Mantener un ritmo de vida activo, sea de la forma que sea, está íntimamente relacionado con beneficios positivos para la salud. Pero, ¿cómo medimos la actividad física en nuestro día a día? Hay quienes tienen clara su respuesta: levantando la muñeca y fijando la atención en un dato concreto de su pulsera inteligente, el número de pasos. ¿Es esto suficiente?
Es cierto que caminar también se incluye entre las actividades demostradas beneficiosas para la salud (hablemos de 10.000 pasos, de 7.000 o del mero hecho de moverse frente a no hacerlo). Ahora bien, ¿basta con sumar X pasos diarios? Y, sobre todo, ¿se considera suficiente este tipo de ejercicio para asegurar, en la medida de lo posible, una buena calidad de vida según pasan los años? Rompiendo con el mito: no si tenemos en cuenta el estado de nuestra masa muscular y ósea. Para ello, también es necesario entrenar la fuerza.
Caminar puede ser un comienzo: “Es accesible; permite mantener un peso saludable; perder grasa corporal; prevenir o controlar diversas afecciones, como las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, la hipertensión arterial, el cáncer y la diabetes tipo 2 y mejora nuestra capacidad cardiovascular”, recuerda a Maldita.es Sara Tabares, directora de Performa Entrenadoras Personales y autora del libro Ellas entrenan +40. Para poder contar con estos beneficios asociados es importante que el ‘salir a andar’ pueda considerarse una actividad física moderada (es decir, que vayamos ligeritos, no de paseo).
Mario Redondo, especialista en ciencias de la actividad física y fisioterapeuta, propone en El podcast de Cristina Mitre utilizar el talk test o test del habla para comprobar si la intensidad es la correcta [14:00]: ¿puedes hablar sin esfuerzo durante la actividad? Si la respuesta es sí, quizá sea necesario darle un poco más de ritmo al asunto. Por ejemplo, aumentando la velocidad de la caminata o la pendiente del terreno. Si no, en palabras de Redondo, el paseo podría considerarse “más entretenimiento que entrenamiento”.
Además, con el paso de los años, en los adultos aumenta el riesgo de sarcopenia, una afección caracterizada por la pérdida de masa, fuerza y funcionamiento de los músculos. En el caso de personas con menstruación, además, también aumenta el riesgo de osteoporosis. Para contrarrestar lo que estas suponen en músculos y huesos, andar no es suficiente.
“Lo que requerimos son músculos funcionales y estos se consiguen entrenando fuerza”. Además, gracias a la estimulación que supone sobre las células encargadas de mejorar la masa ósea, con este tipo de entrenamiento “podríamos favorecer la formación de hueso nuevo y evitar la fragilidad, la dependencia”, señala Tabares.
Como subraya la experta en Ellas entrenan +40, dado el grave problema de la sarcopenia en una población cada vez más sedentaria y envejecida, “podemos admitir que el ejercicio de fuerza es clave, ya que promueve la ganancia de masa muscular de mujeres de todas las edades”.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes Sara Tabares, experta en ciencias de la actividad física y del deporte.
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Este artículo forma parte del 228º consultorio de Maldita Ciencia.