconsejan el consumo de productos que los contienen suelen acompañarse de mensajes que dan a entender que los insectos son cada vez más habituales en los supermercados (“ya empiezan a invadir nuestros supermercados de productos con insectos”, afirman algunos de ellos). Aunque la lista de insectos permitidos en la Unión Europea se ha ampliado durante los últimos años, muchas de esas alertas se corresponden en realidad con sustancias procedentes de insectos, ni siquiera por la presencia de un insecto como tal.
Es el caso, por ejemplo, del aditivo cochinilla o la goma laca, que llevan años utilizándose como colorantes y agentes de recubrimiento, respectivamente. Tanto los aditivos derivados de insectos, como las especies autorizadas para consumo humano tienen que cumplir con las exigencias sanitarias para la seguridad alimentaria, uno de los principios de la PAC.