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MALDITA CIENCIA

Cuidado con las declaraciones desinformadoras que dicen que las vacunas contra la COVID-19 “inducen” el sida

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  • Contenidos en redes sociales promueven la narrativa de que las vacunas contra la COVID-19 inducen el síndrome de inmunodeficienca adquirida (sida) y que esta vacuna tiene una parte del virus del VIH
  • Esto es un bulo: el sida se desarrolla en pacientes que han adquirido el VIH y que no reciben tratamiento, no se adquiere por ninguna vacuna
  • Tampoco es cierto que las vacunas aprobadas contra la COVID-19 tengan parte del virus del VIH entre sus componentes, algo que se puede comprobar en las fichas técnicas de estos productos
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“El Dr. Fuellmich quiere recordarle al mundo que el SIDA no se transmite por el aire y que será un SIDA inducido por la inoculación del ‘suero’ que ya todos conocemos”. "Para aquellos de ustedes que han tomado la tercera dosis, vayan y háganse la prueba del SIDA"*. Así comienzan contenidos en redes sociales (ver 1 y 2) que dicen que las vacunas contra la COVID-19 tienen la capacidad de “inducir” el sida.

Pero esto es un bulo. El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) es la enfermedad que se desarrolla cuando no se aplica el tratamiento (terapia antirretroviral) a los pacientes que han adquirido el VIH, no se “induce” por ninguna vacuna. Esta narrativa desinformadora también ha circulado empleando datos de Alemania y Australia.

Reiner Fuellmich y el bulo de las vacunas contra la COVID-19 que “inducen” el sida

El origen de este bulo es una conversación entre el abogado Reiner Fuellmich y la presentadora Maria Zeee. Fuellmich es un abogado alemán cuyo bufete está especializado en Derecho Sanitario. En julio de 2020, Fuellmich y otros abogados crearon el que llamaron "Comité alemán de Investigación del Coronavirus" que ha difundido desinformación sobre las vacunas contra la COVID-19 en el documental ‘The Big Reset’, además de hacer afirmaciones falsas como que las pruebas PCR para detectar el virus son "inespecíficas". Zeee es una presentadora australiana con una web (Zeee media) donde difunde desinformación y conspiraciones sobre la pandemia de la COVID-19.

En un punto de la conversación, Fuellmich dice que hay “cinco cosas” por las que se sabe que las vacunas “inducen” este síndrome. Enumera que se han hecho “experimentos de ganancia de función” —un tipo de estudio que ‘mejora’ algunas características de los patógenos— con el virus del sida, dice que hay partes del VIH en las vacunas contra la COVID-19, afirma que “mucha gente que ha sido vacunada ha dado positivo en tests de VIH”, asegura que “esfuerzos legislativos en Estados Unidos” para “aumentar la concienciación sobre el sida” a pesar de que, a su juicio, “no hay un problema con el sida”, y concluye que Moderna “ha recibido una autorización de uso de emergencia para una vacuna contra el VIH”.

No hay partes del virus del VIH en las vacunas contra la COVID-19

Entre los factores que enumera Fuellmich, afirma que “hay partes del virus del VIH en la llamada (sic.) vacuna”. Aunque desconocemos a qué vacuna se refiere, es falso que las vacunas contra la COVID-19 incluyan una “parte del virus del VIH”.

En las fichas técnicas y prospectos de las vacunas aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) se pueden comprobar los componentes de todas las aprobadas en Europa hasta el momento: Comirnaty (Pfizer), Janssen, Nuvaxovid (Novavax), Spikevax (Moderna) y Vaxzevria (AstraZeneca).

En ninguna de ellas se encuentra el virus de la inmunodeficiencia humana. Si se busca “HIV” (siglas en inglés del VIH) se encuentra un resumen de los ensayos clínicos en los que se probaron algunas vacunas. Algunos de estos ensayos clínicos (como el de la vacuna de Pfizer o de Janssen) contaron con personas con infección de VIH controlada para conocer cómo actuaba el fármaco en estas situaciones.

Falsos positivos en VIH tras la vacuna: ocurrieron en un ensayo en Australia de una vacuna descartada (y posteriormente se confirmó que, en realidad, ningún paciente tenía VIH)

En otro punto de la conversación se menciona que “mucha gente que ha sido vacunada” ha dado positivo en test del VIH, “aunque fueron falsos positivos”. Fuellmich se refiere a un ensayo clínico de una candidata a vacuna desarrollada por la Universidad de Queensland (Australia) que, precisamente, se descartó en su fase 1 por dar falsos positivos al VIH entre sus voluntarios, como ya explicamos en Maldita.es.

Desde la Universidad de Queensland aclararon a Maldita.es que la vacuna que estaban desarrollando "no podía causar infección de VIH" y que los análisis confirmaron que no había presencia de este virus entre los voluntarios. Los falsos positivos se debían, según explicaron, a que la vacuna candidata generaba anticuerpos contra fragmentos de una proteína (gp41, que se usa para estabilizar la vacuna) y que precisamente esta proteína también está presente en la envoltura del VIH. Pero, por sí solos, "esos fragmentos son inofensivos y no provocan enfermedades", aseguraron.

La propia Universidad de Queensland comunicó la decisión de detener el ensayo clínico. Otras organizaciones como Reuters, miembro de la International Fact-Checking Network (IFCN) al igual que Maldita.es, también verificaron este contenido.

Concienciación sobre el sida en Estados Unidos: 1,19 millones de personas tenía el VIH en 2019

El abogado Reiner Fuellmich señala que en Estados Unidos “hay esfuerzos legislativos en curso para aumentar la concienciación sobre el sida” a pesar de que, a su juicio, “no hay un problema con el sida ahora mismo”.

El portal de internet responsable de dar información básica sobre el VIH y comunicar las políticas para este problema de salud pública en Estados Unidos es HIV.gov. El documento que rige las políticas federales del país sobre este asunto es la Estrategia Nacional en VIH/SIDA (NHAS, por sus siglas en inglés), publicado por primera vez en 2010, actualizado en 2015 y su última edición corresponde a los años 2022-2025.

En el NHAS se establecen 21 objetivos y 78 estrategias para responder a la epidemia de sida en Estados Unidos. Precisamente, el primero de estos objetivos es “prevenir nuevas infecciones de VIH”. Esto, según su subpunto 1.1, consiste en “aumentar la concienciación sobre el sida”. Las tres estrategias para ello son: desarrollar e implementar campañas, intervenciones y recursos en materia de educación sexual; aumentar el conocimiento del VIH entre el público e integrar los mensajes sobre el VIH en campañas ya existentes y otras actividades correspondientes de la sindemia (ITS, hepatitis vírica, etc.).

HIV.gov tiene un apartado dedicado a la financiación de esta estrategia, donde se explica que el Gobierno estadounidense “ha aumentado a más de 28.000 millones de dólares” su respuesta doméstica ante este problema de salud pública, “incluyendo tanto gasto discrecional (el que puede consignarse según lo que quiera el Gobierno, como investigación o programas de prevención) como gasto obligatorio (Medicare y Medicaid, ambos programas de seguros de salud y beneficios de la seguridad social, entre otros)”.

En la partida de gasto discrecional desglosada por años fiscales se refleja que en 2020 se invirtieron 7.023,6 millones de dólares; en 2021, 7.187,4 millones (+2,3% respecto a 2020); en 2022, 7.425,8 millones (+5,7% respecto a 2020) y que, para 2023, se han solicitado 7.709,8 millones de dólares (+9,8%). Sí que hay un aumento entre estos años fiscales en la partida que el Gobierno de Estados Unidos puede escoger.

La afirmación de Fuellmich “no tenemos un problema con el sida ahora mismo” no es verificable, puesto que es una valoración que hace a su juicio y sin presentar argumentos. Es cierto que hay países del mundo cuya situación del VIH/sida es más problemática que Estados Unidos, como Sudáfrica, con una prevalencia estimada de VIH del 19,1% entre su población adulta (de 15 a 49 años) y donde 83.000 personas murieron por sida en 2020; o Haití, con una prevalencia del 1,9% y donde 2.200 personas fallecieron por sida en 2020. Todos estos datos son de AIDSinfo, el portal de datos globales y epidemiología del VIH del programa ONUSIDA.

En Estados Unidos, 1.189.700 personas mayores de 13 años tenían VIH en 2019, según el último reporte estadístico de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de este país (CDC, por sus siglas en inglés). De estas personas, se cree que el 13% (158.500) no saben que tienen esta infección porque no se les ha diagnosticado. En ese año se registraron 15.815 muertes en personas con VIH, pero estos fallecimientos no tienen por qué ser por sida, sino por cualquier causa de muerte.

Moderna no ha recibido una autorización de emergencia por una vacuna contra el VIH

Durante la conversación con Zeee, Fuellmich cita que Moderna, “una empresa a punto de declararse en bancarrota hasta que llegó el coronavirus” y que tenía “un one trick pony (expresión en inglesa que señala algo con una única utilidad o característica) que es la vacuna contra la COVID-19”, ha logrado “una autorización de uso de emergencia de una vacuna contra el VIH”.

Sin embargo, esto no es cierto: Moderna no ha recibido una autorización de emergencia por una vacuna del VIH. Si accedemos al archivo de notas de prensa de la farmacéutica, vemos tres artículos relacionados con un proyecto de vacuna contra el VIH: una de una beca recibida en 2016 para ello y dos de un ensayo clínico de una vacuna de ARN mensajero que busca generar unos anticuerpos que previenen la infección por VIH (ver 1 y 2).

Este ensayo clínico es de fase 1, esto es, un estudio con un grupo reducido de voluntarios que reciben una dosis muy baja de esta candidata a vacuna para evaluar la seguridad del medicamento en humanos. Se está realizando en varias universidades de Estados Unidos y en dos centros de investigación de Ruanda y Sudáfrica, en colaboración con la Iniciativa Internacional de Vacunas contra el sida (IAVI, siglas en inglés).

Qué se sabe sobre los experimentos de ganancia de función

Por último, el abogado dice que “sabemos” que se han hecho “experimentos de ganancia de función”. “No sabemos si en Wuhan o en Ucrania, pero sabemos que se hicieron estos experimentos y hubo inserciones al virus del VIH”.

Según explican los CDC, la ganancia de función es un tipo de experimento que intenta alterar las características funcionales de un patógeno, como generar mutaciones en un virus. En teoría, estos estudios se realizan para probar la capacidad de los microbios de transmitir enfermedades, adaptarse al entorno o hacerse más resistentes a fármacos.

Sin embargo, estos estudios son muy controvertidos y pueden entrañar un riesgo para la salud pública si no se ejecutan en las condiciones adecuadas. De hecho, el Gobierno estadounidense pausó de 2014 a 2017 la financiación de estos estudios. Antes de esta moratoria, los CDC han hecho investigaciones de ganancia de función con distintos virus de la gripe.

Sin embargo, no hay evidencias de que se hayan hecho este tipo de estudios con el virus del VIH, como afirma Fuellmich. Lo más cercano a ello son propuestas en artículos científicos, como este de 1999, donde proponen realizar experimentos de ganancia de función en simultáneo con estudios de pérdida de función para desarrollar vacunas contra el sida; o cartas al editor como la publicada en la oficina de Política Científica de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, siglas en inglés), donde se menciona al VIH como patógeno, al igual que la gripe o los virus del resfriado común.

*Este artículo ha sido actualizado el 20 de junio de 2023 para agregar otro contenido desinformador que vincula vacunas COVID-19 y sida.

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